Las mujeres en el mundo Árabe: Un breve contexto
El Informe de Desarrollo Humano Árabe sobre el Empoderamiento de las Mujeres en la Región Árabe (AHDR2006, en sus siglas en inglés) mostró que el contexto de los mecanismos de las mujeres en la región es distinto en los países ricos en petróleo y los países pobres o altamente poblados. En estos últimos, los contextos económicos, políticos, sociales, culturales e institucionales están, en general, más desarrollados en relación con el activismo y los roles de las mujeres en comparación con los países ricos en petróleo. No obstante, países como Egipto, Argelia, Marruecos, Yemen y Sudán, por ejemplo, han sufrido mucho por políticas de ajuste estructural y la disolución de la mayoría de las empresas estatales.
Dos décadas de liberalización continua culminaron en una ola más agresiva aún, caracterizada por la inclusión de muchos Estados árabes en algunos acuerdos de zona franca con Estados Unidos y la Unión Europea, con arreglo a los cuales Israel debe ser un socio (con Jordania y Egipto de forma directa, y de forma indirecta con algunos otros Estados árabes, incluidos Marruecos y algunos países del área del Golfo). Este esfuerzo internacional de Estados Unidos, la Unión Europea, las multinacionales y organizaciones de ayuda internacional por acelerar la privatización condujo a crecientes disparidades sociales y pobreza, acompañadas de protestas y resentimiento político. Los últimos años han provocado crecientes movimientos sociales y disturbios en protesta por el continuo declive de la calidad de la comida, el agua y los medicamentos (Yemen, Egipto, Marruecos, Jordania, Líbano). Esta situación plantea a muchos movimientos de mujeres y mecanismos nacionales de género (organismos gubernamentales encargados de la integración de las cuestiones de género) debates y retos serios sobre el mejor modo de hacer frente a la creciente y cada vez más profunda pobreza, así como al ascendente autoritarismo y represión política (AHDR 2009).
Las reformas institucionales exigidas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional condujeron a un dramático declive en el contenido y la dimensión de los servicios civiles. Esto a su vez afectó a las zonas rurales y condujo a crecientes diferencias sociales entre hombres y mujeres en zonas urbanas y rurales, y entre clases urbanas medias y bajas. También condujo a una creciente protesta social y alimentó muchas formas de movimientos islámicos en la región. (AHDR, 2004; Jad 2005). El paulatino poder de las distintas organizaciones y grupos islamistas supuso una grave presión para los movimientos de mujeres y los mecanismos nacionales de igualdad de género, que en su mayor parte dependían totalmente de sus gobiernos. Los Estados árabes siguieron varias estrategias para hacer frente a los movimientos de oposición, que iban desde tenerlos en cuenta hasta embarcarse en un enfrentamiento absoluto con ellos (Palestina, Egipto, Sudán, Yemen, Argelia y Túnez). Esta situación hizo que algunos movimientos de mujeres y mecanismos nacionales, aún débiles y en una fase embrionaria, quedaran “rehenes” de sus Estados, que sufrían –y siguen sufriendo– de un grave declive de legitimidad y apoyo popular. Los mecanismos nacionales de género se distanciaron de los temas relacionados con la opresión política y se centraron en preservar y ampliar los servicios sociales y las ayudas.
En la mayoría de los países de la región, la contención de las protestas sociales y políticas se convirtió en una prioridad y dio lugar a un continuo incremento de los presupuestos de “seguridad” (AHDR 2004). Esto dejó pocos recursos disponibles para otros sectores en desarrollo, incluidos los esfuerzos dirigidos al empoderamiento de las mujeres.
LAS MUJERES Y LOS MOVIMIENTOS DE OPOSICIÓN
Los movimientos islámicos en la región cubren un amplio espectro, con una gran variedad interna. La amplia mayoría de los mismos representan fuerzas sociales extendidas y tienen profundas raíces populares, como consecuencia de su práctica durante muchos años de una acción social y política entre la gente normal. En general, la mayor parte de los movimientos islámicos mayoritarios tiene opiniones conservadoras con respecto a los derechos de las mujeres y la igualdad de género, y ha mostrado cierta hostilidad o crítica a los mecanismos universales de derechos de las mujeres, como las Plataformas de Pekín o la CEDAW (Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer). Sin embargo, muchos han experimentado importantes cambios en las últimas dos décadas con respecto a su posición sobre ciertos temas sociales, como el respeto a los derechos humanos, la buena gobernanza y la democracia, que serán cruciales en el futuro (Líbano, Palestina, Egipto, Túnez y Marruecos).
