Larbi Sadiki
Profesor de Política de Oriente Medio, University of Exeter. Autor de Rethinking Arab democratization. Elections without democracy. [+ DEL AUTOR]

Un tigre de arcilla frente al pueblo el contexto social de la revolución

El siguiente análisis estudia el contexto de los acontecimientos que catalizaron en la revolución de Túnez. Se deduce de él una advertencia: la revolución está aún desarrollándose y es incipiente incluso un año después de la destitución del dictador Zin al-Abidín Ben Ali. Serán necesarios años de estudio en profundidad para poder obtener una evaluación crítica rigurosa de dichos acontecimientos, pero la siguiente contextualización representa una lectura preliminar de la primera revolución del poder del pueblo en el mundo árabe, en la que se analizan las dimensiones y dinámicas políticas y económicas.

La revolución está aún desarrollándose y es incipiente incluso un año después de la destitución del dictador Zin al-Abidín Ben Ali

La República que nunca fue

El que Obama mencionara en 2010 a Túnez justo después de los países que lideraban la lista negra de la censura de la prensa y la falta de libertad fue un mal augurio para Ben Ali. Éste no construyó una economía robusta a partir de la nada. Los niveles de vida en Túnez son iguales o incluso superiores a los de Estados ricos en petróleo como Libia y Argelia, justo al lado. Los fondos especiales para microcréditos y el fomento del empleo hicieron maravillas reduciendo la pobreza y creando empleo en los 90 y posteriormente. Pero estos éxitos no justifican el gobierno único y la vuelta a la presidencia vitalicia. Cuando llevó a cabo su golpe de Estado incruento en 1987, Ben Ali prometió que construiría una nueva república. Modificó la constitución para limitar la presidencia a dos mandatos y manifestó su oposición a la presidencia vitalicia. Redactó un nuevo contrato con la sociedad para diseñar una hoja de ruta gradual a fin de alcanzar el pluralismo y la reforma. Pero una a una, faltó a todas las promesas: modificó la constitución para que la presidencia vitalicia fuera posible mediante elecciones y se rodeó de tecnócratas competentes, que eran a la vez “clientes” en deuda con él por su influencia y supervivencia política. Ben Ali funcionaba sin la aportación de una oposición autónoma o de un asesoramiento independiente. Su destacado valor político era la estabilidad, no la democracia, que junto a los derechos humanos era un simple adorno teórico.

Concentración para celebrar el primer aniversario del triunfo de la revolución que acabó con Ben Ali

Concentración para celebrar el primer aniversario del triunfo de la revolución que acabó con Ben Ali. Túnez capital, 14 de enero de 2012. /EFE

Cuando llevó a cabo su golpe de Estado incruento en 1987, Ben Ali prometió que construiría una nueva república

Tras las elecciones de 2009 los tunecinos empezaron a preguntarse si Ben Ali pretendía dejar el poder en 2014 y en qué circunstancias. Se emitió el “Llamamiento de los 1.000”, una petición iniciativa de dos futuros candidatos presidenciales: Hedi Jilani, jefe del sindicato estatal para industriales y comerciantes (UTICA), y el yerno de Ben Ali, Sajer al-Materi. La petición rogaba a Ben Ali que permaneciera en el poder durante un mandato más, hasta 2019. Para que esto pudiera salir adelante hubiera sido necesario enmendar la constitución para modificar la edad máxima de los candidatos, actualmente fijada en 75 años. Si se hubiera quedado hasta 2019, Ben Ali habría gobernado en Túnez durante 32 años, es decir, dos años más que Habib Burguiba, derrocado en 1987 bajo los argumentos de senilidad y presidencia vitalicia.

Al mismo tiempo, los Trabelsi, la familia política de Ben Ali, siguieron aumentando su riqueza hasta la destitución del presidente. Esa era la compensación que los hermanos Trabelsi (especialmente el multimillonario Belhassen) querían a cambio de no aspirar a la presidencia. Su hermana, la señora de Ben Ali, sí tenía los ojos puestos en ella. Además, al mismo tiempo estaba preparando para ello a su hermano pequeño (que se rumoreaba que era su hijo ilegítimo) Imad Trabelsi, que fue elegido alcalde del rico distrito de La Goulette, a las afueras de Túnez capital. Pero el yerno de Ben Ali, Sajer al-Materi, le habría hecho sudar tinta en una posible futura carrera presidencial.

