Historia de dos ciudades: Minorías y la reversión de las consecuencias de la limpieza étnica
Una de las consecuencias más destacadas de la guerra de Croacia y Bosnia-Herzegovina (1991-1995) fue el cambio drástico que sufrieron la estructura demográfica y las poblaciones de estos países. Antes de esta guerra, la antigua Federación Socialista Yugoslava –con Croacia y Bosnia-Herzegovina en su zona central– era probablemente una de las partes de Europa con mayor diversidad étnica, con cinco nacionalidades principales, con más de 40 grupos minoritarios, tres grandes religiones y 44 minorías religiosas. Es un mito que el gobierno comunista que controló el país tras la 2ª Guerra Mundial obligase a todos ellos a vivir en comunidades étnicamente mixtas. Sin duda, los procesos de industrialización y urbanización contribuyeron a ello, pero ya antes de ese conflicto el país era sumamente heterogéneo étnicamente y contaba con numerosas comunidades mixtas que se unieron para formar un movimiento de resistencia multiétnico, dirigido por los comunistas, que consiguió imponerse a los invasores extranjeros y a las facciones nacionales étnicamente homogéneas. Fue pues el resultado de un proceso de muchos siglos lo que permitió que esta estructura social pluralista se reflejara como tal hasta antes de la guerra de 1991-1995. Por lo tanto, la idea de la unificación yugoslava fue una combinación de estas realidades y de la necesidad política del régimen que surgió tras la 2ª Guerra Mundial de crear unas condiciones óptimas para la modernización de la parte más subdesarrollada de Europa.
Durante y después de la guerra de 1991-1995, los movimientos nacionalistas étnicos perpetraron delitos de “limpieza étnica” mediante matanzas masivas, torturas, sembrando el terror y provocando el desplazamiento de millones de personas. Su principal objetivo era la creación de varios Estados étnicamente y confesionalmente homogéneos (es decir, una Serbia ortodoxa, una Croacia católica y una Bosnia musulmana). La comunidad internacional consiguió finalmente acabar con la guerra, pero no pudo evitar los bruscos cambios en la estructura demográfica de estos países ni el que las facciones beligerantes alcanzaran, con mayor o menor éxito, sus objetivos bélicos. Tras el periodo 1991-1995, los líderes de los movimientos étnicos tenían una buena razón para estar satisfechos. En otras palabras, el nacionalista serbio Slobodan Miloševic, su homólogo croata Franjo Tudman y el nacionalista religioso musulmán bosnio Alija Izetbegovic habían salido triunfantes. El Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY), creado por la ONU en La Haya, consiguió condenar a algunos criminales de guerra, sobre todo a los líderes militares, pero los tres dirigentes principales consiguieron escapar de la justicia: Miloševic murió en 2006 en la cárcel de La Haya y los otros dos también murieron antes de que el Tribunal los condenase.
Durante y después de la guerra, todas las partes de la región afectadas recibieron generosa ayuda humanitaria por parte de muchos países. Estados Unidos desempeñó un papel especial, tanto como país encargado de suministrar ayuda humanitaria como de hacer que se pusiera fin a las guerras de Croacia, Bosnia y Kosovo. Tras el conflicto, EEUU insistió especialmente en “la reversión de las consecuencias de la limpieza étnica”, no solo ejerciendo presión política, sino proporcionando en algunos casos una ayuda económica considerable para la repatriación de los refugiados. Los programas incluían estimular la economía de los pueblos, la reconstrucción de instalaciones para alojar a los desplazados que retornaron y el establecimiento de las condiciones necesarias para el desarrollo económico. Uno de los motivos por los que los norteamericanos insistieron para que se revirtiera la “limpieza étnica” podría haber sido un sentimiento de culpabilidad por la ayuda que habían prestado a Croacia durante la ofensiva final en el verano de 1995, en la que los croatas (sin informar a sus aliados) expulsaron a unos 200.000 serbios de territorios en los que habían vivido durante siglos. Así, al presionar para la reversión de la “limpieza étnica”, EEUU actuaba en un frente político y humanitario. Por ejemplo, el Ejército estadounidense, que se encontraba en misión de paz en la zona, donó 450.000 dólares para reconstruir una residencia de estudiantes en la ciudad de Vukovar –principal campo de batalla desde 1991, pero una próspera ciudad multiétnica a orillas del Danubio antes de la guerra–. En febrero de 2010, el embajador norteamericano en Croacia, James Foley, inauguró en Vukovar una moderna residencia para 150 estudiantes. Sin embargo, la que antes había sido una ciudad multiétnica, tranquila y rica, sigue sumida en la pobreza y dividida en dos comunidades hostiles, a saber, la mayoría croata y una minoría serbia.
