Rashideh Yusuf
Asistente técnica, Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, El Cairo. [+ DEL AUTOR]

La situación de las jóvenes: Preocupación compartida

Es difícil hablar de uniformidad en el mundo árabe aunque el islam sea la religión mayoritaria y el árabe la lengua común, pues es tal la diversidad que resulta complicado recurrir a generalizaciones. Lo mismo ocurre cuando hablamos de los jóvenes del mundo árabe. Las nuevas generaciones se debaten entre la modernidad representada en muchos casos por “Occidente” y la tradición y cultura árabes. La vida moderna, internet, la televisión o el acceso a la educación superior han permitido a los jóvenes entrar en contacto con otras realidades donde la juventud vive de otra manera y en general goza de mayor libertad. Conscientes de esto, pero a la vez orgullosos de su cultura milenaria, resulta difícil establecer una realidad clara y única sobre la juventud árabe y más aun sobre las jóvenes árabes. Por ello, voy a centrarme en cuatro ejemplos en los que, a pesar de presentar sus peculiaridades específicas, existen elementos comunes que permiten un estudio de conjunto: Egipto, Jordania, Siria y Palestina. He incorporado asimismo los comentarios y opiniones de conversaciones “tête à tête” mantenidas con jóvenes de Egipto y Palestina de entre 17 y 25 años, para darles de esta manera protagonismo a través de sus experiencias. A pesar de que el artículo hará referencia específicamente a las jóvenes árabes, es necesario entender que su situación es en gran parte compartida por el resto de las mujeres, independientemente de su edad, y que, en determinados casos, son las propias mujeres las que contribuyen a perpetuar el inmovilismo en las generaciones futuras.

Algunas de las concursantes del segundo Miss Mundo Árabe

Algunas de las concursantes del segundo Miss Mundo Árabe. El Cairo, Egipto, 28 de julio de 2007. / Khaled El-Fiqi

Hablar de las jóvenes árabes en un contexto occidental es difícil debido a los prejuicios, la estigmatización del islam, especialmente tras el 11 de septiembre, y las diferencias culturales. Todo esto nos hace olvidar muchas veces que, como cualquier joven, las chicas árabes comparten las preocupaciones propias de esa edad en cualquier parte del mundo, aunque las vivan de otra manera y tengan más dificultades para expresarlas, sobre todo en situaciones extremas. Este es el caso de las jóvenes en Egipto y Palestina. El primero debido a los altos índices de pobreza y el segundo por la situación política, que hace que muchas veces las jóvenes de estas sociedades se enfrenten a una sola realidad: la de intentar simplemente sobrevivir a sus duras condiciones de vida. Así lo destacó la Conferencia Regional de Beirut en julio de 2004, que señaló la delicada situación que se vivía en los Territorios Ocupados de Palestina, con un declive en las condiciones de vida en todos los niveles, lo que afecta negativamente a las mujeres y a las jóvenes.

La realidad de estos países sigue siendo el inmovilismo casi absoluto en las políticas de mejora de la situación de la mujer

En Jordania, los intentos por mejorar la situación de las mujeres emprendidos por la monarquía hachemí se han topado la mayoría de las veces con el llamado “patrilinaje”, el patriarcado y la identidad política de las grandes familias jordanas que ven en estas mejoras una amenaza para la moral y el honor de sus sociedades. En Siria, las leyes del matrimonio, el divorcio o la herencia, siguen favoreciendo al hombre, y la mujer se enfrenta, como en el resto de países estudiados, a serias restricciones en su vida diaria. Pese a esto, el acceso de las mujeres a la enseñanza y al trabajo ha contribuido a que puedan participar en espacios anteriormente restringidos sólo a los hombres.