Ben Ali asentó aún más su control sobre la sociedad civil cuando en 2010 introdujo en el parlamento una ley que criminalizaba todo contacto con partidos extranjeros y por implicación, las actividades, incluidas las intelectuales que pudieran considerarse dañinas para la economía del país. Se trataba de una ley extraña, sin parangón en ningún otro lugar, que pretendía evitar todo tipo de presión que pudiera echar por tierra la adhesión del país al estatuto avanzado que Ben Ali y compañía esperaban que la UE concediera a Túnez a finales de 2010. Esta ley fue desastrosa para Túnez y para la UE, que permaneció inactiva, en silencio y apoyando al dictador derrocado hasta el final.

El “pacto del pan”: un fracaso

El “pacto del pan” de los años 60, desde Argelia hasta Jordania, definió el papel providencial de los Estados árabes empobrecidos. A cambio de deferencia política, el Estado se comprometió a subvencionar bienes y productos estratégicos. Esto funcionó hasta que intervinieron dos dinámicas.

En primer lugar los programas de austeridad del Fondo Monetario Internacional recomendaron la limitación o eliminación de todos los subsidios de productos estratégicos (harina, queroseno, té, azúcar, pan, etc.). Los subsidios no encajaban bien con los principios de la economía del mercado libre. La mayoría de los gobiernos, dependientes de donaciones exteriores, aceptaban más o menos esta parte de la creencia popular. No obstante, y en segundo lugar, en los años 70 y 80, los argelinos, los jordanos y, no en menor medida, los egipcios, los marroquíes, los sudaneses y los tunecinos tomaron posiciones contra la austeridad del FMI. Mediante las protestas del pan, los alborotadores recordaron a sus gobernantes sus promesas a favor de una “economía moral”. Muchos murieron, obligando a sus regímenes a reconsiderar los programas de austeridad. Otros tuvieron que reescribir el “pacto del pan”.

La UE permaneció inactiva, en silencio y apoyando al dictador derrocado hasta el final

Túnez fue uno de esos países cuyos disturbios del pan de 1984 ‒que condujeron al mayor reto en 27 años para el gobierno de Burguiba‒ nunca resolvieron el problema. Estaba dividido entre mantener un atisbo de “economía moral” o ser un buen cliente del FMI. Cuando cientos de personas murieron en los disturbios de 1984, Burguiba anuló las subidas de los precios de los productos estratégicos y permitió un cierto grado de pluralización política. Antes de eso, en la segunda mitad de la década de los 60, el programa de colectivización del superministro Ahmed Ben Salah había hecho estallar disturbios entre los agricultores y los propietarios de pequeños terrenos. En respuesta a dichos disturbios, Burguiba revocó las políticas de su superministro (a cargo de cuatro ministerios) y lo destituyó, culpándolo de la agitación.

Pasarían otros veinte años hasta que los pobres volvieran a atacar contra la mala distribución del Estado, especialmente porque ni los rápidos ardides de mediados de los 60 ni los ajustes económicos de mediados de los 80 habían reducido las preocupaciones sobre la distribución igualitaria a favor de ciertas personas o regiones del país. Las regiones del centro y el sur de Túnez se beneficiaron muy poco del desarrollo impulsado por el Estado tras la independencia. Esta es una de las razones por las que todos los levantamientos del pan y las protestas antisistema, incluidos los de diciembre de 2010, estallaron a menudo en estas regiones ‒las gobernaciones de Gafsa, Kasserine y Sidi Bouzid.

El “tigre de arcilla”: ¿qué falló?