LA DIVISIÓN DE KISTANJE
En otro ejemplo –y éste será el primero de nuestra “historia de dos ciudades”– el gobierno de EEUU donó ya en 1997 la suma de 400.000 dólares para la construcción de 120 casas en el pueblo de Kistanje para alojar a los refugiados. Esta comunidad, de población mayoritariamente serbia antes de la guerra, pues se encontraba dentro de una provincia que contaba con un 90% de población serbia, se convirtió en una ciudad fantasma después de 1995, pero la cercana ciudad de Knin –también un importante núcleo serbio antes de la guerra– cuenta en la actualidad con una mayoría croata. Mientras que en el país, antes de la guerra, la población croata era del 78%, ahora ha aumentado hasta el 90%, al tiempo que el 12% de los serbios son ahora apenas un 2%, si bien es cierto que en 2001 esta cifra ha aumentado al 4,5% debido a la repatriación de refugiados. El antiguo embajador estadounidense William Montgomery dejó claro durante su visita a Kistanje y Knin en 1997 que las nuevas casas financiadas por su gobierno eran para los serbios desplazados tras la derrota que sufrieron las tropas rebeldes serbias en el verano de 1995. El embajador añadió que esperaba que el gobierno croata desocupara las casas que habían pertenecido a los serbios antes de la guerra para fomentar el regreso de los refugiados. Sin embargo, mientras visitaba la ciudad de Knin, el alcalde croata le informó de que un gran número de refugiados croatas procedentes de Bosnia-Herzegovina vivían en las casas que los serbios habían abandonado al huir. El embajador también prometió ayuda para los refugiados croatas, siempre y cuando desocupasen los hogares de los refugiados serbios para facilitar su retorno.
Al final, Kistanje quedó dividido en dos comunidades vecinas pero que no colaboraban: el “viejo Kistanje”, habitado por los pocos serbios que retornaron, y su vecino hostil, el “nuevo Kistanje”, diseñado según la “ingeniería étnica” croata para unos 1.200 compatriotas procedentes de Kosovo, que en aquella época aún pertenecía a Serbia (hoy Kosovo es un país independiente, con un 98% de población albanesa y en el que solo quedan algunos serbios de lo que antes era una importante comunidad serbia). A principios de los 90, los líderes nacionalistas croatas descubrieron que en la lejana provincia de Kosovo, en una aldea llamada Janjevo, vivía una pequeña comunidad de católicos romanos rodeados de albaneses de mayoría musulmana, con una minoría serbia (cristiana ortodoxa) en las proximidades. El gobierno croata atrajo a los católicos de Janjevo a Croacia, y los convirtió en “nuevos croatas” mediante un proceso inmediato de etnización y adoctrinamiento a la luz de los nuevos mitos y de la ideología nacionalista del régimen de Tudman. Se les concedió un nuevo pueblo, en el corazón de los antiguos territorios serbios, llamado “Nuevo Janjevo” (o “Nuevo Kistanje”, para diferenciarlo del vecino pueblo con el mismo nombre ocupado por serbios). En 1999, el embajador de EEUU inauguró unas casas recién construidas en Kistanje. El “viejo Kistanje”, con apenas un puñado de ancianos serbios que habían vuelto a sus casas ya desocupadas, mostraba un aspecto deprimente. Por el contrario, el vecino “Nuevo Kistanje” parecía una ciudad en pleno boom, con los 1.200 habitantes que habían llegado desde Kosovo, 600 de ellos con menos de 18 años y 200 niños en edad preescolar. Contaban con casas nuevas y una nueva escuela. El gobierno croata esperaba que el pueblo creciera hasta convertirse en una ciudad. Al principio, los croatas de Kosovo creyeron las promesas del régimen de una vida próspera en Croacia, en lugar de vivir en la provincia más pobre e inestable de Kosovo. Este ejemplo era una consecuencia de la misma ideología que había alentado la guerra en la ex Yugoslavia. Durante los años 80, la propaganda étnica de los nuevos movimientos nacionalistas de los tres grupos principales –serbios, croatas y bosnios– exigió que se resolviera la crisis de la nación multiétnica mediante lo que ellos llamaron “reasentamientos humanitarios” e “intercambios benevolentes de población” destinados a la creación de Estados-nación homogéneos desde el punto de vista religioso en medio de una de las partes de Europa con mayor diversidad étnica. Las consecuencias fueron trágicas.
