Johannes Reissner
Departamento de investigación, Oriente Medio y África, Stiftung Wissenschaft und Politik. [+ DEL AUTOR]

Las relaciones con la Unión Europea y el programa nuclear

El deplorable estado de las relaciones entre la Unión Europea e Irán no debería ser considerado solo como la consecuencia de la desafiante (o inquebrantable, según Teherán) posición de la República Islámica en la controversia nuclear y sus políticas radicales antiisraelíes, sino que es también el resultado del antagonismo entre Estados Unidos e Irán. Desde la revolución de 1979, los Estados Unidos han actuado como tercero en discordia en las relaciones europeo-iraníes. En distintos grados, la política europea hacia Irán se formó dentro de un triángulo que incluía a Estados Unidos, al tiempo que Irán se convirtió en un importante problema en las divergencias de la política exterior transatlántica. En especial, después del derrocamiento de Saddam Hussein en 2003 y la consiguiente ocupación de Iraq por la cual los Estados Unidos se convirtieron en el actor más poderoso de la región. A ojos de Irán, Estados Unidos pasó a tener un peso mucho mayor que Europa. Washington ya ha dejado de ser el actor ausente y el futuro de las relaciones entre Irán y Estados Unidos parece ser, hoy por hoy, el mayor impedimento en un futuro acercamiento entre la UE e Irán. En este sentido, todavía están por ver las oportunidades que surgirán para las relaciones europeo-iraníes con la presidencia de Barack Obama.

El representante de la Política Exterior de la Unión Europea, Javier Solana (derecha), entrega un dossier con propuestas de la ONU a Mohammad Saedi, vicepresidente de la Organización de la Energía Atómica iraní

El representante de la Política Exterior de la Unión Europea, Javier Solana (derecha), entrega un dossier con propuestas de la ONU a Mohammad Saedi, vicepresidente de la Organización de la Energía Atómica iraní. Teherán, 14 de junio de 2008. / EFE

REVOLUCIÓN Y GUERRA

La percepción y la experiencia europea de la revolución iraní de 1979 fueron distintas a las de los Estados Unidos en aspectos fundamentales. En Europa, la revolución no fue percibida en términos de estrategia mundial y de pérdida de un socio importante en la Guerra Fría. Ningún país europeo había estado tan intensamente implicado en la política iraní antes de la revolución como lo estaba Estados Unidos desde el derrocamiento del Primer Ministro Mossadeq y la restauración del régimen de los Pahlavi en 1953. La revolución había derrocado al Sha, considerado como un lacayo americano y, a pesar del lema de Jomeini “ni Occidente ni Oriente, solo la República Islámica”, que expresaba el deseo general de independencia de todos los poderes exteriores, la política exterior iraní pasó a estar predominantemente dirigida contra Estados Unidos. Finalmente, los europeos no tenían ninguna experiencia traumática similar a la que los americanos tuvieron con la crisis de los rehenes desde noviembre de 1979, cuando 52 diplomáticos estadounidenses fueron retenidos durante 444 días.

El futuro de las relaciones entre Irán y Estados Unidos parece ser el mayor impedimento en un posible acercamiento entre la Unión Europea e Irán

La experiencia americana de la revolución estableció los patrones de su política exterior con respecto a Irán, lo cual se tradujo en un embargo general al país. Un embargo que fue también aplicado, si bien brevemente, por los países europeos. Además, cuando Saddam Husein atacó Irán en septiembre de 1980, la crisis de los rehenes (que duró hasta el 20 de enero de 1981) aún no se había resuelto. La esperanza de que Saddam Husein pudiera acabar con el régimen revolucionario de Teherán definió la actitud de Washington y la de Europa con respecto a la guerra a pesar de su posición, oficialmente neutra, y de las preocupaciones por la integridad territorial de Irán. Durante los ocho años de guerra, los Estados Unidos y Europa apoyaron a Iraq (en principio diplomáticamente, aunque los Estados Unidos y Francia también con ayuda militar), evitando así una declaración oficial que calificara a su gobierno como agresor. Alemania, por su parte, se tomó su neutralidad más en serio. Su Ministro de Asuntos Exteriores, Hans Dietrich Genscher, visitó Teherán en el verano de 1984. Esta visita demostró a Irán que no estaba totalmente aislado de Occidente, por lo que preparó el terreno para el posterior papel de Alemania como promotor de las relaciones europeo-iraníes dentro del marco de la política exterior europea y la coordinación transatlántica. En cualquier caso, la reacción occidental a la revolución y el comportamiento de Occidente durante la guerra entre Irán e Iraq alimentaron los sentimientos iraníes de desconfianza hacia Occidente y el deseo de ser independientes.