Las cifras económicas pueden ser fácilmente engañosas cuando las estadísticas de Estado crean una imagen lejana a la realidad. En el caso de Túnez, la manipulación de las cifras gubernamentales ha significado que el modelo socioeconómico asumido por muchos expertos y legisladores muestra que el país no era más que un tigre de papel o de arcilla. Sobre el papel, Túnez ‒el “tigre asiático del Magreb”‒ con algunos índices estadísticos verificables, parecía económicamente saludable. Durante los últimos diez años el crecimiento anual fue de media de entre el 4% y el 4,5%. Se consideraba que, para una economía no basada en hidrocarburos, esta cifra era una prueba de su sólido rendimiento. El Fondo de Solidaridad Nacional (FSN), al igual que otros programas creados durante el tiempo en que Ben Ali estuvo en el poder, exige una reevaluación de estas cifras. Aunque las estadísticas y los datos provenían del régimen y estaban parcialmente maquillados, sí que se consiguieron ciertos avances con estos programas de reducción de la pobreza.

Túnez estaba dividido entre mantener un atisbo de “economía moral” o ser un buen cliente del FMI

La manipulación de las cifras gubernamentales muestra que el país no era más que un tigre de papel o de arcilla

Pero, como afirma Husein Demassi, un destacado economista tunecino que habló con el autor de este artículo en febrero de 2011 en Susa, existía una corrupción oculta vinculada con el FSN, ya que de los importes donados, Leila Ben Ali y otros que administraban el fondo malversaban millones anualmente. No obstante, existen ciertas pruebas, añade Demassi (que también trabajó para el movimiento sindicalista del país) de que el FSN debía facilitar cierta reducción de la pobreza con su intervención en menos de 2.000 de las denominadas zonas ensombrecidas.

Se estima que a lo largo de 10 años se concedieron unos 100.000 microcréditos, que ayudaron a distintas personas con todo tipo de pequeños proyectos y negocios. El crédito de esta iniciativa corresponde al pueblo tunecino. Un 20% de la población adulta activa ha contribuido a estos fondos voluntarios de un modo u otro. Aún así, reducir la pobreza y ayudar a mejorar la vida de los pobres no es lo mismo que crear empleos. Y no se debe olvidar este punto al evaluar el impacto de los fondos de desarrollo en cualquier lugar. Los fondos del FSN mejoraron la calidad de la pobreza, pero no hicieron nada por erradicarla. Además, los fondos tuvieron un papel decisivo a la hora de mantener a los pobres bajo control mediante mecanismos de distribución que tuvieron bastante éxito. Uno puede aventurarse a pensar que el FSN retrasó lo inevitable: los “disturbios del pan”. Debemos tener en cuenta que este tipo de activismo estalla siempre en el caso de Túnez por cuestiones relacionadas con los artículos de primera necesidad. Sin embargo, los disturbios del pan siempre han conducido a la exigencia de libertades políticas. Mohammed Bouazizi se roció con gasolina el 17 de diciembre de 2010, no porque tuviera hambre, sino porque sintió que su autoestima, la libertad de cambiar su situación y una oportunidad dignificada de expresarse no estaban a su alcance como consecuencia de la negligencia del Estado con respecto a su difícil situación y la de otros jóvenes como él, especialmente en las regiones desfavorecidas del centro y el sur de Túnez. Esto es tan cierto en Túnez como en otros Estados árabes empobrecidos y muy poblados, donde se pueden contar bouazizis por millones.

La investigación de campo realizada por este autor en febrero de 2011 tras la revuelta de enero, y que incluyó entrevistas con jefes sindicalistas intermedios, así como con muchos jóvenes desempleados y familias pobres, confirma un panorama desalentador de los marginados de Túnez, que pasan años sin empleo. Algunos sólo trabajan algunos días al mes (y el Estado los contabiliza como empleados a tiempo completo aunque sólo trabajen un día a la semana). Las élites políticas de Túnez pueden encontrarse a las puertas de un importante avance democrático tras la revolución del 14 de enero que derrocó al dictador Ben Ali, pero si no prestan atención a la pobreza y la marginación, es posible que se enfrenten a una constante agitación y futuras mini-revoluciones de los pobres. La igualdad política que no rinde cuentas de la igualdad económica será una revolución incompleta. Y esto se puede generalizar a otros Estados en los que las revoluciones puedan derrocar a los dictadores.