Kistanje quedó dividido en dos: el “viejo Kistanje”, habitado por los pocos serbios que retornaron, y su vecino hostil, el “nuevo Kistanje”, diseñado según la “ingeniería étnica” croata para unos 1.200 compatriotas
La ofensiva del ejército croata de 1995 contra el enclave secesionista serbio de Krajina expulsó a unos 300.000-350.000 serbios (según datos de la organización Human Rights Watch). El régimen de Franjo Tudman había planeado que en estas áreas se establecieran los croatas expulsados de Bosnia-Herzegovina por el ejército serbio. Entre los medios de comunicación y los medios académicos existe la teoría de que el plan para este “intercambio de población” masivo fue concebido y acordado ya en 1991 en una reunión secreta entre Miloševic y Tudman. Recientemente, en el juicio a generales croatas, el Tribunal de La Haya presentó la transcripción de una reunión secreta entre Tudman y sus asesores militares y políticos más cercanos en la que preparaban la ofensiva de 1995, incluida la expulsión de los serbios. En cualquier caso, no es ningún secreto que Tudman, como fundador de una nueva Croacia, la imaginó libre de serbios.
Además, durante la guerra, Tudman nombró como miembro de su gabinete a un ingeniero civil, llamado Jure Radic, para coordinar la citada política de “ingeniería étnica”. Irónicamente, Radic –católico practicante y nuevo líder político respaldado por el episcopado de la Iglesia Católica croata– era además presidente de la Comisión gubernamental para la relación con las comunidades religiosas. En un discurso de la campaña electoral de 1997, Radic “explicó” a sus votantes potenciales que los croatas expulsados de Bosnia-Herzegovina por los serbios merecían quedarse con los hogares que habían abandonado los serbios porque, en su opinión, estos habían “traicionado a su patria, habían luchado en el lado enemigo para acabar abandonando Croacia voluntariamente o bien para huir de la justicia como criminales de guerra o por el odio contra el gobierno mayoritario croata”. Durante todo el periodo que duró su régimen hasta que concluyó en 1999, Tudman trabajó para ampliar los asentamientos croatas en áreas previamente habitadas por serbios, al tiempo que resistía la presión internacional para la repatriación de los refugiados serbios, dificultando su regreso. Además, igual que sucedió con la política del régimen de Miloševic en Vojvodina, donde había llevado refugiados serbios procedentes de Croacia para hacer esta provincia –conocida por su diversidad étnica– más homogénea y dominada por los serbios, Tudman y Radic también intentaron llevar a los refugiados bosnio-croatas a la provincia croata más occidental y multicultural, Istria, junto a la frontera italiana, pero el partido regionalista autónomo istrio consiguió oponerse.