Dichos cambios harán imposible caracterizar a los movimientos islámicos, si llegaran al poder, como teocráticos o anti-mujeres. Y esta caracterización no es posible debido al hecho de que la mayoría de estos movimientos mayoritarios son testigos del notable crecimiento de un liderazgo progresista en sus generaciones más jóvenes, en un momento en el que estas generaciones están alcanzando cada vez más la cúpula de sus jerarquías organizativas. Además, hay una creciente actividad de las bases demandando más democracia interna. Estos cambios positivos, sin embargo, no implican que las corrientes islámicas mayoritarias hayan conseguido eliminar todas las preocupaciones de otras fuerzas sociales en los países árabes con respecto al impacto negativo que podrían tener en la libertad y la buena gobernanza si llegaran al poder, especialmente con respecto a los temas de mujeres y minorías. Las reacciones negativas por parte de las fuerzas hegemónicas, dentro o fuera del mundo árabe, ante los posibles resultados de una reforma islámica que puede no resultar aceptable para ellos, siguen siendo los obstáculos potenciales más importantes a la reforma en los países árabes. Estas reacciones crean ambientes negativos para los mecanismos de género nacionales, que son considerados por estos movimientos como mecanismos apoyados por las mismas fuerzas hegemónicas que están en el poder. Un ejemplo fue el rechazo por parte de ciertos regímenes árabes y algunas fuerzas mundiales a la arrolladora victoria en 2006 del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) en las elecciones legislativas palestinas, que fueron consideradas libres y limpias. Este rechazo condujo a una grave división política que casi llevó a la parálisis a los mecanismos nacionales de género. Una respuesta similar siguió al éxito de los Hermanos Musulmanes en las últimas elecciones legislativas de Egipto (AHDR 2006).
LA LARGAMENTE ESPERADA REFORMA POLÍTICA
Los gobiernos árabes anunciaron una gran cantidad de reformas en las áreas de la libertad y la buena gobernanza, la mayoría de las cuales fueron eclipsadas por otros puntos de sus ambiciosos programas. Algunos regímenes limitaron estrechamente el alcance de las reformas que introdujeron, mientas que otros siguieron violando los derechos humanos y los derechos políticos, incluso mientras decían adoptar cambios democráticos. Los observadores apuntaron que las reformas parecían a menudo gestos vacíos para encubrir la continuación de un statu quo opresivo. Las libertades públicas en la región, especialmente las de opinión y expresión, son limitadas, y la libertad de prensa sufre graves restricciones. De hecho, de todas las regiones del mundo, la región árabe cuenta con la mayor tasa de asesinatos y secuestros de periodistas y otros profesionales de los medios de comunicación en áreas afectadas por conflictos armados (AHDR 2006).
Muchos movimientos islamistas han experimentado importantes cambios con respecto a ciertos temas sociales, como el respeto a los derechos humanos, la buena gobernanza y la democracia
En la mayoría de los Estados árabes, los reformistas y los defensores de los derechos humanos se han convertido en objetivo de la represión oficial de forma abierta. Dichas figuras se exponen con frecuencia a acusaciones judiciales y arrestos, y a veces, a ser asesinados, mientras que muchas organizaciones de la sociedad civil sufren el acoso de obstáculos legales a su trabajo. Muchos países árabes siguen obstruyendo el trabajo de entidades cívicas, asociaciones profesionales independientes, sindicatos e instituciones de derechos humanos. Muchos gobiernos han adquirido notoriedad por restringir la libertad de expresión en general y el uso de internet en particular. Una encuesta reciente mostró que solo tres países (Jordania, Qatar y Emiratos Árabes Unidos) permiten una libertad relativa en el uso de internet (AHDR 2004).
La falta de buena gobernanza y las sistemáticas violaciones de los derechos humanos y de los principios básicos de la democracia han puesto a los mecanismos nacionales de género en una situación precaria. La defensa de los derechos de las mujeres a través de estos medios, mientras que se violan todos los demás derechos políticos y cívicos, mina la integridad de esas maquinarias de género y pone en duda su capacidad de conseguir un verdadero cambio. Además, el hecho de que la mayoría estén controlados por las “primeras damas” les deja pocas oportunidades de tener un papel crítico o influyente con respecto a otras políticas o prácticas gubernamentales.
LA OCUPACIÓN EXTRANJERA, EL CONFLICTO ARMADO INTERIOR Y EL EMPEORAMIENTO DE LAS VIOLACIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS
Las violaciones de los derechos humanos individuales y colectivos se han agravado durante la última década en el mundo árabe. Se han producido graves abusos en las áreas que se encuentran bajo ocupación extranjera. Ahí, las mujeres han sufrido a menudo lo peor de las condiciones humanitarias (Iraq, Palestina, Líbano, Sudán). El conflicto y las guerras han producido un devastador impacto en las economías, las sociedades y las instituciones. Las guerras, el asedio económico y la destrucción en Iraq, Palestina, Líbano y Sudán también han dificultado el trabajo de sus mecanismos nacionales de género, que se quedaron sin recursos y sufrieron una devastación humanitaria a gran escala (Informe árabe sobre Pekín+15, 2009 de la CESPAO –Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia Occidental–). Los conflictos armados internos son otro escenario de graves abusos de los derechos humanos, en los que las mujeres son especialmente vulnerables a la violación y el asesinato, no solo durante los asaltos de los ejércitos, sino también durante la huida y la emigración (Sudán, Somalia, Eritrea, Yemen y Argelia).
