Javier Martín
Director de la oficina de la Agencia EFE en Teherán. [+ DEL AUTOR]

Jóvenes. La revolución cibernética

“La gente cree que hay un golpe de Estado incruento en el país. Yo creo que de algún modo tienen razón. Todos los alcaldes, ministros y gobernadores han sido elegidos de entre los miembros de la organización militar Sepaah. Creo que ha llegado el momento de que todos los estudiantes comiencen a pensar qué está ocurriendo en este lugar. ¿Hacia donde nos dirigimos?” Quien suscribe esta declaración no es ningún político, activista o líder revolucionario, sino una estudiante iraní casi anónima. Se identifica como Raná, tiene alrededor de 25 años y en 2006 habitaba en algún punto de Irán (probablemente aún viva allí). Poco más sabemos de ella. El rastro de sus preocupaciones, comunes a las de muchos de los jóvenes del resto del planeta, se diluye en abril de ese mismo año, fecha de la última entrada de la ventana que abrió al mundo en la blogosfera http://sacarecrew.blogspot.com. Como muchos de sus compatriotas, Raná confió en la ecléctica espesura de la Red para airear unas cuitas que, expresadas en público, podrían haberle acarreado serios problemas en un país como Irán, salteado de trabas a las libertades de opinión y expresión. Hija de los hijos del alzamiento contra el régimen dictatorial del último Sha de Irán, Mohammad Reza Pahlavi, sus inquietudes representan las de toda una generación que mira con angustia el devenir del Estado más dinámico de Asia Central. Hace treinta años, el cambio substancial que introdujo el gran Ayatollah Rujollah Jomeini con su levantamiento de tinte teocrático dotó a la juventud iraní de una nueva identidad. Tres décadas después, jóvenes que entonces ni siquiera habían nacido buscan en la revolución cibernética una identidad propia para el futuro de un Estado que algún día habrán de dirigir.

LOS JÓVENES Y LA REVOLUCIÓN

Los jóvenes y los clérigos han sido protagonistas en todas y cada una de las sacudidas que han zarandeado a la antigua Persia

Como bien recuerdan Susanne Nayafi y Markus Nyblom en su tesis “Iranian Youth and Internet”, presentada en octubre de 2006 en la Escuela de Economía de Estocolmo, la juventud ha sido históricamente la fuerza de cambio económico, político y cultural dentro de la sociedad iraní. Desde que en el siglo XIX el corazón del antiguo imperio persa deviniera en una de las piezas más codiciadas de la Gran Partida entablada entre la Rusia de los zares y los colonizadores europeos –en especial, el Reino Unido–, los jóvenes y los clérigos han sido protagonistas en todas y cada una de las sacudidas que han zarandeado a la antigua Persia. En 1978, ambos motores convergieron en un alzamiento que trocó, para siempre, no solo el rostro del país, sino también, la faz de Oriente Medio y la geopolítica planetaria. El tiránico y pro-occidental Reza Pahlavi hubo de huir, hostigado por un maremoto de fervor religioso sin precedentes desatado por el seductor verbo de Jomeini. Decenas de exultantes jóvenes asaltaron la embajada de Estados Unidos en Teherán al grito de “Allah” y retuvieron a 52 rehenes durante 444 días.

A lo largo de los meses que duró el levantamiento, el terror, la desilusión, la felicidad y la esperanza coexistieron en el territorio de una misma frontera. Logrado el objetivo, los nuevos rectores emprendieron la consolidación de la victoria. Una de las primeras medidas fue clausurar las universidades. Cuando tres años después reabrieron sus puertas, una juventud transmutada se había infiltrado en sus aulas. Los considerados símbolos de la arrogancia occidental habían sido arrinconados y estudiantes procedentes de una nueva hornada poblaban las bancadas y velaban con extremado celo que se cumplieran las renovadas directrices. Pertenecían al movimiento basij, creado para apuntalar el régimen teocrático y garantizar su pervivencia. Fundado en 1980 como una organización de carácter paramilitar –al parecer en respuesta a una cita atribuida a Jomeini en la que decía que “un país con 20 millones de jóvenes debe tener 20 millones de hombres armados o un Ejército con 20 millones de hombres”– se nutrió de voluntarios, en su mayoría menores de 18 años, hombres mayores de 45 y reenganchados del servicio militar. Según datos de la propia milicia, en la actualidad se alistan en sus filas más de 11 millones de personas en todo el país, de las que casi 4 millones son mujeres. Fuentes en el exterior de Irán reducen la cifra a 300.000 militantes –de los que un tercio vestirían siempre de uniforme– y alrededor de 400.000 reservistas, aunque le otorgan la posibilidad de movilizar en escaso tiempo a más de un millón de simpatizantes. Jerarquizados y muy bien entrenados, están infiltrados en todos los estratos de la sociedad.