No es ningún secreto que Tudman, como fundador de una nueva Croacia, la imaginó libre de serbios
El pueblo de Kistanje y la cercana ciudad de Knin fueron cruciales para el proyecto de “ingeniería étnica” de Tudman y Radic. El área, según la mitología nacionalista croata, había sido un Estado de la Alta Edad Media gobernado por príncipes croatas autóctonos. Sin embargo, tras sucumbir a Hungría en el siglo XI, pero sobre todo tras la conquista otomana en el siglo XV, Croacia se convirtió durante los siglos siguientes en el principal lugar donde se establecieron los serbios que emigraron del Este y que sirvieron en el ejército para defender la frontera que separaba los territorios ocupados por los otomanos de aquellos bajo control de los Habsburgo y los venecianos. Además, a solo 3 kilómetros de Kistanje hay un monasterio ortodoxo llamado “Krka” –que toma su nombre del río de la zona– que ha sido durante siglos el centro espiritual serbio más importante de Croacia. Fundado a mediados del siglo XVI por monjes ortodoxos de Serbia que obtuvieron permiso de las autoridades otomanas y construido sobre las ruinas de un monasterio católico abandonado, el monasterio de Krka se convirtió en un gran complejo y centro de peregrinaje con una iglesia del siglo XVII, viviendas para los monjes y un seminario para la educación de los sacerdotes ortodoxos. Ocasionalmente (hasta en la actualidad), este monasterio se convertía en la sede del obispado de la provincia de Dalmacia. La importancia de este templo es notable; por ejemplo, las autoridades comunistas que gobernaban antes de la guerra, intentando mitigar el creciente nacionalismo serbio, dedicaron una larga suma de dinero para la restauración del monasterio. Durante la guerra, las tropas rebeldes serbias recibieron apoyo espiritual y sus líderes celebraron reuniones en este monasterio. El Ejército croata no se atrevió a atacarlo durante la ofensiva de 1995, y aunque los monjes huyeron, volvieron varios años después.
Mientras llevaba a cabo el proyecto de “ingeniería étnica”, el régimen de Tudman construyó alrededor de una docena de nuevos asentamientos para alojar a los croatas de Bosnia víctimas de la “limpieza étnica” que llevaron a cabo las fuerzas serbias durante la guerra de Bosnia de 1992-1995. Los asentamientos de mayor tamaño eran los de Kistanje, Golubic cerca de Knin, Karin, Graac, Korenica, Bukovic cerca de Benkovac, Smilic, Dumae cerca de Petrinja y Tušilovic. En ninguna de estas comunidades “mutantes” –antes exclusivamente serbias y ahora exclusivamente croatas– se consiguió crear unas condiciones de vida satisfactorias, por no hablar de oportunidades para el desarrollo económico. En algunos de esos pueblos, sus residentes siguen estando desengañados y arruinados. Algunos añoran sus antiguas casas y pueblos en Bosnia. Muchos de ellos, como mucha gente en otras partes de la ex Yugoslavia, se volvieron nostálgicos, glorificando el pasado comunista del viejo país multiétnico unido por Tito (Josip Broz, 1892-1980) y su revolución más nacional-populista que marxista-leninista. Hoy las abandonadas zonas serbias de Croacia, incluyendo los nuevos asentamientos para los refugiados croatas de Bosnia y de otras regiones, son las partes más pobres del país. Sin embargo, el gobierno de Zagreb bajo el partido nacionalista de la Unión Democrática Croata (HDZ) no sufre por ellas. Más bien al contrario, porque al cumplirse el objetivo principal de la guerra –librarse de los serbios–, comenzaron a ignorar a los “perdedores”. Haciendo caso omiso del Tribunal Internacional (TPIY) de La Haya, Croacia celebra la intensa oleada de limpieza étnica del verano de 1995 como una gran victoria histórica en la “Guerra por la Patria”, tal como se denomina oficialmente.