BARRERAS SOCIALES

Las jóvenes árabes tienen que hacer frente a múltiples desafíos dentro de sus propias sociedades, tales como la falta de libertad, la jerarquía familiar, el patriarcado o el código de honor. Además, la esfera pública se encuentra limitada al hombre, aunque cada vez son más las jóvenes que logran romper esta barrera. Pero su participación en la vida pública sigue siendo reducida y su papel circunscrito a la esfera privada. La explicación de esta situación no puede basarse solo en razones religiosas o culturales porque en realidad confluyen varios factores. En otros países, como Indonesia, Bangladesh o Pakistán, de tradición musulmana aunque no árabe, las mujeres han llegado a altos puestos de responsabilidad y participan en una esfera pública mucho más amplia que las mujeres en el mundo árabe.

El tema de las mujeres árabes ha sido extensamente debatido y los desencuentros también han sido abundantes. Los países árabes estudiados aceptaron los Objetivos del Milenio donde se promociona la igualdad de género y el “empoderamiento” (del término inglés empowerment) de la mujer. También ratificaron la Convención de Eliminación de todas las formas de Discriminación (CEDAW), aunque con algunas reservas, principalmente en lo que se refiere a las leyes relacionadas con el estatus personal de la mujer y las leyes familiares, para no contradecir de esta manera las leyes nacionales y religiosas de cada Estado. Pese a ello, la realidad de estos países sigue siendo el inmovilismo casi absoluto en las políticas de mejora de la situación de la mujer.

Los Estados árabes siempre han argumentado que la igualdad entre el hombre y la mujer es un concepto occidental y que no puede aplicarse de la misma manera al mundo árabe o islámico, ya que se deben respetar las tradiciones y la ley islámica ‒la sharía‒ en lo que concierne al matrimonio, el divorcio, la herencia y la custodia de los hijos. Aun así, la presión internacional e interna ha obligado a que los gobiernos empiecen a introducir ciertas modificaciones en sus políticas, aunque todavía sin un cambio real en los valores que la sociedad impone a las mujeres y a las jóvenes. La mayoría de los cambios han sido cosméticos, como nombrar en Egipto, por primera vez, mujeres jueces en 2003. Pero este tipo de medidas solo sirven para maquillar la realidad porque no reflejan un cambio de actitud hacia este colectivo, ni tampoco una mejora en su nivel de vida. La verdad es que las jóvenes tienen dificultades en su vida diaria, pues no pueden realizar cosas sencillas tales como viajar, pedir un crédito, obtener documentación oficial o registrarse en universidades públicas sin el apoyo de un tutor.

El informe “Progress of Arab Women 2004”, publicado por el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer, investiga las políticas a nivel internacional, nacional y regional de los países árabes y cómo estas afectan a la vida de las mujeres y su seguridad como personas. El estudio destaca que la seguridad puede alcanzarse cuando se produzcan cambios en políticas concretas, reformas sociales, económicas y legales que tengan en cuenta la importancia del núcleo familiar en la esfera pública y privada, ya que la familia es el centro social y no el individuo. No tiene por qué haber contradicción entre los derechos de las mujeres y las jóvenes y la idea de familia que se mantiene en los países árabes, solo es preciso que dentro de la familia no se perpetúe la situación de inseguridad para éstas: es necesario que gocen de independencia y no deban supeditarse a un tutor para desenvolverse en su vida diaria.

Las jóvenes tienen dificultades en su vida diaria, pues no pueden realizar cosas como viajar, pedir un crédito, obtener documentación oficial o registrarse en universidades públicas sin el apoyo de un tutor

Pese a que los gobiernos árabes reconocen la importancia de las mujeres en el seno de la familia, no estimulan políticas que ayuden a las mismas a conciliar la vida laboral y familiar, al entenderse que la familia es para ellas una prioridad. Así, el “Informe sobre Desarrollo Humano Árabe 2005” de las Naciones Unidas destaca el problema de género como una de las mayores barreras para el progreso de estos países. El problema surge cuando se intenta que el desarrollo de las mujeres y las jóvenes forme parte de las políticas de desarrollo general y no se considera necesario implementar medidas concretas para mejorar sus circunstancias. Esta situación general de la mujer afecta por igual a las jóvenes que deben afrontar las desigualdades derivadas de su condición femenina desde que nacen.

