Pakistán
¿Hacia dónde va Pakistán?, ¿conseguirá, tras las elecciones del 18 de febrero de 2008, un gobierno representativo que logre estabilizar el país? ¿O continuará sumido en la espiral de violencia y represión que le impide avanzar en el principal de sus retos que no es otro que garantizar el buen funcionamiento de las instituciones y suministrar a sus ciudadanos los medios necesarios para que puedan progresar en un ambiente político estable? culturas, la revista cuatrimestral que la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo quiere dedicar al análisis y el debate sobre Oriente Próximo y el Mediterráneo, inicia su andadura con un número especial dedicado a Pakistán, porque no creemos que las anteriores sean preguntas retóricas que interesen exclusivamente a los estudiosos de las relaciones internacionales, ya que los retos a los que Pakistán debe enfrentarse marcarán el futuro inmediato de todo el sudoeste asiático, así como de buena parte del mundo islámico y de sus relaciones con Occidente.
Con casi 170 millones de habitantes, Pakistán es, tras Indonesia, el segundo país musulmán más poblado del mundo. Potencia nuclear desde los años ochenta, enfrascado en el conflicto fronterizo de Kachemira con su vecina India, con la que se ha enfrentado militarmente tres veces desde la independencia en 1947, Pakistán es sanguinario escenario de luchas armadas entre chiíes y sunníes en un conflicto que, aunque presente en otros países musulmanes, en ninguno (con la trágica excepción de Iraq) tiene connotaciones tan violentas. Desde el 11 de septiembre de 2001 Pakistán es, asimismo, actor clave en la llamada «lucha contra el terrorismo», habiéndose convertido en aliado esencial de la coalición que lidera Estados Unidos en su lucha contra al-Qaida, lo que ha conllevado un importante incremento de la violencia en zonas fronterizas con Afganistán. A ello se une la casi crónica inestabilidad política en la que vive Pakistán y que en los últimos meses ha mostrado su lado más sangriento con el asesinato de la antigua primera ministra Benazir Bhutto y los brutales atentados previos a las elecciones generales.
Las elecciones, sin embargo, han deparado ciertos elementos positivos –un desarrollo democrático que posibilitó el triunfo de los partidos de oposición a Musharraf y que ha desembocado en la formación de un gobierno representativo de la voluntad del pueblo– lo que permite albergar esperanzas en la recuperación de un impulso democrático que pueda trasmitirse al conjunto de las instituciones y a una sociedad civil golpeada por los acontecimientos de los últimos años. El contexto actual de Pakistán presenta por tanto numerosos «frentes» abiertos, tanto en el ámbito doméstico como en el internacional, que deberá abordar de forma simultánea –dada la conexión directa entre todos ellos– y en medio de una grave crisis económica internacional que ya está afectando profundamente a un país cuyos últimos gobiernos han intentado realizar reformas económicas coyunturales, pero que han fracasado a la hora de corregir una estructura socioeconómica atrasada y modificar así las disparidades existentes en el país, principalmente entre el mundo rural y el urbano. Por ello, desde la Fundación Tres Culturas hemos pedido a un grupo de especialistas que analicen la situación actual de Pakistán para este primer número de culturas y que intenten responder a cómo se pueden afrontar los retos que determinarán el futuro de un país clave para la estabilidad del mundo del siglo XXI.