Precursores de la revolución y de la sociedad civil de Túnez

Teniendo en cuenta el análisis anterior, ahora se puede intentar buscar una explicación global para la primera revolución del poder popular en el mundo árabe. Para ello, el análisis de este artículo intenta establecer conexiones utilizando una serie de factores, incluido el estado de la sociedad civil en el periodo previo a la revolución antes de la destitución de Ben Ali el 14 de enero de 2011.

Túnez, como Estado-nación del tercer mundo, estaba sometido a las presiones internacionales que acompañan a la ayuda extranjera y la intervención global. Como sabemos, el problema es doble en los regímenes dictatoriales de las antiguas colonias. “Muchas de las circunstancias de la privación del derecho al voto en el tercer mundo no se deben sólo a crueles dictadores, sino también a la forma en la que estas sociedades están conectadas con el sistema mundial”1. La revolución estaba tan en contra del Estado autoritario tunecino como de la desigualdad y la pobreza agravadas por las instituciones financieras mundiales que le dieron su apoyo. Túnez había recibido una significativa ayuda financiera de las instituciones monetarias internacionales y de los gigantes económicos del mundo. El destituido presidente tunecino recibió alabanzas por sus logros del presidente francés Jacques Chirac durante su visita a Túnez en 2001. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional también elogiaron su índice de crecimiento económico. No obstante, sus estimaciones no lograron reflejar de forma precisa la realidad económica del Estado tunecino en su conjunto. El norte estaba favorecido con un apoyo sostenido y generoso, frente a las regiones del centro y el sur del país, que sufrían marginación y abandono. El Instituto Nacional de Estadística tunecino señala el hecho de que el desempleo en el año 2010 no superó el 13%, mientas que ciertas fuentes no gubernamentales, como la Unión General Tunecina del Trabajo calcula que está en el 50%, especialmente en el centro y el sur del país.

Tal como se menciona anteriormente, la mala distribución de la riqueza importa. Con Ben Ali, Túnez sufre masivas disparidades de ingresos. Unas pocas personas con lazos directos o indirectos con el régimen controlaban la mayor parte de la riqueza de la nación. La régente de Carthage (la regente de Cartago), de Nicolas Beau y Catherine Graciet, revela la extensión de la influencia de la esposa del destituido presidente Ben Ali y su clan Trabelsi. Esta familia ejerció un control hegemónico sobre una cuota masiva de la actividad económica nacional, ya fuera a través de la propiedad de empresas y entidades financieras o mediante acuerdos basados en comisiones como intermediarios en procedimientos administrativos y financieros2. En este sentido, el periódico francés Le Figaro informó de forma precisa de que las familias de Ben Ali y Trabelsi controlaban en realidad el 40% de la economía tunecina.

En lo referente a los parámetros de desarrollo económico, el Instituto Nacional de Estadística tunecino muestra en su informe de 2008 que el gasto del Ministerio de Desarrollo durante el periodo de 2006 a 2008 ascendía a una suma de 311,6 millones de dinares tunecinos. Además, el informe indica que del presupuesto estatal se dedicaron durante el mismo periodo en torno a 306,5 millones de dinares tunecinos al desarrollo sostenible y el medio ambiente3. Esto nos lleva a un debate abierto sobre cómo se gastó y distribuyó este dinero. También plantea la pregunta de por qué el sur y el centro del país sufrieron un estado de marginación sostenida y la falta de desarrollo.

Desigualdad y juventud

La desigualdad en Túnez fue uno de los principales factores que contribuyeron a la revolución. Las estadísticas muestran un alto porcentaje en el segmento de la juventud, ya que los tunecinos de entre 15 y 39 años representan el 43,7% de la población total. El mercado laboral tunecino se caracteriza por el alto porcentaje de mano de obra disponible, ya que la población del país de entre 15 y 59 años de edad está cerca del 66,4%4. Los desempleados, según las estimaciones oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas en 2010, eran 491.000, aproximadamente el 13%. Pero al analizar la distribución de los desempleados por grupos de edad se muestra que el porcentaje de desempleados entre los 20 y los 29 años de edad es del 60,1%.