FAMILIA Y MATRIMONIO: DOS EJES FUNDAMENTALES

Las jóvenes árabes del siglo XXI se enfrentan asimismo a otro tipo de problemas, la mayoría relacionados con el escaso desarrollo de los países en los que viven, la delicada situación económica y las diferencias sociales. Además, el patriarcado y la cultura general de supremacía del hombre suponen un desafío para que las jóvenes luchen por sus intereses y manifiesten sus miedos y deseos en la búsqueda del bienestar y el camino hacia la vida adulta.

Pese a ello, el amor, el matrimonio, la familia, el trabajo (éste en menor medida), las aficiones y, en definitiva, la búsqueda de la felicidad en general, son cuestiones compartidas cuando hablamos de las jóvenes en estas sociedades. Aunque es cierto que muchas jóvenes desean una vida con mayor libertad, independencia y poder de decisión, consideran a la vez a la familia como lo más importante dentro de la sociedad en la que viven y sus decisiones se basan en el bien de la misma. Para ellas la familia es el núcleo central de la sociedad y la joven como parte de la misma representa los valores de su familia. Una joven sola es casi imposible que se independice antes del matrimonio (tampoco ellos), sencillamente no se entiende el concepto. Cuando la joven se case entonces se independizará junto con su marido, pero no antes. Ella pasa de la familia paterna a formar parte de una nueva familia, la que creará con su futuro marido. Es por eso que el matrimonio es la decisión más importante a la que una joven hace frente y el apoyo familiar es fundamental. La joven es consciente de que si hay problemas con su pareja o con la familia de su marido, su familia la apoyará, especialmente si su marido tras un tiempo decide casarse por segunda vez.

Tenemos que tener en cuenta que la poligamia es todavía legal en estos países, aunque la mayoría de las jóvenes no estaría conforme con aceptar a otra esposa.

“No aceptaría que mi marido tomase una segunda esposa aunque las leyes lo permitan”. Rim, 23 años, estudiante de filología árabe, Ramallah, Cisjordania.

“No me casaría para ser segunda esposa, solo si él se divorcia me casaría”. Aisha, 22 años, trabajadora en un centro de belleza, El Cairo, Egipto.

También es importante el apoyo familiar en caso de divorcio, porque la mujer queda en situación de desamparo y en la mayoría de los casos debe volver a la casa paterna. Además, la joven sabe que casarse es una decisión muy importante porque el divorcio está en la mayoría de los casos en manos del hombre. La excepción es el divorcio de manera unilateral por parte de la mujer, el Jul, aunque en condiciones nada ventajosas para ella, ya que debe prescindir de cualquier compensación económica al ser ella la que solicita el divorcio, renunciando incluso a la dote. En esta clase de divorcio también la mujer debe hacerse cargo de los gastos de los hijos comunes que vivan con ella, aunque las leyes siria y jordana establecen que si ella no tiene medios para hacerse cargo de los gastos, deben ser asumidos por sus maridos. Muchos críticos afirman que esta ley favorece a las mujeres de clase alta que no necesitan los ingresos de sus ex-maridos para vivir, pero que condena a las mujeres más pobres.

De las jóvenes se valora sobre todo si son lo suficientemente buenas para ser madres y la sociedad las encumbra al serlo o las margina si no lo son

En cuanto a la idea de la pareja, hoy en día existe una tendencia general a casarse por amor, o por lo menos esa es la idea que las jóvenes tienen, aunque los matrimonios pactados o dentro de la misma familia siguen siendo comunes, especialmente entre las clases más desfavorecidas.

