David Tresilian
Profesor, American University of Paris. Autor entre otras, de la obra “A Brief Introduction to Modern Arabic Literature”. [+ DEL AUTOR]

Época de migración al norte, escritores árabes en el extranjero

Quizás en mayor medida que los escritores de otros ciertos grupos culturales o lingüísticos, los escritores árabes han estado acostumbrados desde hace mucho tiempo a la idea de la emigración, que complica tanto la forma de su obra como sus relaciones con el público nacional y extranjero. Aunque la emigración nunca ha sido un monopolio árabe (muchos escritores europeos se vieron obligados a huir al exilio durante la primera mitad del siglo pasado, junto con múltiples olas de refugiados), los autores árabes han sido, sin embargo, particularmente propensos a experimentar la vida fuera de sus países de origen, ya sea por razones políticas o de otra índole.

Plaza de la Sorbona

Plaza de la Sorbona, con la iglesia de Santa Úrsula al fondo. París, Francia, 21 de junio de 1990. / Azenstarck /EFE

Los regímenes dictatoriales o represivos en sus propios países han obligado a varias generaciones de escritores árabes a vivir en el extranjero, al igual que la guerra o la ocupación extranjera. La falta de perspectivas profesionales en sus países de origen o la promesa de vidas más completas en el extranjero también han podido conducir a estos autores a emigrar, y por supuesto muchos han pasado largos periodos en el extranjero en busca de educación. No se puede esperar que tales experiencias no hayan tenido un profundo impacto en sus obras y carreras, aunque dicho impacto habrá sido diferente en función del motivo del desplazamiento o de la situación. Mientras que pueden buscarse la emigración o la expatriación por diversas razones, el exilio a menudo implica una forma de pérdida o de estar sin hogar, incluso cuando la decisión de vivir fuera del propio país de origen pueda con frecuencia asociarse a una mayor creatividad o a un aumento de la imaginación. Es difícil imaginar qué forma habría tenido la carrera de James Joyce si no hubiera decidido dejar su Irlanda nativa, por ejemplo, o cómo se habría desarrollado la carrera de Vladimir Nabokov si no se hubiera visto obligado a huir de Rusia.

Es difícil imaginar qué forma habría tenido la carrera de James Joyce si no hubiera dejado su Irlanda nativa

Los motivos de la emigración han sido distintos, y así han sido también los resultados. Independientemente de que se fueran voluntaria o involuntariamente, como emigrantes en busca de nuevas posibilidades en el extranjero o como exiliados expulsados de sus hogares debido a circunstancias políticas o de otro tipo, ha habido pocos escritores árabes que no hayan conservado fuertes vínculos con sus países de origen. Sin embargo, lejos de ser solo visitantes temporales o infelices en el extranjero, a veces los escritores árabes también han desarrollado sus carreras en los países a los que han emigrado. Igualmente han desempeñado un papel significativo en la vida cultural de dichos países y, o bien han escrito en otras lenguas además del árabe, o han abandonado totalmente el uso del árabe y han escrito para nuevos públicos que no hablan árabe.

Mientras que algunos escritores árabes han vivido en el extranjero como exiliados, desando únicamente volver a casa, otros han adoptado identidades dobles o múltiples, sintiéndose en casa en varios lugares simultáneamente. Asumiendo que las fuerzas que los han conducido a la emigración no han sido violentas, el vivir lejos de casa o el vivir en más de un país o entre culturas ha dado lugar a formas de expresión que han enriquecido tanto a los países de origen de los escritores árabes como a sus nuevos países de acogida. Esto quizá haya sido especialmente cierto en los últimos años, cuando las nuevas tecnologías y procesos de la globalización han hecho desaparecer muchas de las barreras que en el pasado separaban Europa del mundo árabe.

PRIMERAS OLAS DE EMIGRACIÓN

Hoy en día nos hemos acostumbrado a la idea de la comparativamente fácil movilidad entre países –al menos para los que están en mejor posición económica– como una de las características de los procesos contemporáneos de la globalización. No obstante, esta facilidad de movimiento es un avance comparativamente reciente, y aunque evidentemente los escritores árabes podían viajar, trabajar y estudiar en el extranjero en periodos anteriores, era mucho menos habitual que en la actualidad. No puede haber muchos autores árabes contemporáneos que no tengan los ojos puestos en desarrollar su carrera en el extranjero a la vez que en casa, aprovechando al máximo las oportunidades que ofrecen ahora las nuevas tecnologías y las mayores posibilidades de traducción. Pero esto también constituye un avance comparativamente nuevo.