Mientras el TPIY juzgaba a tres generales croatas acusados de llevar a cabo la expulsión de la minoría serbia de Croacia, cuidadosamente planeada por el régimen de Tudman, el HDZ –supuestamente más liberalizado y menos nacionalista tras volver al poder en 2004 ya sin la presencia de Tudman– invirtió, a pesar de la profunda crisis económica, enormes sumas de dinero no en el desarrollo económico de las áreas pobladas por refugiados, sino en la construcción de ostentosos monumentos en el corazón de las áreas anteriormente pobladas por serbios para conmemorar las victorias de la guerra. En el centro de Knin se inaugurará en 2011 un gigantesco monumento en forma de V para conmemorar la controvertida ofensiva del Ejército croata del verano de 1995. En la localidad de Udbina, en la provincia de Lika, las obras de una enorme iglesia conmemorativa, llamada “Iglesia de los Mártires Croatas”, todavía continúan porque es tan cara que ni la financiación conjunta de la Iglesia católica y del gobierno es suficiente para acabarla.
La política de “ingeniería étnica” del régimen de Tudman no incluía únicamente la expulsión de los serbios de Croacia y la entrega de sus hogares a los croatas que venían de fuera, sino que con el fin de hacer a Croacia más croata y a los croatas más diferentes de los serbios –a pesar de tener el mismo idioma–, Tudman emprendió un proceso de “ingeniería lingüística”. Muchas palabras de este idioma compartido se sustituyeron por términos que eran supuestamente solo croatas, pero en realidad se trataba de una neolengua inventada por Tudman y su burocracia. Además, la escritura cirílica –que forma parte del legado que comparten todos los pueblos eslavos– dejó de enseñarse en las escuelas y las obras de muchos escritores y poetas serbios desaparecieron de las estanterías de los colegios. Del mismo modo, los libros de historia se reescribieron para mostrar una “historia nueva”, adaptada a la nueva ideología. Por ejemplo, se desmentía el genocidio cometido contra los serbios por los nacionalistas croatas extremistas durante la 2ª Guerra Mundial y se restaba importancia a los crímenes cometidos por Croacia, mientras que se exageraba el número de víctimas a manos del ejército de Tito en 1945 y no se mencionaba que hubiese criminales de guerra entre ellas.
A partir de 1995, pero sobre todo tras la muerte de Tudman, varios miles de serbios volvieron a sus pueblos. Muchos sufrieron ataques y amenazas, y los que entraban esporádicamente a Croacia desde Serbia y Bosnia para votar en las elecciones eran intimidados y acosados. Incluso recientemente, algunos turistas serbios de vacaciones en la Riviera adriática –donde solían pasar las vacaciones en los viejos tiempos del “titoismo”– han sufrido ataques a pesar de la entusiasta campaña publicitaria llevada a cabo por el gobierno de Zagreb en toda Serbia para promocionar el turismo, con la esperanza de resolver la recesión económica.
Los recién llegados al “Nuevo Kistanje”, muchos de los cuales eran veteranos de guerra del ejército croata, acabaron decepcionados y enfadados con el gobierno. Su comunidad no prosperaba y no se habían creado ni las condiciones de vida más básicas ni en su pueblo ni en Knin. Las calles no estaban asfaltadas, pero todas habían sido nombradas en honor a los reyes medievales croatas y a los paladines del nacionalismo moderno. En época de lluvia todo estaba tan lleno de barro que se hacía difícil entrar a las casas. Para colmo de males, a menudo se cortaba el agua corriente, el sistema de alcantarillado funcionaba mal y un insoportable olor recibía a los que visitaban el pueblo. Los vecinos, cada vez más cínicos, llamaban a estas calles no con nombres en honor a gloriosos personajes históricos croatas, sino con nombres como “calle de Afganistán” o “plaza Pakistán”.
El 18 de septiembre de 2010, el nuevo embajador de EEUU en Croacia, James Foley, visitó la zona de Knin. Los americanos estaban interesados ante todo en el proceso de repatriación de los serbios. Los visitantes también se detuvieron en “Novo Kistanje” (“Nuevo Kistanje”) donde se vieron confrontados por tres veteranos de guerra croatas en huelga de hambre. El embajador se enteró por estos hombres de que el gobierno y la comunidad internacional los habían defraudado; que el 80% de los habitantes del pueblo viven de los subsidios sociales; que no tienen conexión por carretera con ninguna ciudad grande; que no tienen guardería, ni oportunidades laborales; y que incluso el gobierno les corta el agua porque los vecinos del pueblo llevan cuatro años sin pagar las facturas. El embajador les prometió ayuda, continuó con su visita y siguió reuniendo historias similares durante el resto de su viaje por las zonas anteriormente ocupadas por serbios. Sin embargo, el embajador americano no tuvo la oportunidad de conocer un panorama diferente. Para ver al menos un caso de relativo éxito de la reversión del proyecto de limpieza étnica, debería haber ido a un pueblo llamado Golubic, pero no al Golubic que hay cerca de Knin, sino al que se encuentra a 80 kilómetros al oeste, cerca de la ciudad de Obrovac. En aquella época, probablemente aún no estaba enterado.