“Cuando conocí a mi novio, supe que él era el hombre de mi vida. Mi familia al principio no quería porque no tenía mucho dinero, pero después de mucho insistir accedieron a que nos casáramos”. Yasmina, 23 años, ama de casa, Nablus, Cisjordania.

Por otro lado, la precaria situación económica de algunos países árabes y el desempleo hacen que cada vez sea más difícil casarse, pues resulta muy caro. Y esto es uno de los problemas que también afecta y mucho a las jóvenes. El matrimonio implica dinero para la ceremonia, también la dote, la casa, los muebles… todo lo que el novio debe aportar antes de casarse. En países como Egipto se han empezado a promover los matrimonios colectivos apoyados por el gobierno, para permitir a los jóvenes con menos recursos casarse, ahorrando así por lo menos el dinero de la ceremonia. Por eso también ha tenido lugar un retroceso en la edad de matrimonio en los países árabes. Desde la década de los años 60 hasta ahora la edad de matrimonio en Jordania, Siria y Egipto se ha retrasado unos 3,5 años de media. Este retroceso tiene muchas causas, la mayoría de ellas compartidas con Europa: económicas ‒cada día es más caro casarse‒ y laborales ‒la educación universitaria implica una tardía incorporación al mercado laboral‒, al tiempo que las economías de estos países tienen dificultad para absorber a todos los licenciados y mucho menos con salarios acordes a su preparación.

“Casarse es muy caro, primero la casa, después los muebles y la boda, muchas veces los chicos tardan años en ahorrar suficiente para poder comprometerse”. Miriam, 25 años, trabajadora en una tienda de ropa, El Cairo, Egipto.

La sociedad destaca y admira a la mujer como madre, las palabras del profeta Muhammad alabando el papel de la madre se suelen enseñar a los niños desde pequeños, destacando la importancia de las mismas dentro de la sociedad. Según un hadiz, una vez un hombre fue a preguntar al profeta Muhammad cual era la persona que debía respetar más y mostrar mayor cortesía y el profeta respondió hasta en tres ocasiones “tu madre” hasta que en cuarto lugar dijo, “tu padre”. La visión de las jóvenes como futuras madres determina su propia condición. Se valora su inteligencia, su belleza o sus capacidades pero ante todo se valora si son lo suficientemente buenas para ser madres y la sociedad las encumbra al serlo o las margina si no lo son. Las jóvenes se casan para tener hijos. La idea de familia implica hijos y si estos no se dan es probable que el matrimonio acabe en divorcio. Esta idea de la chica árabe condiciona la visión que los demás tienen de ella y su propia idea ante el mundo: buena madre y por ende buena esposa antes que mujer trabajadora o independiente económicamente. El código de modestia que recae sobre la joven árabe y que ella transmitirá a sus hijos delimita sus relaciones con los demás. Ser discretas, no reírse en voz alta en la calle, no hablar con chicos de manera poco adecuada, no fumar en sitios públicos, por supuesto no beber alcohol y vestir adecuadamente, todo un código de conducta de acuerdo con el cual las chicas deben prepararse para la vida adulta. Este código afecta a todas las decisiones de la vida de las jóvenes, qué estudian, con quién salen, con quién van a casarse… etc. Dicho código puede explicarse a través de la realidad de las sociedades árabes marcadas por el patriarcado y la jerarquía originarias de las tribus árabes y la idea de la superioridad física y moral del hombre y el dominio que éste establece en la familia y en sus relaciones para con los demás.