Jóvenes iraníes en la calle principal de Teherán, Vali Asr, en un acto de apoyo al candidato a la presidencia Ali Akbar Hashemi Rafsanyani

Jóvenes iraníes en la calle principal de Teherán, Vali Asr, en un acto de apoyo al candidato a la presidencia Ali Akbar Hashemi Rafsanyani. Teherán, 7 de junio de 2005. / Abedin Taherkenareh/EFE

Entre los jóvenes, destacan la asociación basij universitaria y el colectivo estudiantil. Ambas se alimentan de las secciones Puyandegan (adolescentes) y Pishgaman (preuniversitarios). Muchos de ellos pertenecieron a la denominada “generación perdida”, desaparecida en combate durante la larga y cruenta guerra fronteriza entre Irán e Iraq (1980-1988). Jóvenes destinados a recibir el relevo generacional de la revolución que, sin embargo, perecieron en un conflicto absurdo y dejaron un enorme vacío.

El triunfo de la revolución islámica causó, asimismo, una distante polarización de la sociedad iraní que, avanzado el siglo XXI, comienza a trocarse en un espacio abismal. Es necesario conservar fresco en todo momento este concepto de sociedad dicotómica si se quieren entender las complejidades del Irán actual. Tras el alzamiento instigado por Jomeini, el ámbito de lo público y lo privado –tan presente en la cultura árabe-islámica– cobró una nueva dimensión entre los iraníes chiíes. En el exterior, la vida se islamizó pero, en el interior de las casas, al abrigo del hogar, pervivieron las tradiciones zoroástricas –como la fiesta del año nuevo o Noruz– o las costumbres occidentales. Un conflicto silente que, con el devenir de los años y el lógico aplacamiento del impacto de la revolución, ahondó la brecha y causó un distanciamiento entre el régimen y grandes sectores de la sociedad. El tiempo aportó su inevitable contribución.

LA GENERACIÓN POST-JOMEINI

Jatami no pudo plasmar las esperanzas depositadas en su figura. Las trabas de los sectores más conservadores y la impaciencia de los mismos jóvenes que le apoyaron minaron su capacidad de maniobra

A día de hoy, la mayoría de los iraníes son más jóvenes que una revolución que solo conocen
a través de los libros y los relatos de sus mayores

Muerto Jomeini en 1989, el simbolismo de la revolución comenzó a esmuciarse, acosado por las incipientes dificultades financieras derivadas del aislamiento internacional y los estragos que produjo el ingente gasto militar para la guerra. Pese a que el país flota sobre las segundas mayores reservas probadas de petróleo y gas del mundo, durante la última década del pasado siglo la economía y las condiciones de vida de los iraníes han sufrido un importante deterioro. El paro, la corrupción y la inflación, unidos a un sentimiento de desilusión, maceraron una sociedad que se multiplicaba, joven y descontenta. En política, las fuerzas conservadoras vieron con impotencia el ascenso de las corrientes progresistas, las cuales abogaban por una apertura y reforma del régimen. En 1997, un clérigo amable y de porte elegante alumbró la esperanza de un nuevo rumbo para una generación que, casi adolescente, comenzaba a proyectar otras inquietudes y a sentirse ajena a los principios de la revolución de sus padres. Muhammad Jatami concitó las ilusiones de una sociedad que había empezado a experimentar un cambio demográfico crucial para su futuro. En aquellas históricas elecciones más del 30% de los electores eran jóvenes y mujeres menores de 30 años, la mayoría de los cuales no habían participado en los acontecimientos que cambiaron el mundo en 1978.