Guerras, conflictos y emigraciones desde la región
La guerra conlleva tráfico y movimientos inducidos por el conflicto y es una de las importantes razones para explicar la emigración desde la región. El número de personas que se desplazan como consecuencia de un conflicto es significativo. A principios de 2008, unos 14 millones de refugiados pasaron a estar bajo el control del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) o de la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo), lo que representa aproximadamente el 7% de toda la migración internacional. Incluso un número de personas aún mayor, desplazadas por la violencia y el conflicto, se asienta dentro de las fronteras de sus propios países; se estima que son 26 millones en todo el mundo, de los cuales 7,7 millones provienen solo de Sudán e Iraq –Sudán 4,9 millones e Iraq 2,8 millones– (HDR 2009, p. 26). La guerra entre Israel y Líbano de 2006 condujo al desplazamiento de un tercio de la población civil y a la destrucción de miles de casas. Lo mismo ocurrió en la guerra de 2008-2009 en Gaza, en la que el 23% de las casas de la Franja de Gaza fueron destruidas o se vieron afectadas total o parcialmente (Naciones Unidas, Consejo de los Derechos Humanos, 2009). Las guerras y el conflicto amenazan gravemente a los mecanismos nacionales, ya que intentan hacer frente a la devastación a gran escala con una capacidad humana y unos recursos limitados. Las guerras y el conflicto hacen que los temas relacionados con el género parezcan fuera de contexto e irrelevantes.
Favorecer el ambiente internacional y regional: la guerra contra el terror
Las condiciones internacionales y regionales derivadas de la denominada “guerra contra el terror” y las ocupaciones de Palestina e Iraq, ésta en su nombre, siguen socavando el desarrollo, los derechos humanos y los derechos de las mujeres en el mundo árabe. En la “guerra contra el terror”, la región árabe en general y los movimientos islámicos en particular han sido estereotipados como el caldo de cultivo del terrorismo. Esta campaña ha borrado la distinción entre lo que puede ser denominado correctamente como “terrorización” de inocentes por un lado, que es considerado por muchos como una afrenta inaceptable a la conciencia humana y, por otro lado, la resistencia legítima a la ocupación extranjera, como lo reconocen los Convenios de Ginebra y las resoluciones de las Naciones Unidas. Se han extendido los actos de terrorismo por varios países árabes, matando e hiriendo a miles de personas. Reflejando las tendencias mundiales, bajo el pretexto de combatir el terrorismo, los gobiernos árabes han consolidado leyes de emergencia y han aprobado legislación antiterrorista adicional. Muchos de los perseguidos por dichos gobiernos han sido asesinados, mientras que miles de ciudadanos han sido arrestados en base a decisiones administrativas. Algunos de ellos han sido sometidos a torturas y maltrato. La mayoría de los Estados árabes remiten los casos de terrorismo a tribunales especiales, como los del ejército o los de seguridad nacional, que normalmente están lejos de cumplir las normas internacionales relativas a un juicio justo.
El control por parte de las primeras damas de los movimientos femeninos estatales deja a las mujeres pocas oportunidades de tener un papel crítico con respecto a otras políticas gubernamentales
La guerra contra el terrorismo ha colocado al llamamiento a favor de los derechos de las mujeres en una situación muy difícil. Oponerse a esta guerra coloca a los movimientos de mujeres y los mecanismos nacionales de género contra sus propios gobiernos; apoyarla equivale a aprobar graves violaciones de los derechos cívicos, políticos y sociales, no solo de los sospechosos de terrorismo, sino también de sus familiares mujeres y del resto de sus familias. Irónicamente, la guerra contra el terrorismo ha estado acompañada por un llamamiento para “liberar a las mujeres musulmanas” que atenúa los verdaderos esfuerzos llevados a cabo por muchas organizaciones de mujeres de la región y por los mecanismos nacionales de género para promover los derechos y los intereses de las mujeres.