Un grupo de mujeres yemeníes plantando semillas

Un grupo de mujeres yemeníes plantando semillas. La mayoría de las mujeres que trabajan fuera de sus hogares en Yemen se dedican a la agricultura. Hadramaut, Yemen, 23 de noviembre de 2005. / Yahya Arhab

La idea de ser madre va unida a la idea de pureza y honradez, idea generalizada sobre lo que una “buena chica debe ser”, por ello la virginidad supone ante todo un imperativo a la hora de contraer matrimonio. Tanto árabes cristianos como musulmanes respetan esta idea, si no la chica será repudiada el día de la boda. Lo cierto es que esta imposición condiciona las relaciones de las chicas con los hombres y sobre todo las somete a una gran presión social. En algunos casos cuando la chica no cumple este requisito, su propia familia tiene que limpiar esta impureza, lo que lleva a los crímenes de honor. Entre los países analizados, donde más se dan estos crímenes es en Jordania, aunque también ocurren en los demás ejemplos estudiados. Al matar a la mujer se devuelve a la familia la dignidad, el honor y la pureza. Este tipo de actos suelen ser castigados con penas mucho menores de lo normal en casos de homicidio, pues la mayoría de las veces las Constituciones de los países toleran estos crímenes. El artículo 548 del código penal sirio afirma que aquellos que descubran a sus mujeres o a una de sus ascendientes, descendientes o hermanas cometiendo adulterio o actos sexuales reprobables (flagrante delicto) o realizando actos sospechosos (attitude equivoce) y cometan homicidio, gozarán de una disminución de la pena de castigo. Este tipo de actos se da tanto entre los sectores musulmanes como cristianos. En verano de 2005, una chica cristiana de 24 años de Birzeit, Cisjordania, fue asesinada por su padre al descubrir que fotos suyas desnuda con su novio habían sido colgadas en internet. La virginidad, por tanto, es el sello de garantía de que una chica será buena esposa y madre. La virginidad representa la diferencia entre el bien y el mal, la línea que ninguna chica debe cruzar si aspira a casarse.

“La virginidad es oro, es un regalo de Dios, no nos pertenece”. Fátima, 20 años, estudiante de periodismo, Ramallah, Cisjordania.
Por ello, el código de modestia que la joven árabe debe cumplir delimita sus relaciones con los hombres en general, recayendo sobre ella el honor de toda la familia.

EL DEBATE SOBRE EL “HIYAB” O VESTIMENTA ISLÁMICA

Quizá uno de los elementos más delicados de entender al analizar la situación de las jóvenes en el mundo árabe, sea la forma de vestir. Al igual que al tratar sobre las jóvenes árabes no es posible generalizar ya que cada país tiene sus características, lo mismo ocurre con el hiyab, las razones de cada chica para llevarlo varían y dependen de distintos contextos.

Treinta y seis parejas sirias durante una boda múltiple en un centro deportivo

Treinta y seis parejas sirias durante una boda múltiple en un centro deportivo. Damasco, Siria, 29 de julio de 2003. / STR

Aunque cada vez más chicas jóvenes opten por llevar el hiyab, y es cierto que las razones religiosas juegan un papel muy importante, existen muchas otras. No podemos olvidar las razones políticas, las culturales e incluso las de reivindicación identitaria. Por eso resumir este debate resulta complicado. No obstante, podemos decir que el fenómeno entre las chicas jóvenes es tanto social como religioso. Aunque todo depende del contexto, hay muchas jóvenes que no se ponen el hiyab hasta que se casan.

“El hiyab me permite andar por la calle de manera más segura. Al vestir así los hombre no piensan mal de mí”. Rasha, 22 años, estudiante de diseño gráfico, Alejandría, Egipto.

“Si mi marido me pide que me ponga el hiyab no lo haría, es una decisión que solo me incumbe a mi, aunque es verdad que en un futuro próximo sí quiero llevarlo”. Muna, 25 años, profesora en un colegio, El Cairo, Egipto.

También hay casos de chicas que se ponen el hiyab para poder casarse, así el chico piensa que esta joven es modesta y religiosa, una buena madre para sus futuros hijos. Todo esto condiciona también las relaciones de amistad entre las chicas y los chicos. La realidad es que las relaciones de amistad pueden existir en el colegio o en la Universidad, pero después, cuando la chica decide comprometerse o casarse no debe tener amigos hombres.