Mohammed Bouazizi no se roció con gasolina porque tuviera hambre, sino porque sintió que su autoestima no estaba a su alcance

La baja calidad de vida sufrida por la población contribuye a este estado general de dificultades. Cerca del 13,8% de las familias tunecinas no tuvo acceso a agua potable limpia a través de la empresa de suministro de agua. El informe del Instituto Nacional de Estadística del año 2010 indica que el 33,9% de la población vive en circunstancias desfavorables, es decir, que recibe bajos niveles de servicios como electricidad, suministro de agua, carreteras, alcantarillado, saneamiento y otros servicios facilitados por los municipios. Esta baja calidad de vida fue subrayada por Mawlidi al-Riyahi, miembro de la oficina política del Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades5. Las mismas estadísticas muestran que esa cifra era del 35,1% en el año 2004, lo que significa que en seis años solo hubo una mejora del 1,2%, lo que cuestiona las políticas gubernamentales de Ben Ali. Se observaron los peores niveles de mejora de las condiciones de vida en el centro y el sur, un área habitada por el 51,2% de la población total. Huneifi al-Faridhi6, abogado y miembro del Comité de Protección de la Revolución en Kasserine, señala el hecho de que estas áreas sufrieron marginación incluso durante el mandato de Habib Burguiba, pero que las malas condiciones de vida se agravaron bajo el gobierno del derrocado presidente Ben Ali.

Sociedad civil: ausencia más que presencia

Tras la toma de posesión del poder en 1987, el presidente Ben Ali introdujo una serie de reformas políticas que parecían favorables al pueblo tunecino. Además, estableció mayores libertades para que los partidos políticos pudieran involucrarse en una participación real en el poder. Pero poco después Ben Ali dio marcha atrás y pasó a reforzar su control sobre el poder.

Retrato de Mohammed Bouazizi expuesto en la calle en la que se inmoló

Retrato de Mohammed Bouazizi expuesto en la calle en la que se inmoló, provocando la revolución. Sidi Bouzid, Túnez, 20 de enero de 2011. / Philippe de Poulpiquet /EFE

La revolución estaba tan en contra del Estado autoritario tunecino como de la desigualdad agravada por las instituciones financieras mundiales que le dieron su apoyo

Las enmiendas legales posteriores condujeron a una vida política estancada, caracterizada por la hegemonía a largo plazo del partido en el poder y de su líder. Esto repercutió negativamente en todos los aspectos de la vida. Un estado de anquilosamiento político se impuso sobre el público tunecino, induciendo la creación de una serie de grupos políticos descontentos y privados del derecho al voto dentro de la sociedad civil. Ahmed Ben Salah, un antiguo primer ministro que sirvió bajo el mandato de Burguiba, dijo en una entrevista: “la autocracia y la falta de desarrollo de un sistema democrático fueron algunas de las razones de la revolución en Túnez”7. El conocido líder de la oposición Hamma Hammami, presidente del Partido Comunista de los Obreros de Túnez, declaró igualmente que: “había un estado de aislamiento doble, económico y político, durante el gobierno de Ben Ali que repercutió negativamente en toda la vida política, lo que constituyó la principal causa de la revolución”8.