Los escritores árabes empezaron a pasar tiempo en el extranjero como consecuencia de la política educativa del Estado, con el escritor egipcio Rifaa al-Tahtawi abriendo lo que se convertiría en un camino para muchos con su informe desde París, escrito tras una estancia en la capital francesa dentro de una iniciativa para modernizar la educación egipcia. Las impresiones de París de Al-Tahtawi en la década de 1820, publicadas en 1834 bajo el título Tajlis al-ibriz fi taljis Bariz (“una destilación de oro a través de un resumen de París”, también conocida como Descripción de París), son algunos de los primeros ejemplos de lo que se convertiría en un género arraigado de los escritos literarios árabes. Muchos escritores árabes posteriores, quizá especialmente de las generaciones asociadas con la Nahda, o renacimiento de la cultura árabe a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, también produjeron novelas, ensayos y obras autobiográficas que no se detenían solo en la experiencia de vivir en el extranjero, sino también en el viaje de vuelta a casa.

Los escritores egipcios Taha Hussein y Tawfiq al-Hakim, por ejemplo –el primero quizá más conocido por sus ensayos y artículos y el segundo por sus obras de teatro y escritos de ficción–, vivieron en Francia en las primeras décadas del siglo pasado, continuando lo que desde Al-Tahtawi se había convertido en la arraigada tradición de educarse en el extranjero. Hussein, uno de los más brillantes intelectuales de su generación y una destacada figura en la modernización de la cultura literaria árabe, estudió en la Sorbona en París, haciendo un doctorado en Literatura Árabe. Años más tarde reflexionó sobre esta experiencia en su autobiografía Al-Ayyam (Los días), cuyos tres volúmenes fueron publicados entre 1929 y 1973 y es ahora considerada un clásico de la literatura árabe moderna. Hussein era originario del Alto Egipto y, ciego desde muy joven y de una familia pobre, describe la educación tradicional que recibió en la Universidad de Al-Azhar en El Cairo antes de explicar la impresión que le causaron los nuevos y diferentes métodos empleados por los eruditos europeos con los que estuvo en contacto primero en la Universidad Egipcia en El Cairo y luego en Francia.

Taha Hussein, uno de los más brillantes intelectuales de su generación y una destacada figura en la modernización de la cultura literaria árabe, estudió en la Sorbona en París

La experiencia de Hussein, de descubrimiento y ampliación de horizontes como consecuencia de vivir y estudiar en Europa, refleja la de otros escritores de ese mismo periodo y de periodos posteriores. Difícilmente podría haber existido una mayor distancia social, por ejemplo, entre Hussein y su contemporáneo Tawfiq al-Hakim, al ser este último el hijo de un juez de Alejandría y estar destinado a la profesión segura de clase media de un abogado. Sin embargo, la novela de 1933 de Al-Hakim, Awdat al-Ruh (El alma encontrada), también al menos en parte autobiográfica y asociada con la renovación de la cultura árabe y el crecimiento del nacionalismo egipcio y árabe, refleja asimismo la vida de al-Hakim en París cuando, en lugar de asistir a las clases de Derecho como quería su padre, dedicaba su tiempo a ir al teatro y a explorar la cultura europea contemporánea. Habiendo sido estudiante en la capital francesa en los años veinte, a su vuelta a Egipto se fijó la tarea de reconstruir los escritos literarios árabes, particularmente la dramaturgia, siguiendo las líneas de lo que había leído y visto en Europa. Estos dos escritores egipcios pioneros, tan diferentes en sus orígenes sociales y en su sensibilidad, ya que los logros académicos y la naturaleza ascética de Hussein contrastan con la comedia de toque más ligero y a menudo encantadora de Al-Hakim, están unidos por el deseo de aprender todo lo posible de la vida en el extranjero en Europa y, después de haberlo logrado, por el deseo de presentar lo que habían aprendido al público egipcio y árabe.