RAFSANYANI Y LA ERA DE LA RECONSTRUCCIÓN

La reacción occidental a la revolución y el comportamiento de Occidente durante la guerra Irán-Iraq alimentaron los sentimientos iraníes de desconfianza hacia Occidente

El final de la guerra entre Irán e Iraq, en el verano de 1988, fue seguido por la muerte de Jomeini un año más tarde. Ali Jamenei alcanzó entonces la cima del sistema político como líder supremo de la revolución, mientras que Ali Akbar Hashemi Rafsanyani fue elegido presidente. Estos enormes cambios dentro de Irán coincidieron, además, con la desaparición de la Unión Soviética. El Cáucaso y Asia Central volvieron a ser accesibles para Irán. Ambas regiones habían formado parte de los imperios persas en épocas islámicas y preislámicas de forma intermitente y, antes del avance de Rusia en la región en el siglo XIX, estaban profundamente impregnadas por la cultura y la lengua iraníes. Con la caída de la Unión Soviética, Irán recuperó su antigua posición geopolítica. Ahora no solo pertenecía al Oriente Medio árabe predominante sino, también, a la región de Asia Central y el Cáucaso. La nueva creación de Estados independientes conllevó otras preocupaciones de seguridad para Irán, como sucedió con la guerra entre Armenia y Azerbaiyán por Karabaj, la guerra civil en Tayikistán y la guerra civil en Afganistán, que aún seguía en curso tras la retirada de las tropas soviéticas. La estabilidad de la región, que era acertadamente considerada un requisito previo a la reconstrucción, se convirtió en el objetivo fundamental de la política exterior iraní. Irán abrigaba esperanzas de desarrollar su capacidad como un importante país de tránsito de mercancías, de petróleo y de gas. Sin embargo, estas esperanzas no pudieron materializarse. Una de las razones por las que no fue así es la política de contención estadounidense, la cual intenta evitar que Irán se convierta en una importante vía de tránsito para el Asia Central sin salida al mar. No obstante, las relaciones entre Estados Unidos e Irán se relajaron después de que Iraq ocupara Kuwait en el verano de 1990 y la subsiguiente Guerra del Golfo en la que Irán fue neutral. La agresión de Iraq contra Kuwait acercó un poco a Irán a las monarquías del Golfo Árabe, con las que se volvieron a establecer relaciones diplomáticas.

Los europeos compartían la preocupación de Irán por la estabilidad en la región y deseaban contribuir a la reconstrucción del país. El principio de los años noventa marcó el inicio de la “exploración de intereses funcionales mutuos” (como lo expresó Moshaver) en el comercio y la política, imponiéndose este proceso sobre las diferencias en las relaciones europeo-iraníes. Esto era algo nuevo para ambas partes, ya que durante las cuatro décadas anteriores a la revolución el principal socio occidental de Irán en el comercio y la política había sido Estados Unidos. De hecho, estaban previstas conversaciones preliminares sobre un acuerdo comercial entre la UE e Irán para el verano de 1992, pero estas conversaciones se aplazaron debido a que unos agentes iraníes asesinaron a líderes de la oposición kurda en el restaurante Mikonos, en Berlín, en septiembre. Debido al incidente de Mikonos y a que el veredicto de Jomeini contra el escritor Salman Rushdie aún seguía en vigor, se necesitaban nuevas formas de tratar con Irán. En la cumbre de la UE en Edimburgo, en diciembre de 1992, se inició el Diálogo Crítico como un modo de desarrollar las relaciones con Irán y, a la vez, de intentar cambiar su comportamiento. Los principales puntos en los que se pretendía producir un cambio eran las cuatro áreas de preocupación: los derechos humanos; las armas de destrucción masiva; la postura de Irán en el proceso de paz arabe-israelí y el terrorismo.

EL FRACASO DEL DIÁLOGO CRÍTICO

El Diálogo Crítico fracasó por varias razones. En primer lugar, no tenía ningún apoyo de Estados Unidos. Washington, en lugar de aprobarlo, formuló en abril de 1993 la política de doble contención contra Iraq e Irán. Esta medida contaba con el apoyo de Israel, que en otoño de 1992 desarrolló la doctrina de la amenaza iraní basada en la preocupación de que un posible acercamiento entre Estados Unidos e Irán podría privar a Israel de su estatus de supremacía estratégica. Otro obstáculo fue la amplia oposición entre el público europeo por el comportamiento de Irán con respecto a los derechos humanos.

Al igual que ocurriría durante la controversia nuclear, los iraníes siguieron los patrones de lo que Roudsari denominó “regatear las negociaciones”, mientras que los europeos eran más proclives a “argumentar las negociaciones”. La expresión regatear hace referencia al hecho de que el lado iraní estaba principalmente interesado por lo que podría sacar de los europeos. El término cubre todas las alusiones habituales a la mentalidad de bazar al describir el estilo de negociación iraní. Argumentar se centra en lo que es apropiado en una situación concreta. Este estilo de negociación indica que los europeos deseaban cambiar el comportamiento iraní. Por lo tanto, era visto por el lado iraní con sospecha y como una trasgresión de la independencia y la soberanía nacionales, elementos clave de las aspiraciones de la revolución.