La tendencia se ha agudizado en el último lustro. Las cifras demuestran que la población iraní se ha duplicado desde la revolución. Datos registrados por la CIA en The World Fact Book detallan que, desde julio de 2008, Irán se acerca a los 70 millones de habitantes, de los que un 22,3% son menores de 14 años, y un 72,3% se inscriben en una amplia horquilla que oscila entre los 15 y los 64 años. La media de edad, tanto para hombres como para mujeres, es de 26,4 años. Un sencillo análisis de estas cifras depara un dato revelador: a día de hoy, la mayoría de los iraníes son más jóvenes que una revolución que solo conocen a través de los libros y los relatos de sus mayores.

Jatami no pudo, sin embargo, plasmar las esperanzas depositadas en su figura. Las trabas puestas por los sectores más conservadores del régimen, junto a la impaciencia de aquellos mismos jóvenes que le apoyaron, minaron su capacidad de maniobra. A principios de junio de 1999, miles de estudiantes se lanzaron a las calles para exigir la reforma prometida y más libertades de opinión y prensa. Los disturbios y los enfrentamientos con las fuerzas del orden se prolongaron durante días. El día 9 de aquel fatídico mes, unidades de la policía, apoyadas por voluntarios basij, irrumpieron en una residencia de la Universidad de Teherán, donde se congregaban varios estudiantes. Al menos cinco de ellos resultaron muertos y centenares más fueron arrestados en las conflictivas horas siguientes. Aunque dos años después Jatami logró renovar su mandato, el pesimismo había recobrado su lugar y arrancado la ilusión a dentelladas. “Llegamos a creer en el cambio. Existía el convencimiento de que era posible una transición pacífica, dura sí, difícil pero, al menos, pacífica. Nos equivocamos, y cuando fuimos conscientes, la frustración casi nos ahoga”, explica vía e-mail Haidar Kh., en aquella época un estudiante de postgrado pro-reformista y que prefiere que no revele más que la primera letra de su apellido. “Pero”, explica, “quedó un resquicio, una ventana que el régimen quizá no calculó y que ahora es un arma poderosa contra la que no puede luchar”.

Una estudiante muestra una foto de Ahmad Batebi, activista pro-derechos humanos detenido durante las protestas de julio de 1999

Una estudiante muestra una foto de Ahmad Batebi, activista pro-derechos humanos detenido durante las protestas de julio de 1999, en la celebración anual del Día del Estudiante. Teherán, 7 de diciembre de 2003. / Abedin Taherkenareh/EFE

LA REVOLUCIÓN CIBERNÉTICA

Aquel ojo de buey abierto en la línea de flotación del régimen es para muchos el verdadero legado de Jatami y del aperturismo. Pese a que durante los ocho años que se prolongó su mandato el derecho a la información sufrió un fuerte retroceso –decenas de publicaciones fueron censuradas por el conservador poder judicial–, la libertad de expresión, el diálogo y el activismo político experimentaron un espectacular crecimiento gracias al desarrollo de internet, percibida por los jóvenes como un novedoso instrumento de protesta. Según la página web Internet World Stats, en 1994, fecha en la que Jatami ejercía como ministro de Cultura y Orientación Islámica, había en Irán 250.000 usuarios de la Red. En 2004, en el estertor de su mandato como presidente, la cifra se había multiplicado hasta alcanzar los diez millones y medio, lo que convirtió a Irán en el primero de los países de Oriente Medio y Asia Central en lo que respecta al uso de la Red. El alto nivel educativo y el esfuerzo realizado por la revolución en este sector contribuyeron igualmente a la vertiginosa entrada de la juventud en la aldea global. El 93% de los iraníes entre 11 y 29 años está alfabetizados, y se calcula que hay en el país cerca de un millón y medio de estudiantes universitarios. De los más de 21 millones de internautas que, según Mohamad Khajepour, Viceministro de Telecomunicaciones, existían en noviembre de 2008, un 75% tiene entre 21 y 32 años.