Los escritores egipcios no eran los únicos autores árabes que vivieron en el extranjero durante estas tempranas olas de emigración, ya fuera de forma temporal o permanente. Aunque Egipto era poco corriente entre los países árabes por su continuidad histórica y su temprana posesión de un Estado centralizado que, entre otras cosas, subvencionaba a los escritores para que disfrutaran de una educación en el extranjero, también se producían procesos similares de expatriación en los países del Levante mediterráneo, sobre todo en Líbano. De hecho, de este país provenían algunos de los más conocidos escritores emigrantes. Líbano también ha dado un impresionante número de empresarios, con comunidades empresariales libanesas que se establecieron en América del Norte y del Sur desde finales del siglo XIX en adelante, así como en Australia y África Occidental. Además, Líbano aportó una proporción significativa de las demás figuras literarias e intelectuales del mundo árabe: los hermanos Beshara y Saleem Takla, fundadores del periódico nacional de Egipto Al-Ahram, eran emigrantes libaneses, al igual que el actor y el empresario teatral Georges Abyad. Jalil Mutran, uno de los más importantes poetas de la literatura egipcia a principios del siglo pasado, era libanés, y amigo y seguidor de los poetas nacidos en Egipto Ahmed Shawqi y Hafiz Ibrahim.

Los autores árabes han sido particularmente propensos a experimentar la vida fuera de sus países de origen, ya sea por razones políticas o de otra índole

Sin embargo, el más famoso de todos los escritores libaneses del Mahyar de esta época fue sin duda Yubran Jalil Yubran, posiblemente aún entre los escritores árabes más conocidos fuera del mundo árabe. Nacido en Líbano en 1883, Yubran se fue a Nueva York siendo muy joven, donde conoció a otros escritores libaneses que vivían ya en dicha ciudad y donde se asoció con la cultura literaria árabe que prosperaba allí en esa época. Publicando en revistas como Al-Fanun, una revista literaria mensual, y Al-Saih, un semanario, y con el apoyo de una asociación de escritores llamada Al-Rabita Al-Qalamiyya, (la Liga Literaria), los escritores del Mahyar –quizás principalmente Yubran– pudieron no solo intervenir en la vida cultural de su país de origen, siendo seguidos sus experimentos de verso libre por muchos escritores del mundo árabe, sino también en la de su nuevo país de acogida.

La obra de autores del Mahyar como Yubran, Mijail Nuayma e Ilya Abu Madi, todos ellos nacidos en Líbano y emigrados a Estados Unidos, es muy conocida en todo el mundo árabe, y al menos Yubran también se hizo famoso entre el público no árabo-parlante. De hecho, se hizo tan famoso por su poesía romántica que, según un biógrafo, El Profeta de Yubran, originalmente escrito en inglés, ha vendido más de nueve millones de copias en Estados Unidos, convirtiéndolo no solo en el escritor árabe de mayor éxito en cuanto a ventas, sino “probablemente también en el poeta individual de mayores ventas de todos los tiempos desde Shakespeare y Lao-Tsé”. Mientras que la obra de los escritores emigrantes, como la de los pioneros egipcios, se ha asentado hoy cómodamente en el estatus de los clásicos de la literatura árabe moderna, el modelo que promovieron estos escritores –desarrollando formas de expresión que enriquecieron tanto a sus países de origen, como a sus nuevos países de acogida, y como resultado cambiando significativamente el tema de viajar a países europeos y a otros países y volver después a casa– ha seguido siendo importante para los autores árabes posteriores y contemporáneos.