El comercio y la inversión son el fundamento del interés mutuo de Irán y Europa. Para estimular el comercio, se renegociaron las deudas iraníes que habían alcanzado máximos de hasta 28.000 millones de dólares en 1993. Políticamente, Irán tenía interés en utilizar a Europa como contrapeso a los Estados Unidos y su política de aislamiento y contención. Esta política culminó en la Iranian Libyan Sanctions Act (ILSA en sus siglas en inglés) en agosto de 1996, las cuales esencialmente implicaban sanciones a toda empresa extranjera que invirtiera significativamente en los sectores libio o iraní.

HACIA LA COOPERACIÓN

Se podría considerar una ironía de la historia el que, poco después del juicio de Mikonos, Muhammad Jatami obtuviera una victoria aplastante en las elecciones presidenciales de junio de 1997. Su orientación de la política exterior hacia la conciliación parecía justificar la presunción subyacente de la política de Europa hacia Irán. Los hitos de su política fueron la distensión y el Diálogo entre Civilizaciones. Este último no estaba solo dirigido contra el Choque de Civilizaciones internacional, según la expresión de Huntington, sino también a nivel nacional con el lema de “Lucha contra la Agresión Cultural de Occidente”, tal como lo proclamaba el líder de la Revolución. Jatami presentó el Diálogo Entre Civilizaciones ante la comunidad internacional en la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 1998, y el año 2001 fue adoptado por las Naciones Unidas como el año del Diálogo entre Civilizaciones.

Ya en noviembre de 1997 todos los embajadores europeos habían vuelto a Teherán y, en junio de 1998, el diálogo se reanudó bajo el nombre de diálogo constructivo o integral. Este cambio no se debió solo a que el antiguo nombre resultara obsoleto, sino a que indicaba la convicción por ambas partes de que era posible una relación constructiva entre Europa e Irán.

Soldados iraquíes adentrados en territorio iraní posan junto a un retrato del Ayatolá Jomeini pintado en la pared de un puesto policial

Soldados iraquíes adentrados en territorio iraní posan junto a un retrato del Ayatolá Jomeini pintado en la pared de un puesto policial. Jorramshar, 27 de septiembre de 1980. / EFE

Los hitos de la política exterior de Jatami fueron la distensión y el Diálogo entre Civilizaciones

El movimiento reformista del 2 de Jordad (llamado así por la fecha de la elección de Jatami según el calendario iraní) podía ganar la mayoría en el parlamento en las elecciones de febrero de 2000. El movimiento incluía a todas las asociaciones y partidos políticos a favor de la reforma que se estaban alineando tras Jatami. Los reformistas padían el Estado de derecho, el fortalecimiento de los elementos democráticos de la Constitución y más transparencia del gobierno y su responsabilidad ante la gente. Tras el éxito del movimiento reformista en las elecciones, Romano Prodi, Presidente de la Comisión Europea, y otros políticos europeos de alto rango junto al presidente americano, Bill Clinton, declararon que Irán podría ser considerado como un interlocutor en la estabilidad de la región. La mejora de las relaciones de Irán con Occidente fue subrayada por las visitas del presidente Jatami a Italia (1999), Francia (1999) y Alemania (2000). El Diálogo entre Civilizaciones era el eslogan de la diplomacia y de las mejoradas relaciones a nivel social y cultural. No obstante, la oposición política en Irán contra la apertura hacia Occidente de Jatami, y los trágicos ataques terroristas en Nueva York del 11 de septiembre de 2001, acortaron la luna de miel entre Irán y Occidente y, en especial, Europa.

Dentro de Irán, la resistencia contra la apertura hacia Occidente de Jatami y sus esfuerzos por estimular la democracia, el Estado de derecho y la sociedad civil se volvió más obvia poco después de un congreso internacional en Berlín en abril de 2000, organizado por la Fundación Heinrich Boell del Partido Verde de Alemania. En el congreso, varios reformistas fueron atacados como representantes del sistema por iraníes que vivían en el exilio, concretamente miembros del Movimiento de los Muyahidines del Pueblo (Organización Muyahidin-e Jalk) y comunistas iraníes. Sus manifestaciones de oposición total a la República Islámica fueron grabadas por los medios de comunicación iraníes y, posteriormente, se mostraron en Irán de forma orquestada para así provocar la indignación popular. Los miembros del movimiento reformista del 2 de Jordad fueron acusados de ser traidores de la revolución y considerados como extranjeros. Esta indignación propició al Líder de la revolución una oportunidad única para destacar como balanza y árbitro entre las facciones opuestas. Declaró que la reforma y la democracia pertenecían a la identidad del sistema de la República Islámica. Además, no se trataría de una reforma en el sentido americano, sino de una reforma islámica; no de democracia liberal, sino de mardom salari (literalmente, gobierno del pueblo), que se convirtió en el término oficial para hablar de la democracia islámico-iraní. En este sentido, el líder estableció los límites a la reforma de Jatami y dejó claro quién tenía la última palabra en el país. Ya un año antes, en el verano de 1999, los Guardas Revolucionarios, los Pasdarán, habían mostrado su poder entre bastidores. Tras el brutal aplastamiento de las manifestaciones de estudiantes del 30 de julio, algunos líderes de los Pasdarán amenazaron al gobierno en una carta abierta diciendo que estarían preparados para mantener a la nación en el curso correcto de la revolución y el islam.