La autoridad despótica y el ascenso de las mujeres
Paradójicamente, los regímenes represivos, por sus propias razones, han fomentado los derechos de las mujeres en modos que no habrían sido posibles si las cosas se hubieran dejado en manos del progreso natural de la sociedad, teniendo en cuenta las limitaciones impuestas y heredadas. Los mecanismos de opresión política han llegado a servir en ocasiones para acelerar el ascenso de las mujeres. Pero este estilo de “progreso” autoritario, impuesto de arriba a abajo, incluso siendo progresista, se encuentra con objeciones y resistencia de la base popular. Un cambio hacia sociedades libres y bien gobernadas en los países árabes podría hacer que se consigan los grandes avances históricos necesarios para que las mujeres progresen, a la vez que atraería un amplio apoyo social que garantizará al movimiento sostenibilidad y fuerza popular.
LA SITUACIÓN DE LAS MUJERES
La situación de las mujeres en el mundo árabe deriva de –a la vez que contribuye a– una serie de factores sociales, económicos, culturales y políticos que afectan a las capacidades de las mujeres en la participación política, la salud y la educación.
Salud
Las mujeres en los países árabes, especialmente en los menos desarrollados, sufren de altas tasas de riesgo de morbilidad y mortalidad relacionadas con el embarazo y la función reproductora. La tasa de mortalidad maternal en los países árabes promedia las 270 muertes por cada 100.000 nacimientos de bebés vivos. Llega a más de 1.000 muertes en los países más pobres (Mauritania y Somalia) y cae a niveles de 7 muertes por cada 100.000 nacimientos en ricos países petrolíferos como Qatar. Las mujeres pierden más años debido a la enfermedad, y esto parece no estar relacionado con la calidad de vida, los factores de riesgo y las muertes vinculadas con el embarazo o el parto, indicando que esta pérdida relativamente mayor se puede atribuir a estilos de vida generales que discriminan a las mujeres. La región árabe sigue siendo una de las relativamente menos afectadas por el VIH/SIDA en la actualidad. A pesar de ello, las mujeres y las jóvenes se infectan cada vez más con la enfermedad y representan ahora la mitad del número total de personas que tienen el virus en el mundo árabe. Las mujeres tienen un mayor riesgo de coger el virus y contraer la enfermedad: la probabilidad de infección entre las de 15 a 24 años de edad es el doble que la de los hombres en el mismo grupo de edad.
Educación
A pesar de la enorme difusión de la educación de las niñas en los países árabes, las mujeres siguen sufriendo más que los hombres de la falta de oportunidades para adquirir conocimientos. Esto se produce a pesar de que las niñas sobresalen en las actividades relativas a los conocimientos, sobrepasando a los niños en el rendimiento académico competitivo. En términos de indicadores básicos, la región árabe tiene una de las mayores tasas de alfabetización femenina (del 50%, en comparación con solo del 33% en los hombres). También tiene una de las menores tasas de matriculación en los distintos niveles educativos, a pesar del éxito de algunos Estados árabes, especialmente los del Golfo, a la hora de aumentar el porcentaje de matriculación de las niñas y a la hora de reducir la diferencia entre los sexos en los tres niveles educativos.
La relativamente mayor negación de oportunidades educativas para las niñas contrasta con la opinión pública árabe. Los estudios de campo indican que la mayoría de las personas creen que las niñas tienen derecho a la educación en igualdad de condiciones con los hombres. La matriculación de las mujeres en la educación universitaria ha aumentado, aunque las mujeres siguen centrándose en áreas como la literatura, las humanidades y las ciencias sociales, donde constituyen la mayoría. Estos son los ámbitos menos demandados por los empleadores. Por el contrario, las tasas de matriculación de las mujeres en campos que conducen a empleos, como las ingenierías y la ciencia, son claramente inferiores. De nuevo, esta tendencia es contraria a la opinión pública árabe, que favorece que se permita a las estudiantes elegir sus campos de especialización. Los datos internacionales indican que las niñas en la región árabe tienen mejores resultados en el colegio que los niños. Los índices de abandono escolar de las niñas son menores que los de los niños en todos los países de los que hay datos disponibles. Sin embargo, la discriminación contra las mujeres en los países árabes sigue limitando su acceso al conocimiento a pesar de la cantidad de datos estadísticos y otras pruebas que indican que las niñas árabes son las que mejor aprenden, especialmente en las primeras etapas de la escalera educativa. La proporción de niñas entre los estudiantes con mejores notas en todos los países árabes de los que hay datos disponibles es de más del 50%. Teniendo en cuenta que, de media, las niñas representan a menos de la mitad de los matriculados en educación, este logro destaca su superioridad académica.
Actividades económicas
El lento crecimiento de la región predispone a las economías hacia una baja demanda de mano de obra femenina. Además, la opinión tradicional de que el hombre es el sostén de la familia bloquea el empleo de las mujeres y contribuye a un incremento del desempleo con respecto a los hombres. Por lo tanto, fuera de la vida familiar las mujeres se topan con obstáculos significativos que reducen su potencial. Los que más las limitan son las condiciones de trabajo: las mujeres no disfrutan de igualdad con respecto a los hombres en oportunidades o condiciones de trabajo, ni en los salarios, ni evidentemente en la promoción a cargos de toma de decisiones.