ÉPOCA DE MIGRACIÓN AL NORTE

Entre estas últimas generaciones se encontraba el escritor sudanés Tayeb Salih, siendo su novela de 1966 Mawsim al-hichra ila al-shimal –una de las más importantes exposiciones literarias de un autor árabe en las décadas posteriores a la guerra– la que da título a este artículo. Nacido en Sudán y con Londres como lugar de residencia durante la mayor parte de su vida, donde murió en 2009, Salih se inspiró en su propia experiencia de emigración desde Sudán a Gran Bretaña en Season of Migration to the North (Época de migración al norte), continuando así lo que se había convertido ya en el tema arraigado del viaje entre el mundo árabe y Europa en las obras de Taha Hussein, Tawfiq al-Hakim y su contemporáneo y compatriota Yahya Haqqi. Merece la pena detenerse en la novela corta Qindil Umm Hashim (El candil de Umm Hashim) de éste último, ya que representa este tema de una forma especialmente concentrada, donde el protagonista, Ismail, un médico formado en Europa, se siente horrorizado por lo que considera el atraso de su propia sociedad cuando vuelve de estudiar en el extranjero. Mientras que Europa está asociada, a ojos de Ismail, a la educación y las costumbres racionales del pensamiento, Egipto parece estar inmerso en la pobreza y la superstición. No es que Ismail no encuentre formas de utilizar lo que ha aprendido en Europa en el contexto de su propia sociedad, ya que siempre hay demanda de médicos o personas con una calificación profesional similar, sino que se siente fuera de lugar en su propia sociedad como resultado de haber vivido y estudiado en el extranjero, y no siente más que desprecio por las formas tradicionales de vida que ve a su alrededor. Gran parte de la historia está centrada en la mezquita y el santuario de Sayeda Zeinab, donde los clientes más pobres de Ismail acuden para rezar a Zeinab, la nieta del Profeta Mahoma, a la que se cree enterrada viva en ese lugar, y para beneficiarse de los poderes curativos de la lámpara que cuelga dentro de su santuario (la lámpara de Umm Hashim, otro nombre de Sayeda Zeinab). Ismail rompe la lámpara antes de sufrir una especie de colapso nervioso; con su recuperación, sugiere Haqqi, se llega a un nuevo acuerdo entre los patrones tradicionales de pensamiento y otros más modernos, asociados estos últimos a vivir y educarse en el extranjero. Volviendo a la medicina, Ismail realiza operaciones que “habrían aterrorizado a un médico europeo”, confiando “en primer lugar y ante todo en Dios, y después en su propio conocimiento y la capacidad de sus manos”.

Funeral del escritor sudanés Tayeb Salih

Funeral del escritor sudanés Tayeb Salih, fallecido en Londres. Jartum, Sudán, 20 de febrero de 2009. / Philip Dhil /EFE

Haqqi vivió en el extranjero como diplomático al servicio del gobierno egipcio, y quizá habría tenido una experiencia de primera mano con el dilema expuesto en su novela corta. Aún así, mientras que el dilema al que se enfrenta Ismail en El candil de Umm Hashim se resuelve, aunque solo a través de un proceso de crisis y recuperación, la resolución en la posterior novela de Salih es más ambigua aún si cabe. Habiendo vivido y trabajado en el extranjero, Mustafá Said, el protagonista de Época de migración al norte, que en ocasiones se identifica con el narrador de la novela, vuelve a Sudán tras una desgraciada serie de acontecimientos en Londres. Al igual que Ismail, se siente fuera de lugar e incómodo en su propia sociedad como consecuencia de su educación extranjera y su vida en el extranjero. No obstante, en lugar de alcanzar algún tipo de acuerdo entre lo que puede percibirse como tradición y modernidad u Oriente y Occidente, rechaza su experiencia y educación inglesas: emparedando sus libros en una habitación de su casa, se sugiere que se suicida por encontrarse fatalmente dividido entre dos mundos incompatibles.

Estas obras, una de un escritor egipcio y otra de un autor sudanés, expresan ansiedades que han sido exploradas por muchos otros escritores árabes, aunque quizá de una forma menos dramática. Entre ellos podríamos destacar al escritor palestino Yabra Ibrahim Yabra, que vivió la mayor parte de su vida adulta en Iraq. Nacido en Belén en 1920, Yabra recibió su educación en Inglaterra e hizo frecuentes viajes al extranjero, especialmente a Estados Unidos. En el primer volumen de sus memorias, Al-bir al-ula (El primer pozo), Yabra escribe sobre su infancia en Palestina, mientras que en el segundo, Sharia al-amirat (La calle de las princesas), publicado poco antes de su muerte en 1994, escribe sobre su época en Inglaterra y su vida adulta en Bagdad en los años cincuenta. Fue un periodo de rápidos cambios sociales, en el que las nuevas ideas y el final del colonialismo europeo introdujeron un espíritu de optimismo en el mundo árabe. Yabra es uno de los muchos escritores árabes de mediados del siglo XX y periodos posteriores que se han preocupado por la transformación de las sociedades árabes y el impacto de las ideas y la educación extranjeras sobre ellas. De hecho, este tema ha sido tan omnipresente que pocos han sido los intelectuales árabes del siglo XX que no se han visto afectados por él.

