Estados Unidos y Oriente Próximo
La revista culturas dedica este número a analizar los múltiples aspectos (históricos, económicos, culturales…) que han definido las relaciones entre Estados Unidos y Oriente Próximo y el impacto que la elección de Barack Obama pueda tener en el futuro de estas relaciones. Si la elección de un nuevo presidente despierta siempre un interés especial por las repercusiones en la política exterior norteamericana, en este caso la elección de Obama ha generado una atención inédita y extraordinaria. Las primeras declaraciones y gestos realizados al iniciar su mandato presidencial han creado una enorme expectativa, ante la posibilidad de encontrarnos con una oportunidad histórica para solucionar algunos de los conflictos y desencuentros que desde hace décadas se han producido con el mundo árabe y musulmán.
Ciertamente, quedan muchas incógnitas aún por despejar sobre la trayectoria definitiva de las medidas que adoptará el gobierno de Obama en Oriente Próximo; al igual que tampoco se puede prever qué consecuencias llegarán a tener en las sociedades de esta región, dominadas por un lógico escepticismo que no es sino el resultado de las estrategias políticas llevadas a cabo en esta zona durante las últimas presidencias norteamericanas.
Hemos querido incluir en este monográfico de culturas algunos de los temas más significativos a la hora de entender el pasado, presente y futuro de unas relaciones muchas veces problemáticas y complejas, especialmente en lo que toca al histórico y todavía permanente conflicto palestino-israelí. Asimismo, se han colocado en el punto de mira algunos trabajos que analizan la incidencia de la nueva política exterior norteamericana en países como Irán, Iraq o Pakistán, en la actualidad escenarios que juegan un papel clave en los procesos de normalización y pacificación de Oriente Próximo.
Esperamos que esta aproximación ofrezca una visión comprensiva de las condiciones sociales y políticas en las que se va ejecutar el programa político de Obama en Oriente Próximo; desde la historia más lejana que vinculó a Estados Unidos con el mundo árabe en el siglo XIX al la situación real y presente de las comunidades árabes y musulmanas en el interior de ese país; sin olvidar la perspectiva económica que, desde la dependencia energética y de los flujos financieros, determinan, en gran medida, el sentido de esas relaciones.
Examinando los puntos de mira de los analistas invitados a participar en este número de la revista culturas se tiene la sensación inevitable de que la relación de Estados Unidos con Oriente Próximo en general es una asignatura todavía pendiente que, sin embargo, un presidente como Obama parece dispuesto a abordar de una vez y de forma estable. La secuencia temporal del proceso y el modelo de intervención no han sido precisados en todos sus términos, aunque efectivamente se han dado ya algunas señales que permiten descifrar una sensibilidad hacia los países de la región que no se conocía en la política exterior norteamericana en los últimos años. Todo parece indicar que, sin abandonar posiciones de pragmatismo o “realismo”, se va a impulsar una especial y más intensa labor mediadora ante Israel y la Autoridad Nacional Palestina. Además, se apunta un cambio estratégico cualitativo orientado a la promoción de la democracia –y esta es la principal novedad– ahora con medios pacíficos basados fundamentalmente en la cooperación y la ayuda al desarrollo.
No faltarán de seguro obstáculos y dificultades en la ejecución de los objetivos que plantea la nueva política exterior del presidente Obama. Seguramente entre los que tienen una mayor envergadura se pueden mencionar la política nuclear de Irán, la fórmula de retirada de las tropas de Iraq o la amenaza todavía insuperable del terrorismo. Pero, tal y como se ha explorado en algunas de las colaboraciones que aquí se recogen, donde se pondrá a prueba verdaderamente la credibilidad de Obama como el líder mundial que ha llegado a ser antes incluso de su elección, es en temas centrales como la revitalización del proceso de paz o la democratización en Oriente Próximo. El primero porque dará la medida exacta de su talla política, la veracidad de sus compromisos y la capacidad de autonomía frente a los grupos de presión pro-israelíes que han condicionado tradicionalmente el margen de maniobra de los gobiernos estadounidenses. El segundo, porque el impulso democratizador en esa región requiere también el necesario respeto a la política interna, comenzando por aquellos resultados electorales que no tengan forzosamente que sintonizar con las posturas más favorables a los intereses de los Estados Unidos.
En todo caso, existe una unanimidad en los diagnósticos sobre la esperanza que se abre en estos momentos para alcanzar el estadio de paz y de desarrollo democrático que resulta más coherente con los grandes principios constitucionales y culturales que ha representado siempre Estados Unidos.