La oposición en Irán contra la apertura hacia Occidente de Jatami, y los trágicos ataques terroristas del 11 de septiembre, acortaron la luna de miel entre Irán y Europa

Los europeos, a pesar de las declaraciones a favor de los reformistas, no podían ayudarlos realmente en su lucha con los estratos conservadores y radicales de la política iraní. Jatami fue reelegido en 2002, pero en las elecciones parlamentarias de 2004, los conservadores recuperaron la mayoría en el Parlamento. Era cierto que el Consejo de los Guardianes había bloqueado la candidatura de muchos reformistas, pero la incapacidad del gobierno de Jatami para conseguir resultados económicos y para mejorar la situación social fue una de las razones principales de que perdieran los reformistas. La dura mano del Consejo de los Guardianes en las elecciones hizo más evidente lo que ya se conocía, a saber, que la manipulación forma parte de la democracia islámica. Los políticos europeos alzaron su voz en protesta contra este tipo de elecciones injustas pero, para entonces, los reformistas ya no confiaban en Europa.

Para la mayor parte de la élite política y la administración estadounidense, los eventos en Irán solo probaron que su sistema no podía reformarse desde dentro. A pesar de la entrevista a Jatami en la CNN en enero de 1998, en la que expresó su respeto por el pueblo y la civilización americanos, no se vio ningún avance en las relaciones entre Irán y Estados Unidos. El verano de ese mismo año, los Estados Unidos titubearon con posibles sanciones según la ley ILSA contra la empresa francesa Total. La Secretaria de Estado, Madeleine Albright, se disculpó públicamente por la participación estadounidense en el golpe de Estado de 1953 contra Mossadeq y en el partido de fútbol para la clasificación del Mundial 98, la selección iraní de fútbol venció a la americana en EEUU. Sin embargo, este triunfo no se convirtió en la diplomacia tipo ping-pong que una vez funcionó muy bien con China. En Irán, el líder de la revolución había convertido en tabú el debate abierto sobre la normalización de las relaciones con los Estados Unidos y algunas reuniones secretas con semifuncionarios iraníes no fructificaron.

DESPUÉS DEL 11 DE SEPTIEMBRE: EL EJE DEL MAL

El ataque terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 empeoró la situación. En la guerra contra los talibanes en Afganistán, dirigida por los Estados Unidos, Irán sí que prestó una importante ayuda apoyando a la Alianza Afgana del Norte. Y el positivo papel de Irán en las conversaciones de Petersburgo en diciembre de 2001 sobre el futuro de Afganistán fue reconocido como constructivo incluso por los funcionarios estadounidenses. No obstante, el presidente George W. Bush, en su discurso sobre el Estado de la Unión del 29 de enero de 2002, declaró que Irán, junto con Corea del Norte e Iraq, formaba parte del Eje del Mal. Esta medida fue incitada por la captura israelí del barco “Karin A” , el cual, se suponía, entregaba armas de origen iraní a la Autoridad Nacional Palestina. El discurso del Eje del Mal de Bush formó parte integrante de su Guerra contra el Terror. La guerra contra Iraq ya estaba planificada y el cambio de régimen ocupaba el pensamiento político americano sobre Irán.

La exigencia por parte de la UE de que Irán suspenda el enriquecimiento de uranio constituye solo una solución técnica para el problema político de la desconfianza mutua

Tras el derrocamiento de Saddam Husein, y con la impresión de que podría ocurrir algo parecido de sospecharse que Irán fabricaba armas nucleares, en mayo de 2003 Teherán ofreció en secreto una propuesta de diálogo a Washington. Las demandas de Irán incluían el fin del comportamiento hostil de Estados Unidos y la rectificación del estatus de Irán, la abolición de las sanciones, el respeto por el interés nacional de Irán en Iraq, el acceso total a tecnología nuclear pacífica, el reconocimiento de los intereses legítimos de seguridad de Irán en la región y la persecución de los terroristas anti-iraníes (sobre todo, la Organización de los Muyahidines del Pueblo). Las demandas de Estados Unidos también incluían el llamamiento al fin de cualquier ayuda importante a grupos como Hamas y Hizbullah, y a la aceptación de la declaración de Beirut de la Liga Árabe a favor de una solución de dos Estados para Palestina. No obstante, la Administración Bush rechazó la propuesta.