EXILIO Y OCUPACIÓN

De este modo, la atención ha estado más centrada en los escritores árabes que han vivido en el extranjero en busca de educación y nuevos horizontes, como fue el caso de los pioneros egipcios, o con la esperanza de conseguir éxito profesional o de otra índole que era difícil o imposible de lograr en casa, como fue el caso de los escritores del Mahyar, primeros emigrantes libaneses en busca de algo parecido al sueño americano. No obstante, hay un tercer tipo de escritores árabes, de los que sería más preciso decir que han sido obligados a vivir fuera de sus países de origen, ya fuera por las circunstancias políticas nacionales o por la guerra o la ocupación. Aunque se ha ido produciendo una apertura en los sistemas políticos en todo el mundo árabe durante las últimas décadas, y hay menos exiliados políticos de los que solía haber, sería falso pretender que uno de los principales factores que ha determinado la decisión de muchos distinguidos escritores árabes de vivir en el exilio no haya sido a veces la amenaza de la censura, el encarcelamiento, o incluso las agresiones físicas en casa.

Durante el mandato del presidente Gamal Abdel Nasser en Egipto, por ejemplo, los escritores considerados opositores al régimen fueron encarcelados, o se les prohibió publicar durante la periódica aplicación de duras medidas de represión. Sonallah Ibrahim, actualmente una de las mayores figuras literarias de Egipto y un conocido novelista, relata el tiempo que pasó en la cárcel por crímenes políticos a finales de los cincuenta y principios de los sesenta en su novela corta de 1966 Tilka al-raiha (Ese olor), tras lo cual vivió en el exilio. Parte del sofocante ambiente de la época, cuando se prohibía a los escritores publicar o se esperaba de ellos que no cruzaran cierta línea roja, es reproducida por el novelista Gamal al-Ghitany, actualmente redactor de Ajbar al-Adab, un semanario de amplia circulación de El Cairo, en su novela de 1971 Al-Zayni Barakat. El difunto Naguib Mahfuz, ganador del premio Nobel, describió este ambiente en varias novelas de finales de los 60 y principios de los 70 como Miramar; Zarzara fawq al-Nil (Veladas del Nilo) y Al-Karnak (Café Karnak). Estas obras podrían incluso considerarse obras de “emigración interna”. Veladas del Nilo es particularmente reveladora, puesto que describe las vidas de los empleados del sector cultural estatal, quienes, bien pagados y bien cuidados, tienen poco que decir, dado que la censura formal e informal frustra la expresión y el gobierno unipartidista impide el compromiso significativo.

En tales circunstancias, las opciones de un escritor se reducen a la nostalgia (Miramar) o la trivialidad (Veladas del Nilo). Irónicamente, cuando se disipó este ambiente, al igual que ocurre en Café Karnak, los escritores egipcios se vieron obligados a emigrar incluso en mayor número, esta vez por la reducción del apoyo estatal a las artes. Incluso algunos de los escritores más importantes del país, como el dramaturgo Alfred Farag o los intelectuales Raga al-Naqqash y Lutfi al-Joli, pasaron gran parte de los 70 y los 80 fuera de Egipto. Los escritores árabes nunca han podido vivir solo de su obra, y la repentina eliminación de los encargos públicos y la reducción del apoyo público supuso que muchos escritores se vieran abocados a la penuria potencial o real. Hoy en día, la situación ha cambiado con la llegada del apoyo a gran escala de las artes por parte de los medios de comunicación y las fundaciones con sede en el Golfo, así como con los premios y galardones literarios a veces lucrativos. Aunque todo esto no ha estado exento de sus propios problemas, quizá tergiversando la producción literaria en la dirección de los valores del mercado en lugar de los antiguos valores burocráticos, sí que ha dado lugar a nuevas formas de apoyo para los escritores que a veces tienen dificultades.