En líneas generales, la forma de vestir varía según el país y la clase social. Encontramos jóvenes que visten al más puro estilo occidental, sin hiyab, influenciadas por el consumo global y las grandes líneas de moda y marcas internacionales. También jóvenes que llevan hiyab perfectamente combinado con la ropa, maquilladas y preocupadas por su aspecto. Y aquellas otras jóvenes a quienes no les importan los dictámenes de la moda y visten de manera más tradicional.

“Que lleve hiyab no quiere decir que no me preocupe mi aspecto, por supuesto que me importa, además es más duro estar guapa con el pañuelo, hay que combinar mucho mejor la ropa”. Sara, 22 años, estudiante de economía, El Cairo, Egipto.

Pero lo que parece más importante es que llevar o no el hiyab no cambia la idea que la joven tiene de la naturaleza femenina, aquello que una chica debe ser y cómo debe comportarse. Por ello, la mayoría, por ejemplo, decide estudiar carreras como enseñanza, medicina o ciencias sociales, carreras consideradas adecuadas para una mujer.

Los crímenes de honor suelen ser castigados con penas mucho menores de lo normal en casos de homicidio, pues la mayoría de las veces las Constituciones de los países toleran estos crímenes

También tenemos que tener en cuenta aquellas jóvenes que visten discretamente para no llamar la atención y evitar miradas. En Egipto, hay un problema generalizado de acoso sexual que no tiene una presencia tan clara en el resto de países árabes estudiados. El acoso verbal o físico suele ser diario, en la calle o en las universidades y centros de trabajo y es la consecuencia de una cultura permisiva hacia estos actos y de una sociedad reprimida sexualmente. El artículo 306 del Código Civil egipcio impone penas de hasta un año de cárcel para los casos de acoso sexual, pero lo cierto es que las jóvenes son víctimas de este acoso continuamente y es difícil acusar a los culpables. Además, en la mayoría de los casos, se acusa a la víctima de una conducta reprochable, por lo que la culpa acaba al final recayendo sobre las jóvenes y no sobre el acosador. Las instituciones públicas apoyan esta idea y hablan de casos esporádicos de acoso sexual. Pero la realidad es distinta. De hecho, en mayo de 2008, una revista egipcia creó una página en Facebook en contra del acoso sexual que ya ha conseguido 6.000 miembros, donde la mayoría se queja de este fenómeno cada vez más extendido en la sociedad.

“Todos los días me enfrento a comentarios groseros cuando ando por la calle, además la gente no te ayuda, si dices algo te echan a ti la culpa e incluso te insultan”. Ingy, 26 años, trabajadora en una multinacional, El Cairo, Egipto.

Pero hay cosas que comienzan a moverse dentro de las sociedades árabes. Las jóvenes se empiezan a levantar en contra de tabúes sociales y hablan claro. En octubre de 2007, el Egyptian Center for Women’s Rights (ECWR) llevó a cabo un estudio sobre el acoso sexual en Egipto, después de que más de veinte chicas fueran agredidas sexualmente en pleno centro de El Cairo y el gobierno impusiera la ley del silencio. En el informe, las jóvenes expusieron claramente la necesidad de cambio, protestaron en contra del acoso del que son víctimas y hablaron públicamente sobre ello. El ECWR recogió entonces 2500 testimonios sobre acoso sexual y en marzo de 2008 inició una campaña para apoyar una nueva ley sobre estos actos. El silencio empieza así en las sociedades árabes a dar paso a la denuncia.