Partiendo de una base baja, entre 1990 y 2003 la región árabe experimentó un mayor incremento en la cuota de participación femenina en la actividad económica que las demás regiones del mundo: el incremento fue de un 19% en el caso de las mujeres árabes, en comparación con el 3% del mundo en general. A pesar de ello, la participación económica de las mujeres árabes sigue siendo la menor del mundo: no más de un 33,3 % de mujeres de quince años o más en comparación con la media mundial del 55,6%. Además, su participación no supera el 42% de la masculina, de nuevo el índice más bajo del mundo en comparación con una media mundial del 69%. Excepto en economías de bajos ingresos donde las mujeres trabajan principalmente en agricultura en condiciones de pobreza, suelen encontrar empleos en el sector servicios, que en el mundo árabe se caracteriza por su baja productividad y su baja remuneración. Por tanto, las mujeres experimentan comúnmente bajos rendimientos del trabajo.
Las causas de la débil participación económica de las mujeres árabes incluyen, sin limitarse a ellas, la cultura masculina imperante en la que algunos empleadores prefieren contratar hombres, la escasez de trabajo en general, la discriminación de empleo y salario entre los sexos y las altas tasas de reproductividad. Las leyes que dificultan la participación de las mujeres, incluidas las que han sido diseñadas para su “protección,” como la legislación laboral y del estatus personal, también restringen la libertad de las mujeres exigiendo un permiso del padre o esposo para que la mujer pueda trabajar, viajar u obtener préstamos de entidades financieras. Además, las oportunidades laborales de las mujeres han sido recortadas por los débiles servicios de ayudas y programas de ajuste estructural.
A pesar de los cambios favorables, la proporción de mujeres en los parlamentos árabes sigue siendo la menor del mundo, por debajo del 10%
La ratio de dependencia en la región árabe sigue siendo la más alta del mundo, en la que cada trabajador mantiene a dos personas que no trabajan, en comparación con menos de una en el Este de Asia y el Pacífico. La razón principal de esto es el bajo índice de participación de las mujeres. La situación empeora aún más cuando este alto nivel de sustento familiar se produce en combinación con la ausencia de planes de pensiones y de una red de seguridad social nacional que cubra al conjunto de los trabajadores. Con la creciente expansión del sector informal, donde la cobertura a los trabajadores es baja, el sustento de la familia se convierte en una tremenda carga para los pocos que trabajan. También siguen creciendo las presiones sobre las mujeres para que cuiden de los niños, los enfermos, los mayores, los disminuidos y los discapacitados, pero sin un suficiente apoyo social. La limitada utilización del capital humano, especialmente de mujeres con educación superior, frena el desarrollo económico y desperdicia importantes energías e inversiones, que podrían de otro modo contribuir a un mayor desarrollo económico para todos.
Las mujeres árabes en la esfera política
La opinión pública árabe normalmente aprueba el derecho de las mujeres a participar en la actividad política y llegar a los cargos ejecutivos del más alto nivel. Sin embargo, se trata de áreas en las que las mujeres suelen estar excluidas. En la mayoría de los países árabes (a excepción de algunos Estados del Golfo), las mujeres lograron el derecho al voto y a ser candidatas en las elecciones parlamentarias en los años 50 y 60 del siglo pasado. Líbano fue el primer país árabe en conceder estos dos derechos a las mujeres, en 1952. Más tarde, la adopción de sistemas de cuota aumentó la participación parlamentaria de las mujeres en Jordania y Marruecos. A pesar de estos cambios favorables, la proporción de mujeres en los parlamentos árabes sigue siendo la menor del mundo, por debajo del 10%. Las mujeres árabes han participado en el poder ejecutivo en algunos países árabes desde mediados del siglo pasado. La primera mujer ministra fue designada en Iraq en 1959, en Egipto en 1956 y en Argelia en 1962. El número de países árabes que nombran a mujeres ministras ha aumentado en los últimos tres años hasta el punto de que las mujeres participan ahora en todos los gobiernos excepto el de Arabia Saudí. Dichos nombramientos no reflejan, sin embargo, una tendencia general hacia el empoderamiento de las mujeres. Las mujeres en el poder a menudo son seleccionadas entre las filas de la élite o son nombradas por el partido en el gobierno con el fin de crear un cierto escaparate del régimen. Nombrar a una mujer para un cargo ministerial ha sido una regla general en la mayoría de los gobiernos árabes al menos desde los años 90, y esta práctica ha ido creciendo de forma estable desde entonces. No obstante, la naturaleza de la participación de las mujeres en el gobierno ha sido en general simbólica (una o dos ministras en la mayoría de los casos), social (normalmente ministras de asuntos sociales o en ministerios relacionados con las mujeres) o condicional (el número de ministras fluctúa con los múltiples cambios en el gobierno).