No obstante, por difícil que haya sido la situación de los escritores egipcios, no era nada en comparación con los escritores de otras partes del mundo árabe, para quienes a veces ha sido imposible vivir en sus países de origen. Abdel-Rahman Munif, por ejemplo, uno de los escritores árabes más importantes de las últimas décadas del siglo pasado, vivió gran parte, por no decir toda, su vida en el extranjero, por haber ofendido a muchos regímenes árabes con sus escritos. Los importantes poetas iraquíes Badr Shakir al-Sayyab y Abdul-Wahab al-Bayati se vieron obligados a vivir fuera de su país durante gran parte de su vida, a riesgo de ser encarcelados o algo peor si decidían volver: al-Sayyab pasó gran parte de la década de los 50 entrando y saliendo de prisión por crímenes políticos y murió en 1964; mientras que al-Bayati, fallecido en 1999, vivió en su país natal sólo de forma intermitente. Claramente, el caos que ha reinado en Iraq desde la invasión de 2003 impulsada por Estados Unidos también ha hecho imposible para muchas personas, incluidos los escritores, vivir en el país con seguridad.

Además, uno de los poetas contemporáneos más conocidos del mundo árabe, el sirio Ali Ahmed Said (Adonis), ha elegido no vivir en Siria, al menos en parte por discusiones con el régimen. Su compatriota Nizar Qabbani, cuya poesía atrajo a un público muy numeroso en todo el mundo árabe, pasó la última parte de su vida en Londres, donde murió en 1998. Toda una generación de escritores libaneses fue obligada a dejar Líbano durante la guerra civil en los años 70 y 80, asentándose en París o Londres y convirtiendo la violencia y la expatriación en importantes temas de su obra. Este ha sido el caso de Hanan al-Shayj, que ha escrito sobre la vida en el exilio en Londres en su novela Innaha London ya azizi (Esto es Londres), y de Hoda Barakat, otra escritora libanesa que vive en Europa, en su caso en París. Todos estos escritores escriben o escribían en árabe para públicos árabes, aunque desde posiciones ventajosas fuera del mundo árabe. En las últimas décadas, particularmente durante la guerra civil que desbarató el sector editorial libanés, las capitales extranjeras se han convertido también en importantes centros editoriales árabes, ayudando a sortear la censura y los problemas de distribución en casa.

Sería falso pretender que uno de los principales factores que ha determinado la decisión de muchos distinguidos escritores árabes de vivir en el exilio no haya sido a veces la amenaza de la censura, el encarcelamiento, o incluso las agresiones físicas

Con todo, el ejemplo más importante con diferencia de escritores obligados a vivir en el extranjero en una situación de exilio o falta de hogar forzada ha sido el de los escritores palestinos. Tras la declaración de la constitución del Estado de Israel en 1948 y la consiguiente desaparición de la Palestina histórica, unos 750.000 palestinos pasaron a ser refugiados en los países circundantes, donde su condición de personas sin Estado los hizo vulnerables incluso a la explotación, ya que les era imposible volver a su país de origen. Los escritores palestinos durante las siguientes décadas, a menudo refugiados ellos también, han empezado rápidamente a explorar esta condición de falta de hogar, con el autor de relatos breves Ghassan Kanafani, los poetas Mahmud Darwish y Murid Barghuti y el ensayista y erudito Edward Said como autores más conocidos de entre un gran número de escritores.

Edward Said recibiendo el Premio Príncipe de Asturias

Edward Said recibiendo el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, ante la mirada de Daniel Barenboim. Oviedo, España, 25 de octubre de 2002. / Manuel H. de León /EFE