LA ABLACIÓN: EL CASO DE EGIPTO

Según un informe publicado por UNICEF en 2005, el 97% de las mujeres fértiles de Egipto de entre 15 y 49 años han sufrido alguna forma de mutilación genital o ablación. Aunque dicho porcentaje disminuye en las nuevas generaciones, sigue siendo un índice muy elevado. En 1996 se publicó un decreto que prohibía la ablación, que solo se podía realizar cuando fuera médicamente recomendable. Pero fue solo en junio de 2007, tras la muerte de una niña de 12 años sometida a esta práctica, cuando Egipto prohibió definitivamente la misma. La principal razón para este tipo de práctica se basa en disminuir el deseo sexual de la mujer, por lo que la joven puede mantenerse alejada de los hombres, guardar su virginidad hasta el día de la boda y con ello el honor de la familia. En determinadas zonas del Alto Egipto, los futuros maridos preguntan a la familia si la chica ha sido sometida a la ablación, si no es así pueden incluso anular el compromiso de matrimonio. Esta costumbre afecta tanto a árabes cristianas como a musulmanas al ser una tradición anterior al islam. Aunque la religión mayoritaria de los países estudiados es el islam, no debemos olvidar que la mayoría de las costumbres y tradiciones árabes son practicadas por toda la sociedad.

ALGUNOS CAMBIOS POSITIVOS

Pese a todo esto, las jóvenes de los países árabes estudiados gozan de determinadas ventajas con respecto a la generación de sus madres. El acceso a la educación generalizado de las jóvenes permite hablar de una nueva generación formada académicamente cuyo único objetivo no es ya solo la maternidad. Y aunque es cierto que el matrimonio ocupa un papel primordial en sus vidas, el desarrollo profesional es también importante. Además, en determinados sectores sociales donde los hombres tienen dificultades para encontrar trabajo, la actividad de las mujeres es fundamental para el sustento familiar. Así, en Palestina, donde muchos hombres no encuentran trabajo, que una joven tenga estudios que le permitan trabajar o simplemente que tenga trabajo, es muy valorado por sus posibles pretendientes. Asimismo, las mujeres ganan espacio en lugares públicos y aunque no las veremos nunca sentadas en un qahwa (cafetería tradicional), es cada vez más habitual que las jóvenes salgan en grupos mixtos o solas, revelándose así contra el código moral impuesto por la sociedad.

En determinadas facultades las jóvenes representan más del 50% de los estudiantes y su actividad profesional es altamente reconocida, entre ellas la enseñanza, la medicina, la enfermería o la asistencia social. El acceso al mercado laboral ha permitido a muchas jóvenes tener un salario que les proporciona mayor independencia con respecto a su familia y una mayor libertad de decisión. Además, los movimientos de mujeres cada vez tienen una presencia más clara en las sociedades árabes y se empiezan a criticar temas en los que hasta ahora reinaba la ley del silencio, como los crímenes de honor. Igualmente, hay jóvenes que se apoyan en el islam para luchar contra todo tipo de discriminación entre hombres y mujeres. Este movimiento llamado “feminismo musulmán” tiene ramificaciones internacionales y una gran importancia dentro de los países estudiados. Cada vez más las jóvenes encuentran en la religión un espacio para reivindicar sus derechos, principalmente en el terreno de la justicia social y la igualdad de sexos.

Así que podemos decir que algo está cambiando en las sociedades árabes, pese a la jerarquía familiar y el patriarcado. Aunque de forma lenta, se está produciendo un avance en el estatus de las jóvenes en estos países.

CONCLUSIÓN

Tanto para las jóvenes árabes musulmanas como para las cristianas, la religión se ha convertido en un signo de identidad. Estas jóvenes se enfrentan a continuos desafíos en sus vidas, se debaten entre la modernidad, la religión y la tradición. Su forma de ser, vestir, o comportarse determina la forma en la que la sociedad las percibe y las clasifica, como adecuadas o no para los valores árabes e islámicos. Hay voces que se alzan en contra de este encasillamiento, y las nuevas tecnologías permiten que las jóvenes manifiesten cada vez más su desacuerdo con respecto al papel que se les obliga a desempeñar. Pero lo cierto es que todavía esas voces son débiles y se enfrentan a los miedos de una sociedad anclada en el patriarcado, que teme por sus valores tradicionales y su herencia cultural.

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