La posición de la UE ante Irán después de la ocupación de Iraq estuvo determinada, por un lado, por el deseo de curar la división transatlántica provocada por la negativa de algunos Estados europeos, concretamente Alemania y Francia, a participar en la guerra y, por otro lado, por la incrementada urgencia de la controversia sobre el programa nuclear iraní. En agosto de 2002, el grupo iraní de la oposición en el exilio, el Consejo Nacional de Resistencia (una organización tapadera de la Organización de los Muyahidines del Pueblo que está oficialmente incluida por Estados Unidos y Europa en la lista de organizaciones terroristas) reveló la existencia de dos centros nucleares en construcción, una instalación de enriquecimiento de uranio en Natanz y una instalación de agua pesada en Arak. Esto alarmó a americanos, europeos e israelíes por igual. El 21 de octubre de 2003, los Ministros de Exteriores de Francia, Alemania y el Reino Unido (los entonces denominados E3) hicieron una visita sorpresa a Teherán. El resultado de sus reuniones fue una declaración común en la que Irán acordaba cooperar con la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), firmar e implementar el Protocolo Adicional como medida voluntaria para la construcción de la confianza y suspender sus actividades de enriquecimiento y procesamiento durante el curso de las negociaciones. El E3, por su parte, acordó de forma explícita reconocer los derechos de Irán en virtud del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y considerar formas en las que Irán podría facilitar garantías satisfactorias con respecto a su programa de energía nuclear. El protocolo adicional fue firmado por Irán y puesto en marcha en diciembre del mismo año, pero nunca fue ratificado por el parlamento iraní.

Un análisis riguroso de los partidarios de Ahmadineyad muestra que muchos deben ser considerados políticos pragmáticos

Cuando el E3 (denominado el UE3 después de que la UE aprobara su política y convirtiera al Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad Común, Javier Solana, en el negociador principal) inició sus esfuerzos diplomáticos, el Diálogo Constructivo había llevado a la creación del Grupo de Trabajo de Energía europeo-iraní (1999) y a la preparación de un Acuerdo de Cooperación y Comercio y, también, se había iniciado un diálogo oficial sobre Derechos Humanos. Sin embargo, desde el invierno de 2003 la controversia nuclear se intensificó hasta el tenso estado actual. De forma paralela, la victoria americana sobre Saddam Husein se convirtió en la ocupación de Iraq, que se enfrentó a una creciente resistencia. Afganistán también resultó ser difícil de estabilizar. Irán, ahora libre de los talibanes y de Saddam Husein gracias a los Estados Unidos, utilizó las amplias oportunidades facilitadas por la desestabilización de la región para potenciar su propia posición. A nivel interno, no obstante, el gobierno de Jatami era cada vez menos capaz de producir resultados. Las reformas estaban bloqueadas por el bando conservador y las condiciones sociales del pueblo se hacían más duras cada día. Jatami se convirtió en un presidente sin futuro porque la Constitución ya no le permitía volver a presentarse a las elecciones presidenciales por tercera vez consecutiva. Los europeos, que habían sobreestimado el movimiento reformista tuvieron que descubrir que Jatami, como el ulema con el rostro amistoso, no podría hacer frente a los conservadores y los revolucionarios en la élite política iraní. Las titubeantes esperanzas de reformas sustanciales hicieron aún más difícil para los europeos conseguir el apoyo necesario de Washington para sus negociaciones con Irán sobre la cuestión nuclear.

AHMADINEYAD, LA CUESTIÓN NUCLEAR E IRÁN COMO POTENCIA REGIONAL

La victoria de Mahmud Ahmadineyad en las elecciones presidenciales del 24 de junio de 2005 contra su rival, el expresidente Rafsanyani, fue una sorpresa para muchos. Si bien esta victoria se atribuye normalmente a sus promesas populistas, este triunfo también mostró que una nueva generación y una clase diferente de políticos habían alcanzado los niveles más altos del sistema político iraní. Ahmadineyad tenía el apoyo del Líder de la revolución, así como de los Pasdarán y de las organizaciones paramilitares basij. Ahmadineyad y sus líderes representan una generación que fue políticamente formada no tanto por la revolución, sino por los ocho años de guerra contra Iraq. Están convencidos de que, después de haberse sacrificado por la nación durante la guerra, ha llegado su momento. Los reformistas son considerados como occidentalistas y como traidores a la Revolución Islámica. Sin embargo, no todos los partidarios de Ahmadineyad son activistas revolucionarios populistas, como sugiere su comportamiento. Un análisis riguroso de su ideología oficial muestra que muchos de ellos deben ser considerados políticos serios y bastante pragmáticos, ya que muchos son conscientes de los peligros de las políticas de Ahmadineyad y no están ya en absoluto unidos apoyándolo.