Irán ocupa el primer puesto entre los países de Oriente Medio y Asia Central en lo que respecta al uso de la Red

En la misma medida contribuyeron la rápida adaptación tecnológica y la ambivalente política del régimen, incapaz de controlar un fenómeno que no podía frenar. En 1992, Irán fue el primero de los Estados de Oriente Medio y Asia Central en conseguir unirse a BITNET; el primero en tener una conexión IP 24 horas y el segundo en ofrecer acceso público a la Red. El nivel de libertad de acceso fue relativamente alto y muy superior al de países como China. Como subrayan Nayafi y Nyblom en su ya citado estudio, Irán “al contrario que otros países de Oriente Medio como Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, alentó la expansión de internet y el Estado participó activamente en su desarrollo. Aunque recientemente el gobierno iraní ha emprendido políticas para controlar la difusión de las nuevas tecnologías, en especial la televisión por satélite, no fue hasta el año 2004 cuando puso en marcha una estrategia sistemática para bloquear páginas web y filtrar el contenido (…). Utilizó, sin embargo, otros métodos de restricción: en mayo de 2001, las autoridades políticas cerraron 450 cibercafés y exigieron por ley a todos los proveedores que firmaran un documento en el que se comprometían a que sus clientes no accedieran a contenidos inmorales”. En abril de 2003 fue detenidoel primer blogger, Sina Motallebi.

La percepción de que la Red podía convertirse en un elemento de cambio proyectó un rayo de esperanza y abrió una pequeña brecha en el hermético régimen teocrático, que hasta la fecha ejercía un poderoso control sobre la información. A través de la Red, los jóvenes accedieron a un mundo desconocido, del que apenas habían escuchado hablar y que no existía en los medios tradicionales. Aprendieron nuevos caminos de comunicación y descubrieron atajos efectivos de movilización que les permitían regatear los tradicionales métodos de censura y represión de las autoridades. Las páginas web mostraron a los jóvenes que existía más de una realidad. El correo electrónico, el chat, los foros y las redes sociales les ofrecieron nuevas formas de relacionarse y de construir identidades. “En un país en el que el acceso a la información está limitado y en el que internet cambia este hecho, el propio medio puede generar conflictos y por tanto ser un factor de transformación social. El ciberespacio se ha convertido en un foro global con formato electrónico en el que el descontento de la humanidad florece con diversas voces. No solo ofrece la oportunidad de opinar, sino que ayuda a la gente a encontrarse y organizarse de manera que sin internet sería imposible”. Este análisis del impacto de la Red, ofrecido por el profesor Castells como dinámica común en Estados con altos niveles de represión, define a la perfección el fenómeno ocurrido en Irán en los últimos 15 años. “Como bien dices, es una nueva revolución”, me responde vía correo electrónico Haider Kh. “En los años ochenta, los jóvenes salieron a la calle para provocar un cambio. Ahora ya no es necesario. Lo podemos hacer desde casa, a través de un teléfono y una pantalla. Podemos expresarnos con libertad, dar opinión y, también, crearla”, afirma.

Usuarios de un cibercafé

Usuarios de un cibercafé. Según datos del gobierno, de los más de 21 millones de internautas iraníes que existían en noviembre de 2008, un 75% tenía entre 21 y 32 años. Teherán, 22 de septiembre de 2003. / Abedin Taherkenareh/EFE

Redes sociales tipo Facebook han cambiado la forma de relacionarse de los jóvenes en una sociedad donde el contacto directo entre hombres y mujeres está restringido

En este amanecer contestatario, la blogosfera desempeña un papel crucial. Desde que en noviembre de 2001 el periodista pro reforma Husein Derakh­shum abriera la bitácora “Cómo crear un blog en persa”, más de 700.000 de sus compatriotas han seguido su ejemplo, tanto en persa como en otras lenguas y, en especial, en inglés. Dos años después, Mohamad Ali Abtahi, asesor de Jatami y Vicepresidente para Asuntos Legales y del Parlamento, impulsó el fenómeno al crear el primer blog oficial. “Ante la censura de la mayoría de diarios y revistas independientes, junto a los más de 100.000 blogs activos que se calculan abiertos por iraníes, las bitácoras se han destapado como un método efectivo de comunicación. En una sociedad cerrada, donde las voces no oficiales que la critican están proscritas, los blogs nos proyectan una nueva e interesante perspectiva de la otra sociedad”, reseñan en su trabajo Najafi y Nyblom. En la misma línea se expresa Ali J., un periodista iraní de 32 años que consume con voracidad las noticias que en la Red vuelcan los medios de comunicación extranjeros.