En su novela corta Riyal fi al-shams (Hombres en el sol), Kanafani describió las vidas de los trabajadores palestinos en Iraq que esperaban cruzar al vecino Kuwait en busca de trabajo. Sin patria y sin dinero, son abandonados a morir en la frontera al implacable calor del sol. De forma similar, Darwish, nacido en Galilea en 1941 y que huyó al exilio con su familia en 1948, escribió poesía que exploraba la pérdida y el exilio palestinos, por ejemplo en la colección de 1986 Ward aqal (Menos rosas). Esta colección contiene poemas como “Viajamos como todos” (“Viajamos como todos, pero no volvemos a nada”) y “Aeropuerto de Atenas” (“el aeropuerto de Atenas cambia de gente todos los días, pero nosotros nos hemos quedado ahí… esperando al mar”). En una obra en prosa de 1982, Dakira li al-nisyan (Memoria para el olvido), Darwish escribe sobre la vida de un refugiado palestino en Beirut cuando la ciudad sufre un ataque israelí. Le preguntan “¿por qué no te vuelves a tu país?”, aunque no tiene ningún país al que volver. Este estado de exilio aparentemente perpetuo, producido por la guerra y la ocupación, también es explorado por Barghuti y Said. En Raaytu Ramallah (He visto Ramala), unas memorias de 1997, Barghuti escribe sobre su regreso a su ciudad natal de Ramala en Cisjordania después de tres décadas en el exilio. La ciudad está marcada por la ocupación y la diáspora, con los habitantes originales distribuidos desde “Calgary a Ammán, de Sao Paolo a Yida, de El Cairo a San Francisco, de Alaska a Siberia”. En su memoria Fuera de lugar, publicada en 1999, Said igualmente reflexiona sobre una vida pasada en el exilio, “fuera de lugar” y aislada de la realidad en casa.

NUEVOS HORIZONTES

Los escritores árabes del siglo XX a menudo escribían sobre lo que Tayeb Salih llamaba la “migración hacia el norte” en su novela homónima; en otras palabras, la experiencia de viajar a Europa desde el mundo árabe y las dificultades que a veces les esperaban a su vuelta. De hecho, este tema de las diferencias entre Oriente y Occidente, y de lo que podía aprenderse de la civilización europea y lo que debía rechazarse de ella ha ocupado a los escritores árabes desde la obra de al-Tahtawi en el siglo XIX. Se puede decir que ningún autor árabe moderno ha escapado a este tema, y algunos lo han convertido en uno de los temas principales de su obra.

Sin embargo, ninguno de estos primeros escritores parece haber considerado la posibilidad de vivir permanentemente en el extranjero, incluso si al menos algunos de ellos en realidad sí lo hicieron, ya fuera por razones profesionales o por estar desahuciados y exiliados. En la actualidad, sin embargo, este no es el caso, y la mayor facilidad de movimiento entre Europa y el mundo árabe, una de las características de la globalización contemporánea, junto con la inmigración a gran escala de los países árabes a Europa (especialmente del Magreb) en las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, ha supuesto que ahora hay un significativo número de personas de origen árabe que han creado sus hogares en países europeos, muchos de ellos nacidos allí y sin memoria alguna de haber crecido en ningún otro lugar. ¿Debería considerarse la obra de los escritores de estas comunidades como perteneciente a la literatura europea? ¿O debería considerarse parte de la literatura del mundo árabe, puesto que se escribe en árabe y está, al menos en parte, dirigida a un público árabe?

Los escritores árabes que viven en el extranjero han podido crear durante mucho tiempo formas de expresión que han enriquecido tanto a sus países de origen como a los de residencia o ciudadanía. Los autores libaneses del Mahyar en Estados Unidos a principios del siglo pasado son un ejemplo de ello, aunque el modelo que ofrecen es limitado: la mayoría de ellos escribía en árabe para un público de habla árabe, y si contribuían a la cultura literaria de Estados Unidos era de forma conscientemente exotizante. Sin embargo, también hay otros modelos, algunos ofrecidos por la situación de otros es critores “postcoloniales” en el sentido amplio y de distintos orígenes. Salman Rushdie por ejemplo, uno de varios escritores de origen indio que adquirieron importancia en Gran Bretaña en los años ochenta, ha escrito sobre lo que él llama “patrias imaginarias”, ya sea la India o Gran Bretaña, proporcionándole ambas material para sus novelas y otros escritos.

Sería difícil argumentar que Rushdie y otros escritores originariamente de países antiguamente colonizados por Gran Bretaña, pensando también en los escritores caribeños y africanos, no han ocupado el lugar que les corresponde en la escena literaria británica. Gracias en parte al hecho de que hay público en todo el mundo para la literatura escrita en inglés, también han logrado un reconocimiento internacional. Rushdie ganó el Premio Booker, el premio literario británico más prestigioso, por su novela de 1981 Hijos de la media noche, una novela escrita en inglés y publicada en Londres por un escritor indio que escribe sobre sus memorias de la India. V.S. Naipaul, un escritor caribeño de origen indio que vive y trabaja en Gran Bretaña, ganó el Premio Nobel de Literatura de 2001. Tales ejemplos de “hibridación”, parte de las crecientes tendencias internacionales que gobiernan la producción cultural en distintos países, se han añadido a la identidad británica como sociedad multicultural y constituida por personas de diferentes orígenes. En respuesta a la pregunta de lo que significa ser un escritor indio fuera de la India, Rushdie escribió que el escritor indio debe ser tan libre de utilizar los recursos imaginativos del resto del mundo como los escritores occidentales. Escribía para las personas que “se sienten parte de las cosas sobre las que escribo” y “también para cualquier otra persona a la que pueda llegar”.