Ahmadineyad cambió la política de distensión de Jatami e instauró una política exterior agresiva. Esto, como explicó el Líder de la Revolución, no significa estar en guerra con el mundo exterior, sino que Irán presentará sus propias demandas en lugar de ser siempre objeto de las demandas y las amenazas de otros. Esta explicación muestra el deseo de ser aceptado y es una expresión de los sentimientos de trato injusto con profundas raíces históricas. La justificación de la diplomacia agresiva se enmarca en el ideal global de justicia entre las naciones y los Estados, tal como lo proclamó Ahmadineyad en la Asamblea General anual de las Naciones Unidas en septiembre de 2005. Los principales objetivos políticos de la diplomacia agresiva y la lucha por la justicia son el imperialismo y la política de acoso de Occidente, predominantemente de los Estados Unidos. A pesar de este posicionamiento ideológico, los líderes iraníes consideran posible un acuerdo con Estados Unidos, con la condición fundamental de que Washington cambie su comportamiento imperialista. De hecho, el Líder de la Revolución había roto su propio tabú de no tener contactos oficiales con los Estados Unidos ya en 2006. A finales de mayo de 2007, se mantuvieron en Bagdad las primeras conversaciones sobre la situación en Iraq y, desde entonces, Ahmadineyad ha declarado explícitamente en varias ocasiones que está dispuesto a mantener conversaciones.

El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, durante la conmemoración del Día Nacional de la Energía Atómica en la central nuclear de Natanz

El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, durante la conmemoración del Día Nacional de la Energía Atómica en la central nuclear de Natanz. Natanz, 9 de abril de 2007. / Abedin Taherkenareh/EFE

Israel pasó a soportar todo el peso de la política exterior agresiva. El 25 de octubre de 2005, en un congreso llamado “El mundo sin Sionismo”, Ahmadineyad citó a Jomeini diciendo que “el régimen de ocupación de Jerusalén debería desaparecer de las páginas de la historia” (normalmente traducido como: “se debería borrar a Israel del mapa”), con lo que conmocionó al mundo entero. Poco después, exacerbó la situación poniendo en duda el Holocausto, lo que culminó en el Congreso de diciembre de 2006 en Teherán. Desde la revolución, Teherán no reconoce ni la legitimidad de Israel ni su derecho a existir. Ahmadineyad juega esta carta para provocar sentimientos antiisraelíes entre las masas árabes y en países islámicos de todo el mundo, con lo que se realza la posición de Irán. Después de la guerra de Líbano entre Hizbullah e Israel en el verano de 2006, tanto el Líder de Hizbullah, Hassan Nasrallah, como Ahmadineyad, se convirtieron en héroes para las masas árabes. A nivel interno, el fervor antisionista y antiimperialista pretende servir a la estabilidad del régimen. Establece los parámetros del discurso público y actúa como referencia de lealtad al régimen. Nadie que quiera tener algo que decir en política se opondrá a estos parámetros, a pesar del hecho de que muchos iraníes se preguntan por qué tienen que ser más propalestinos que los propios palestinos.

Las pretensiones de potencia regional iraníes son comprensibles si se tiene en cuenta el entorno inestable desde la caída de la Unión Soviética, y el estar prácticamente rodeados por las tropas de EEUU

Irán considera el enriquecimiento de uranio un derecho inalienable en virtud del Tratado de No Proliferación Nuclear

Con el cambio de política exterior bajo el gobierno de Ahmadineyad, el enfoque principal de Europa de no aislamiento se vio amenazado, al quedar atrapado entre el punto muerto y la intensificación de la controversia nuclear y la política antiisraelí de Irán. Incluso poco después de que Ahmadineyad hubiera tomado posesión del cargo como presidente, el UE3 ofreció a Irán un paquete de incentivos que prometía ayuda europea para el desarrollo tecnológico, incluso en el sector nuclear, a cambio de que Teherán abandonara sus actividades de enriquecimiento de uranio y estrechara su colaboración con la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA). La oferta fue rechazada. Teherán retomó las actividades de enriquecimiento de uranio en enero de 2006 y provocó una resolución de la AIEA (del 4 de febrero) que reclamaba la paralización de las actividades de enriquecimiento de uranio y presentaba el caso nuclear ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Allí se adoptó una resolución en marzo, convirtiendo el cumplimiento de la resolución de la AIEA en obligatorio con arreglo a la ley internacional. Teherán consideró ambas resoluciones ilegales y continuó con el enriquecimiento de uranio. Esto, a su vez, condujo a la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU número 1737 de 21 de diciembre de 2006, la primera en incluir sanciones, seguida por las resoluciones 1747 (marzo de 2007) y 1803 (marzo de 2008), las cuales incluían más sanciones.