Innegablemente, las mujeres han logrado representación en los organismos gubernamentales árabes, ya sea como resultado de la presión interna o externa, o de ambas. No obstante, dicho progreso sigue siendo limitado. Las mujeres en cargos de toma de decisión suelen ser marginadas en una cultura ejecutiva principalmente orientada a los hombres. Aunque la participación de las mujeres en el parlamento haya despegado, y aunque la igualdad de sexos aparezca como uno de los principios de las constituciones árabes, su empoderamiento sigue siendo relativamente parcial, y algunos Estados siguen no aplicando el principio de igualdad de género en sus leyes electorales. Es más, el número de escaños ocupados por mujeres no significa necesariamente que las mujeres estén representadas democráticamente. Puede reflejar en realidad concesiones a un grupo de mujeres a las que apoya el Estado frente a otras mujeres al margen de las fuerzas políticas dominantes.
Los partidos políticos árabes han llegado a defender la causa general de las mujeres, pero desde ese punto inicial hay divergencias. Los fracasos políticos en los intentos de reforma o cambio en la región han conducido a encarnizadas polémicas, que han dado lugar a divisiones políticas, la balcanización del mapa político partidista en los países árabes y la fragmentación de las posiciones de los partidos sobre las mujeres. Sin embargo, algunos partidos han contribuido a llevar el tema de las mujeres a primera línea. Además, las crecientes demandas de los grupos de mujeres árabes y la creciente respuesta de los gobiernos con cuotas para ayudarlas a llegar a cargos de toma de decisión han conducido a ciertos cambios positivos. Las cuotas también han ayudado a las mujeres a entrar en los ayuntamientos locales.
NIVELES DE BIENESTAR
No existe ningún indicador científico claro sobre la feminización de la pobreza definida como la falta de ingresos. No obstante, las mujeres sufren aparentemente niveles más altos de “pobreza humana”, medida en términos de privación de las tres dimensiones del índice de desarrollo humano, es decir, salud, conocimiento e ingresos. Específicamente, las mujeres sufren de una limitación notable de la libertad personal.
La propagación de la pobreza y el “desempoderamiento” de las mujeres
La propagación de la pobreza generalmente conduce a la privación de derechos de las mujeres en las áreas de la participación parlamentaria, el empleo profesional y técnico y el control de los recursos económicos. La pobreza humana produce un amplio desempoderamiento de las mujeres y su exclusión de los empleos legislativos, administrativos y organizativos de alto nivel, así como de los ámbitos profesionales y técnicos.
La limitación de la libertad personal
Las formas de violencia practicadas contra las mujeres árabes confirman que los gobiernos y los legisladores, junto con los movimientos sociales, se enfrentan a una gran tarea para lograr la seguridad y el desarrollo en un sentido exhaustivo. Las formas de violencia practicadas en la región van desde los asesinatos de honor, en los que se mata a una mujer bajo el pretexto de proteger el honor de la familia, a la violencia doméstica, que se persigue y condena en muchas partes del mundo. Además, la alta incidencia de mutilación genital femenina en algunos países árabes conduce a graves complicaciones de salud para las mujeres. Las mujeres que viven en circunstancias difíciles, especialmente en las zonas de conflicto o bajo ocupación, sufren dificultades adicionales. Las que viven en regiones desérticas o marginales y en asentamientos informales a menudo desconocen sus derechos y los servicios disponibles para ellas. A menudo no tienen papeles como certificados de nacimiento, que les permitirían recibir dichos servicios. Muchas de ellas soportan algún tipo de violencia. Frecuentemente las trabajadoras domésticas extranjeras son tratadas injustamente en los países árabes. Las legislaciones laborales no protegen su trabajo, mientras ellas soportan jornadas laborales no especificadas y, en algunos casos, se les niega la libertad de movimiento y de residencia. Algunas trabajadoras de este sector están también expuestas a la violencia física y mental de sus empleadores, incluidas las agresiones sexuales. Afortunadamente, la opinión pública árabe condena en una abrumadora mayoría la violencia de cualquier tipo contra las mujeres.
EL MOVIMIENTO DE LAS MUJERES ÁRABES: LUCHAS Y EXPERIENCIAS
El factor más influyente en la historia del movimiento de las mujeres puede haber sido su implicación en la lucha por la liberación del imperialismo antes de embarcarse en la lucha por la liberación de la mujer dentro de las sociedades árabes. La primera generación de asociaciones de mujeres (formada hacia finales del siglo XIX) se centró en el trabajo caritativo. Surgieron entre las clases adineradas y su estandarte lo llevaban mujeres aristócratas o mujeres de las familias en el poder.