La vida política en Túnez estaba en una situación de polarización. Por un lado, el partido de Ben Ali, la Coalición Democrática Constitucional, se encontraba en el centro de la escena política y estaba rodeado por una serie de partidos leales y afiliados. Esto fue observado por el abogado Mohammed Abbou (actualmente ministro en el nuevo gobierno de Hammadi Yebali formado a finales de 2011), miembro activo del Colegio de Abogados Tunecino. El político Mustafá Ben Yaafar, líder del Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades, añade que todos los partidos políticos sufrieron bajo el gobierno de Ben Ali por la intrusión del partido gobernante, la eliminación de las principales facciones de oposición en beneficio de un pequeño grupo de partidos que eran cómplices del partido en el poder y que fueron creados para dar una sensación ilusoria de actividad política democrática.
En su conjunto, la sociedad civil tunecina sufrió mucho a causa de las autoridades durante el reinado de Ben Ali. Sarah Leah Whitson, directora ejecutiva de la sección de Oriente Medio y el Norte de África de la organización Human Rights Watch, dice: “nadie en la sociedad civil tunecina está a salvo de la intervención del gobierno, ni siquiera los sindicatos, si se piensa que están criticando al gobierno. Éste, utilizando medios que van desde los obstáculos burocráticos hasta el abuso físico, puso a muchos sindicatos a su merced”9. Esto fue confirmado por Sayed Ubaid al-Briki, ayudante adjunto de la Unión General Tunecina del Trabajo: “el régimen creó un sistema férreo que no permitía el movimiento independiente de entidades y organizaciones de la sociedad civil.”10 No obstante, no podemos ignorar el hecho de la lucha tunecina en los ámbitos de los derechos humanos, los sindicatos y el sistema judicial, que constituía un arsenal cívico. Esta lucha produjo sus frutos durante la revolución, que condujo al derrocamiento de uno de los regímenes dictatoriales autocráticos más fuertes del mundo árabe.

La situación de los derechos humanos

Los lideres sindicalistas Adnane Hajji (i) y Bechir Labidi (d) participando en una manifestación

Los lideres sindicalistas Adnane Hajji (i) y Bechir Labidi (d) participando en una manifestación, después de ser liberados con un indulto presidencial tras 1 año de prisión. Habían sido condenados por “rebelión armada”. Túnez capital, 5 de noviembre de 2009. /EFE

El historial tunecino en derechos humanos antes de la revolución era objeto de crítica por parte de una serie de instituciones legales a nivel internacional, regional y local por las violaciones de los derechos humanos desde hace décadas. En este sentido, el ministro de Asuntos Exteriores francés Bernard Kouchner declaró el 22 de marzo de 2009: “es cierto que se producen violaciones de los derechos humanos en Túnez, ya que los periodistas son acosados, a veces encarcelados, y hay políticas generales represivas”. Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores francés añadió el 6 de noviembre: “nos preocupan profundamente las dificultades que sufren los periodistas y los activistas de los derechos humanos en Túnez. Expresamos nuestra preocupación al embajador tunecino y estamos debatiendo la cuestión con nuestros socios europeos”11. A pesar de las conocidas violaciones de los derechos humanos, Túnez no fue sancionada por los gobiernos ni los jefes de Estado porque el régimen era considerado un importante aliado de Occidente en lo que se denominó, tras el 11 de septiembre, la “Guerra contra el terrorismo”.

Conclusión

Las dinámicas descritas anteriormente intervinieron en paralelo y acumulativamente para actuar como catalizadores de un formidable cambio revolucionario ascendente desde las bases en Túnez. Sin una distribución justa y duradera del poder político y económico, las élites gobernantes deslegitimadas están abocadas tanto al fracaso como al olvido de la historia. Esa es la lección clave de la revolución del poder del pueblo de Túnez en enero de 2011. La revolución de Túnez pasó de ser un disturbio por el pan a convertirse en un formidable movimiento del poder popular. El objetivo pasó de intentar asegurarse concesiones del régimen a convertirse en una reivindicación de una amplia parte de la sociedad para el derrocamiento de aquel. El eslogan dégage (“vete”) se convirtió en el estandarte de unión y en el símbolo de las crecientes protestas populares en todo el país.

La revolución de Túnez pasó de ser un disturbio por el pan a convertirse en un formidable movimiento del poder popular

Por tanto, la protesta moral ya no era solo sobre la proverbial barra de pan. El pan se interrelacionó con cuestiones de hurriyya (libertad) y karama (dignidad). Y así la protesta creció en confianza, adquiriendo de hecho la masa crítica esencial necesaria de un movimiento de poder popular. El aspecto más importante en este cambio para convertirse en movimiento del poder del pueblo fue que la sociedad reclamara el autoliderazgo. •

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