Las exportaciones de la UE a Irán, que habían alcanzado máximos en 2005 de 13.000 millones de euros, experimentaron un declive hasta los 11.300 millones de euros en 2006 debido a la incomodidad política. Además, en 2007 se observó otro declive hasta los 10.100 millones de euros. El impacto de las sanciones es difícil de evaluar. Son una preocupación para las autoridades iraníes y el factor tiempo es importante. Aún así, no es probable que se produzca un cambio en el curso de la política nuclear del país.

Para poder encontrar una vía para volver a las negociaciones, el UE3 ofreció en junio de 2006 otro paquete de incentivos, esta vez con el apoyo de Washington. Pero, de nuevo, Teherán lo rechazó al considerar que eran promesas sin garantías de cumplimiento por parte de Washington. Esto, no obstante, fue, y es, lo más importante para Irán después de que el presidente Bush hubiera declarado que “todas las opciones estaban sobre la mesa”, incluida la opción militar. El 14 de junio de 2008 se presentaron más incentivos, esta vez ofrecido por los 5+1 (los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania). Este paquete tuvo una mejor acogida que los anteriores e incluso provocó cierto debate abierto, ya que la UE había publicado una traducción del texto en farsi. Sin embargo, no consiguió ser aceptado porque estipulaba la suspensión de las actividades de enriquecimiento de uranio como requisito previo a las negociaciones.

Irán considera el enriquecimiento de uranio como un derecho inalienable en virtud del Tratado de No Proliferación y controlar el círculo de combustible nuclear completo es una cuestión de orgullo nacional. Los esfuerzos de Occidente por detener las actividades de enriquecimiento de uranio se consideran esfuerzos por evitar que Irán se desarrolle tecnológicamente. La concentración por parte de Occidente en la suspensión del enriquecimiento durante las negociaciones actuó como una trampa para una solución diplomática, pues la exigencia por parte de la UE de que Irán suspendiera el enriquecimiento de uranio constituye solo una solución técnica para el problema político que supone la desconfianza mutua. Teherán desconfía de Occidente al considerar que la suspensión como requisito previo a las negociaciones solo pretende evitar que Irán enriquezca uranio de forma permanente. Occidente desconfía de Irán al pensar que podría utilizar el tiempo de duración de las negociaciones para continuar con el enriquecimiento por encima del nivel crítico.

La segunda cuestión que ocupa las relaciones de Occidente con Irán es su emergencia como potencia regional. Los iraníes que se oponen a la República Islámica, ya sean residentes o exiliados, comparten la convicción de que su país está destinado a tener un papel de liderazgo en la región debido a factores de peso como: su tamaño; una población de más de 70 millones; los ricos recursos energéticos; la centralidad geopolítica y la grandeza histórica de su civilización y su cultura. Esta convicción encontró su expresión en la “visión a 20 años” de Irán. Este documento, que se considera la línea directriz para los próximos planes de desarrollo quinquenales, en realidad no es un plan de desarrollo en el sentido estricto, sino que se trata de una descripción idealizada de la sociedad islámica iraní. En su declaración fundamental, esta visión imagina que dentro de 20 años Irán será el “primer país de la región en cuanto al desarrollo económico, tecnológico y científico”. Respecto a sus objetivos, la visión representa un consenso básico de todas las facciones políticas importantes. No obstante, el camino correcto para alcanzar este noble objetivo es permanentemente motivo de disputa. La cuestión clave es qué debería tener prioridad, la seguridad o el desarrollo.

Primar la seguridad es una de las opciones que Irán maneja para convertirse en una potencia regional reconocida. Se trata de un motivo comprensible si se tiene en cuenta el trauma que conlleva haber sido injustamente tratados durante casi dos siglos por parte de las potencias coloniales e imperialistas, su entorno inestable desde la caída de la Unión Soviética y el hecho de que Irán esté prácticamente rodeada de tropas americanas. Irán quiere estar preparado para cualquier escenario peligroso en su zona y quiere tener influencia en los asuntos de la región. La capacidad iraní de actuar como potencia de contrapeso es evidente, pero eso no otorga a Irán la hegemonía en la región, como temen muchos de sus vecinos. A pesar de su apoyo a los movimientos de resistencia en Iraq, y de forma más destacada a Hizbollah y Hamas, a Irán le falta capacidad para proyectar un poder hegemónico y, a pesar de su habilidad para promover sentimientos anti-israelíes y anti-imperialistas, le falta aceptación. Irán no es considerado como el modelo de desarrollo islámico no occidental, como le gusta describir su país al líder de la revolución.

Actuar como potencia de contrapeso es solo uno de los aspectos del comportamiento de Irán con respecto a sus vecinos. Por razones de su propia seguridad y desarrollo, la cooperación con todos sus vecinos se convirtió en un credo y una práctica desde la caída de la Unión Soviética. Irán ha iniciado una intensa actividad de diplomacia, relaciones comerciales, inversión y ayuda para el desarrollo de infraestructuras en países más pobres como Afganistán y algunos países de Asia Central. Además, los planes regionales de cooperación y proyectos transregionales como el gasoducto indio-paquistaní-iraní, así como los acuerdos bilaterales sobre seguridad y fronteras son medios para promocionar la integración regional. Los vecinos de Irán, a pesar de las sospechas por sus ambiciones hegemónicas, las animosidades étnicas y la división chií-sunní, intentan utilizar a su gran vecino de la mejor manera posible. Especialmente Arabia Saudí y Turquía, que pretenden contener a Irán a través de la implicación positiva.