El periodo colonial tuvo un impacto en el movimiento femenino dislocando la estructura de los países islámicos ocupados. Los marcos económicos, sociales, culturales y morales tradicionales se vieron conmocionados. Por tanto, se hizo necesario reunir conciencia y sentimiento nacionales para llevar a cabo luchas por la liberación como prioridad absoluta. Como consecuencia de ello, el desarrollo social –y el ascenso de las mujeres como parte de él– quedó sometido a la campaña por la independencia nacional, cayendo mucho más abajo en la lista de prioridades. Los años 40 y 50 fueron ricos para la formación del discurso de las mujeres. Los partidos políticos empezaron a formar asociaciones de mujeres bajo sus propios estandartes, metiendo así hombres dentro del movimiento femenino. De este modo, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, surgió otro grupo de asociaciones de mujeres por todo el mundo árabe.
El movimiento de las mujeres árabes pasó por una serie de transformaciones durante el periodo colonial como consecuencia de los cambios sociales. La extensión de la educación de las niñas, la entrada de muchas mujeres en profesiones de mayor reconocimiento como la medicina, el profesorado universitario, la ingeniería y la abogacía, el acceso de algunas mujeres a cargos de poder en el liderazgo de partidos políticos y gobiernos, el desarrollo de una conciencia bien enraizada de la situación en la que vivían las mujeres y un incremento en la compasión social por los temas de las mujeres constituyeron una tendencia creciente en la región.
Los gobiernos intentaron reunir a las asociaciones de mujeres en “sindicatos”, en línea con un fenómeno común en el mundo árabe, es decir, el confinamiento de las mujeres dentro de un marco controlado y dirigido por la estructura de poder masculina. Algunos académicos describen esto como la feminización del discurso imperante. Esta tendencia coincidió durante las últimas tres décadas con otro cambio significativo, el incremento de los movimientos islámicos y la creciente influencia de proselitistas que instaban por una vuelta al islam de los “venerables antepasados” (salafismo). Estos movimientos responsabilizaban a las mujeres de las dificultades que estaba sufriendo la sociedad. Basaron sus ataques en la idea de que la igualdad en la vida pública, por su naturaleza, reduciría las oportunidades de los hombres en el mercado de trabajo y de que el hombre era el cabeza de familia y la mujer estaba a su cargo.
Empezando con la Conferencia de Naciones Unidas de 1975 en México y bajo la influencia de organizaciones internacionales que trabajan por el ascenso de las mujeres, empezaron a surgir nuevos ejemplos del denominado “feminismo de Estado”. Varios regímenes árabes vieron en los grupos islámicos un medio para debilitar a las fuerzas de izquierdas y laboristas. Esto condujo al crecimiento del movimiento de renacimiento islámico, cuyas preocupaciones se extendían a todas las esferas de la vida pública y privada y cuyo discurso atraía a amplios segmentos de la juventud, especialmente mujeres jóvenes. Como respuesta a ello, surgió un llamamiento para la restricción del islam al ámbito de la fe personal y el valor espiritual. Algunos grupos fueron obligados a modificar su posición, pidiendo que se abriera la puerta al pensamiento religioso independiente (iytihad) en las cuestiones relacionadas con las mujeres, por la creencia de que las interpretaciones inteligentes de los versos reguladores del Corán establecerían un nuevo discurso sobre las mujeres alimentado por el patrimonio islámico. En la segunda mitad de los 70 se produjo la fundación de organizaciones de mujeres independientes de los grupos políticos oficiales. El debate se centró en la deficiencia y las lagunas del código de estatus personal en cuanto al logro de la igualdad, independientemente de su naturaleza pionera en comparación con la legislación referente a la familia en otros países árabes. También se centró la atención en las formas de violencia infligida a las mujeres y cómo esta violencia se reflejaba en su estatus en la sociedad. El movimiento de las mujeres vio un incremento cualitativo en los años 80 en la creación y ampliación de las asociaciones. Surgieron asociaciones políticamente activas, vinculadas a partidos políticos.