Algunos escritores árabes contemporáneos que viven y trabajan en el extranjero se han tomado tales lecciones a pecho y han llegado a lectores en sus países de residencia, sobre todo si dichos países son también sus países, o uno de sus países, de ciudadanía. La escritora egipcia Ahdaf Sueif, por ejemplo, escribe en inglés para un público de habla inglesa, al igual que el escritor libanés Hisham Matar, y ambos viven en Gran Bretaña. Del mismo modo, los procesos de internacionalización e hibridación también han sido observados en otras literaturas, con Tahar Ben Jelloun, por ejemplo, un escritor marroquí que escribe en francés, y que ahora forma parte del establishment literario francés gracias a que es miembro del jurado del Premio Goncourt; y Assia Djebar, una escritora argelina que escribe en francés y reside en Nueva York, que también juega un papel al menos tan importante en la vida literaria francesa como en Argelia, especialmente gracias a que es miembro de la Academia Francesa. Escritores más jóvenes, como el marroquí Abdellah Taia, que vive en Francia y escribe en francés, y el argelino Yasmina Khadra, seudónimo de Mohammed Moulessehul, que también vive en Francia y escribe en francés, han añadido un nuevo internacionalismo a la literatura francesa.

Ahora hay un significativo número de personas de origen árabe que han creado sus hogares en países europeos, muchos de ellos sin memoria alguna de ningún otro lugar. ¿Debería considerarse la obra de estos escritores como literatura europea?

Sin embargo, como admite Rushdie, ser un escritor indio de éxito en Gran Bretaña no es lo mismo que ser un escritor indio de éxito en la India, donde los gustos y el público son diferentes, y donde la lengua de la literatura no es necesariamente, o no solo, el inglés. Ahdaf Sueif puede ser una de los pocos autores árabes que han sido capaces de desarrollar una carrera de alto nivel tanto en su país de origen como en su país de adopción, y en inglés y en árabe. En el pasado, los escritores árabes a menudo se han visto obligados a elegir entre tener éxito en su país de adopción, escribiendo en el idioma de dicho país y para su público, o continuar su carrera en su país de origen. No han sido necesariamente capaces de hacer ambas cosas. Tales observaciones plantean preguntas desde hace tiempo en relación con el tráfico literario entre Europa y el mundo árabe, con escritores populares en casa desconocidos en el extranjero y escritores populares en el extranjero desconocidos en casa. Entre los escritores árabes contemporáneos que han salvado intrigantemente esta división se encuentra el novelista Alaa Al Aswany, cuyos libros han sido superventas tanto en árabe como en sus traducciones europeas.

Importantes escritores árabes siguen siendo ampliamente desconocidos en los países occidentales, aunque viven, o han vivido, allí. Saadi Yussef, un importante poeta iraquí, vive en Londres, donde es prácticamente desconocido, al no escribir en inglés para un público de habla inglesa y al no participar en la vida cultural británica. Algo similar ocurre con el novelista libio Ibrahim al-Koni, que ha vivido durante mucho tiempo en Suiza, y con el novelista egipcio Nabil Naum, que vive en París. Aunque encantados de que se les traduzca a lenguas extranjeras e incluso de vivir en países occidentales durante amplios periodos de tiempo, tales escritores árabes no han deseado realmente desempeñar un papel en la vida cultural de su país de acogida. Otros, por el contrario, lo han hecho con mucho gusto, contribuyendo a la creciente internacionalización de muchas literaturas europeas. Estas literaturas han cambiado enormemente en el último medio siglo como resultado de la obra de escritores del mundo postcolonial o del mundo árabe, pero siguen pendientes muchas antiguas preguntas sobre identidad, lengua y público.

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