La percepción de Occidente de Irán como potencia regional está demasiado centrada en su supuesto papel como potencia antiimperialista. A pesar del gran número de congresos sobre un sistema de seguridad para el Golfo Pérsico, solo se han tomado unas pocas medidas prácticas.

CAMINOS HACIA ADELANTE

Europa tiene que explorar cómo puede avanzar en integración y cooperación regional. Eso incluye la tarea de tomarles la palabra a los iraníes y otros actores regionales

Antes de su elección como presidente de Estados Unidos, Barack Obama indicó estar dispuesto a hablar con Irán sin requisitos previos. Se está considerando también la posibilidad de conversaciones directas entre Estados Unidos e Irán sobre Iraq y Afganistán. Ese paso debería haberse dado hace mucho tiempo. Podría ayudar a suavizar las tensiones y sería agradecido por los europeos. Sin embargo, en Estados Unidos e Israel está aumentando la presión contra cualquier tipo de indulgencia con Irán, y aún queda por ver cuál será la política exterior estadounidense. Tampoco está claro cómo reaccionarían los líderes iraníes ante una apertura americana. La carta de Ahmadineyad a Obama felicitándolo por su elección (la primera de este tipo de un presidente iraní a un presidente electo americano) no fue bien vista por los llamados principalistas, conservadores afines a los preceptos teocráticos de la Revolución Islámica, ni por los partidarios de la línea dura antiamericana, quienes creen que una América complaciente puede ser más peligrosa que el acoso de Bush.

Sin embargo, se puede suponer que el comportamiento de América con respecto a Irán será menos ideológico. Eso ya sería una gran ayuda, pues las percepciones dicotómicas en términos del bien y el mal no conducen a soluciones políticas.

Con respecto a la controversia nuclear, se están debatiendo formas de superar la trampa de la suspensión. Teniendo en cuenta las actividades iraníes de enriquecimiento de uranio en curso sin negociaciones a la vista, un académico americano sugirió un cambio de la suspensión a la transparencia. El presidente de la comisión de política exterior del parlamento alemán, Ruprecht Polenz, también insistió en concentrarse en la transparencia y la verificación. Un cambio así podría ofrecer una fórmula que guardara las apariencias para poder iniciar negociaciones directas. La transparencia y las verificaciones están en línea con el TNP, connotan confianza, y Teherán ha declarado estar dispuesto a facilitar la transparencia. Lo que habrá que negociar es lo que se aceptará como suficiente transparencia.

Las negociaciones podrían ser consideradas en Irán como un paso hacia el reconocimiento por parte de los Estados Unidos, y podrían conducir a un tono más moderado en la retórica iraní. El que la retórica de Ahmadineyad provoque una imagen casi negativa ya es objeto de las críticas internas y tendrá un impacto en las próximas elecciones presidenciales en junio de 2009. Menos ideología por ambas partes ayudaría a los europeos a tener un papel como factor de moderación y equilibrio. En este sentido, deberían intentar desarrollar iniciativas propias y no esperar a que la nueva administración americana esté funcionando, ni a que un nuevo presidente sea elegido en Irán. Se ha demostrado que es imposible aislar a Irán. Un boicot total, tal como han propuesto algunos israelíes, podría conducir a reacciones similares a las que se producirían ante un ataque militar. En lugar de eso, una normalización de las relaciones americano-iraníes podría ser más favorable para la seguridad de Israel. En cuanto a sus relaciones con Irán, Europa debería volver a ser interesante otra vez. No se debe subestimar el impacto de la propaganda, en concreto en la generación posrevolucionaria, de que Irán no necesita a Europa para su desarrollo. Los europeos deben preguntarse si Europa sigue siendo de interés para Irán. La tendencia en Irán es a considerar a Europa como una superpotencia normativa, sin impacto político. Europa tiene que explorar cómo puede avanzar en integración y cooperación regional. Eso incluye la tarea de tomarles la palabra a los iraníes y otros actores regionales. No basta con nobles declaraciones. La dinámica regional supone tener en cuenta muchas más cosas. Y Occidente no tiene la capacidad de crear un orden regional desde fuera.

Por ahora, el enfoque básico de Europa de no exclusión de Irán puede parecer estar en peligro. No obstante, no hay ninguna alternativa. Se dan las circunstancias adecuadas y existen oportunidades para hacer que este enfoque sea efectivo.

Traducido por Manuel Llinás Aguilera

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