Los 80 también fueron un periodo crucial en la transformación de los movimientos de mujeres, especialmente en los países del Magreb. No es coincidencia que los nombres de las nuevas asociaciones de mujeres incluyeran palabras como “democrático”, “progresista” y “derechos”. Su independencia y valentía distinguía a estos movimientos según se abrían un camino cubierto de obstáculos, sitiado y acosado por los regímenes en el poder. Hoy en día, la nueva generación de asociaciones de mujeres se distingue por su cercanía cualitativa al tema de las mujeres y sus asuntos. Los considera cuestiones clave igual de importantes que la democracia, el desarrollo y los derechos humanos. El discurso internacional sobre las mujeres ha sido una influencia significativa para el movimiento de mujeres árabes y el motor de su perseverancia y de la reformulación de sus objetivos. Esta nueva conciencia se reforzó en congresos internacionales, principalmente los convocados bajo los auspicios de las Naciones Unidas. El nuevo enfoque pretendía desplazar opiniones tradicionales aún aferradas a la cuestión femenina. Por tanto, las leyes de estatus personal eran la prioridad más importante entre sus objetivos, seguidas por la promulgación de una legislación que garantizara la igualdad de las mujeres y los hombres en la vida política y económica. Las asociaciones de mujeres también fueron activas instando a los gobiernos árabes a aplicar los acuerdos internacionales que habían aprobado, especialmente la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW, en sus siglas en inglés). Se considera que los años 90 fueron años difíciles para la sociedad árabe, llenos de contradicciones, tribulaciones y sucesivas y amargas decepciones. Se observa que influir en una situación político-social tan enredada queda más allá del poder y los recursos de los movimientos de mujeres, lo que confirma que la lucha por la libertad de las mujeres es la lucha de las sociedades árabes en su conjunto.
EVALUACIÓN DE LOS LOGROS DE LAS MUJERES
La participación de las mujeres en los movimientos nacionales las ayudó a articular sus argumentos y mejorar su legitimidad ante los ojos de la sociedad. No obstante, y a pesar de algunas victorias palpables, el aplazamiento de la resolución de sus demandas sociales y políticas tuvo lamentables consecuencias tras la independencia (Argelia es un excelente ejemplo de esto). En la mayoría de los casos los nuevos gobiernos nacionalistas pretendieron olvidar o ignorar algunas o la mayoría de estas demandas, especialmente las relacionadas con los códigos de estatus personal. En general, y a excepción de las modificaciones realizadas a las leyes de estatus personal en Túnez y posteriormente en Marruecos, sobrevivieron relaciones de poder desiguales dentro de la familia.
El impacto de los movimientos de mujeres en los países árabes ha sido distinto en cada país. Su principal logro puede haber sido incrementar la conciencia de las mujeres sobre el menor estatus que se les concede y la necesidad de trabajar para cambiarlo. Concentrando el escrutinio público sobre las leyes de estatus personal, el movimiento ha impelido a los Estados árabes a tomar medidas tangibles para mejorar las leyes sobre la familia y la legislación relativa al matrimonio y el divorcio en general.
La experiencia tunecina: Túnez sigue siendo un modelo entre los Estados árabes en términos de emancipación de las mujeres. Ha pasado medio siglo desde que dictó su código de estatus personal, mediante el que la ley tunecina dio efecto legal al principio de igualdad de mujeres y hombres. Los cambios a la ley sobre la familia instituidos por el presidente Habib Bourguiba poco después de la independencia brotaron de un movimiento reformista que veía positivamente el ascenso de las mujeres en los niveles social, económico y político. Igualmente, es importante observar que las leyes del código de estatus personal nacieron de una iniciativa llevada a cabo por dos escuelas de jurisprudencia islámica. No obstante,los cambios progresistas en las leyes relativas a la familia han coincidido con restricciones a la libertad de acción de las mujeres activistas y con la monopolización y control del discurso del movimiento por parte del Estado. Esto solo deja un limitado campo para las demandas e iniciativas de las mujeres. Es muy clara esta tendencia de transformar el ascenso de las mujeres en una herramienta política que puede utilizarse para mejorar la imagen del Estado en el extranjero, incluso a costa de las mujeres.
La experiencia marroquí: El movimiento de mujeres marroquíes es ahora muy consciente de que las enmiendas al código legal son la clave para que las mujeres se hagan cargo de sus propios asuntos. Su lucha en esta área fue coronada por el nuevo Código de Familia, promulgado en 2004. observando experiencias en otros países árabes en la actualidad, las mujeres egipcias solo consiguieron ganar el derecho de iniciar los procedimientos de divorcio (jul), concedido en 2000, después de renunciar a ciertos derechos financieros vinculados a otras formas de divorcio. También han conseguido el derecho a viajar sin el permiso del marido y a obtener la nacionalidad egipcia para sus hijos si están casadas con un extranjero. Jordania ha elevado la edad legal de matrimonio a los dieciocho años para ambos esposos, y ha concedido a las mujeres el derecho a obtener un pasaporte sin el permiso del marido. En Argelia sigue en vigor la Ley sobre la Familia. Sin embargo, hay indicios positivos en la diferencia entre la forma que tomó esta ley en 1984 y las modificaciones promulgadas en 2005. e puede llegar a la conclusión de que la reevaluación de la posición de las mujeres árabes hoy en día es una condición sine qua non para una sociedad civil más fuerte, que demande una convicción que invalide los pretextos para la inacción que rechaza todas las formas de desarrollo de las mujeres por ser parte de la cultura del “Otro”.