Pero las bitácoras no solo se han erigido en estandartes de la lucha política. El hecho de que muchas de ellas estén escritas por aquellos iraníes que han optado voluntariamente o han sido forzados al exilio ha generado una nueva conciencia. Muchos jóvenes han descubierto a través de ellos su propia historia. Aquella que oficialmente nadie les cuenta. Y han aprendido que hubo un tiempo no tan lejano en Irán en el que se permitían otras costumbres y se vivía de distinta manera. “Desde que (triunfara) la revolución islámica, solo una realidad y una identidad han sido permitidas. Internet ha hecho que la gente sea más consciente de que no es libre”, subrayan Najafi y Nyblom.

Los ordenadores conectados a la Red forman parte del paisaje común de muchas academias religiosas de la ciudad de Qom

En noviembre de 2008, el poder judicial ordenó el bloqueo de más de 5 millones de sitios web

Pero internet no solo ha cambiado los patrones en la escena política. Redes sociales tipo Facebook –como Orkut, la más popular entre los iraníes– han cambiado la forma de relacionarse de los jóvenes en una sociedad donde el contacto directo entre hombres y mujeres está restringido. Junto a los SMS, el chat se ha convertido en la vía preferida para buscar amigos, encontrar pareja y entablar todo tipo de relaciones. “Ahora resulta más fácil. No puedes quedar con una chico para hablar a solas en una cafetería, pero nadie impide que hables con él a través de mensajes de móvil y chat”, confiesa Maryam, una joven estudiante de español en la Universidad de Teherán. En su caso es, además, una herramienta de contacto con el mundo exterior y una manera muy útil para perfeccionar sus estudios. “He conocido chicos y chicas españoles, con los que practico el idioma”, afirma. Una forma de relación que ha difuminado, incluso, otras barreras al permitir que el espacio antes restringido al ámbito privado socialice con la esfera pública.

El ala más conservadora del régimen ha reaccionado a esta silente, pero muy vigorosa, revolución con diferentes armas. Al no poder prescindir ya, en el mundo globalizado, de la Red, su primera opción fue censurar sus contenidos y desaconsejar su uso. Sin embargo, el hecho de que la casta religiosa no solo aceptara el acceso a internet, sino que lo adoptara como instrumento válido de discusión académica y como altavoz de propaganda, exigió diversificar la estrategia y explorar otros métodos. Los ordenadores conectados a la Red forman parte del paisaje común de muchos de los seminarios y academias religiosas de la ciudad de Qom, corazón del pensamiento teológico chií. La mayor parte de los grandes ayatolás tienen página web y participan con sus colegas, rivales y alumnos en foros en los que se discuten aspectos de la religión o de la jurisprudencia islámica. El Gobierno ha adoptado una táctica similar al utilizar la Red en su propio beneficio y combatir al enemigo con las mismas armas. En agosto de 2006, por ejemplo, el actual presidente del país, el conservador Mahmoud Ahmadineyad, abrió su propia bitácora. Como si los más rancios defensores de la revolución islámica se hubieran percatado de que libraban una batalla perdida. “Tan pronto como un blog era cerrado o un blogger encarcelado, otro surgía en un punto distinto”, resaltan Najafi y Nyblom.

Aún así, en los últimos tres años, contados desde la llegada de Ahmadineyad al poder de la mano de los más retrógrados, la censura se ha recrudecido. En noviembre de 2008, el poder judicial ordenó el bloqueo de más de cinco millones de sitios web, entre ellos páginas mundialmente conocidas como Facebook, Orkut o Youtube. Abdolsamad Khoran Abadi, asesor de la Fiscalía General del Estado, argumentó que “los enemigos tratan de aprovechar la Red para asaltar la identidad religiosa de los iraníes,…la mayoría de estos sitios tienen contenidos inmorales y anti-sociales”. En la misma línea publicó un editorial la revista Sobhe Sadeh, órgano de propaganda del poderoso cuerpo de Guardianes de la Revolución, que denunció “el ciber-imperialismo que ataca a las culturas del mundo” y acusó a Europa de fomentar las páginas anti-iraníes. Para la revista, “internet, las televisiones por satélite y los SMS son instrumentos revolucionarios como se demostró en Serbia, en Ucrania y en Georgia”. “Supone nadar contracorriente”, concluye Haidar Kh. “No se puede desoír a una generación que clama y que en un futuro cercano relevará a aquellos jóvenes que se levantaron contra el Sha. Esta es nuestra revolución, estas son nuestras armas, ¿crees que nos pararán?”.

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