GOLUBIC O CÓMO CAMBIAR LAS COSAS DESDE ABAJO
El pueblo de Golubic se encuentra cerca de la ciudad de Obrovac, situada en el interior de la antigua ciudad costera y centro turístico de Zadar. Allí tuvieron lugar violentos enfrentamientos durante la guerra y los serbios de la zona también se unieron al éxodo del verano de 1995, dejando atrás casas y granjas que fueron saqueadas y quemadas por completo. Pero diez años más tarde, sobre todo después de la muerte de Tudman, muchos regresaron para quedarse y eso se ha conseguido no gracias al gobierno de ningún país, sino gracias a la gente del pueblo y a sus amigos y familiares, con la ayuda de grupos no gubernamentales y de defensores de los derechos humanos de Croacia y Serbia. Como resultado, los que volvieron a Golubic (que literalmente significa “pequeña paloma”) revitalizaron la zona y restablecieron la vida normal. La segunda de nuestra “historia de dos ciudades” es una historia sobre cómo pueden cambiarse las cosas para bien “desde abajo”, no por el gobierno, sino por varios vecinos entusiastas y sus amigos. Aunque hasta ahora solo ha regresado una quinta parte de la población que había antes de la guerra, el pueblo parece muy diferente al producto de “ingeniería étnica” que hemos descrito antes. Algunos agricultores volvieron para dedicarse al turismo ecológico.
El pueblo es sede de una conferencia que se celebra anualmente, auspiciada por varias ONG desde 2008. El cercano e histórico monasterio ortodoxo de Krupa –fundado por monjes serbios en el siglo XVI y con una iglesia colindante del siglo XIV– ha vuelto a establecer el peregrinaje que se realiza cada mes de agosto. En 2010, mientras se llevaba a cabo la tercera conferencia, este pueblo apartado se convirtió en el centro de atención de los medios de comunicación de toda la macro-región y de fuera de Croacia. La idea de llevar académicos para celebrar una conferencia en un pueblo situado en una zona abandonada donde aún sigue habiendo minas se le ocurrió al académico serbio Janko Veselinovic, nacido en Golubic. Veselinovic dejó su pueblo natal cuando era niño y tras ir a la universidad en Belgrado se estableció en la provincia autónoma serbia de Vojvodina en la que comenzó una exitosa carrera académica y política. La provincia de Vojvodina –con una población de unos 2 millones de personas y colindante con las fronteras de Hungría y Rumanía– es un microcosmos de culturas, con más de 23 grupos étnicos y 44 grupos religiosos. O al menos así era antes de la guerra de 1991-1995. En 1995, Vojvodina, como le sucedió a otras partes de la ex Yugoslavia, sufrió unos drásticos cambios demográficos. Tras la ofensiva del Ejército croata, Serbia y la República Serbia de Bosnia recibieron unos 300.000-350.000 refugiados. De estos, unos 180.000 fueron a Vojvodina y al mismo tiempo unas 50.000-70.000 personas pertenecientes a la minoría étnica húngara de Vojvodina se trasladaron a Hungría. No era casualidad que semejante número de refugiados serbios fuese a Vojvodina, sino que esto obedecía a la política de “serbianización” y homogeneización del régimen de Slobodan Miloševic. Entre los refugiados serbios que llegaron a Vojvodina se encontraba el padre de Janko, Petar Veselinovic. Él y su mujer abandonaron Golubic en el verano de 1995 junto con columnas de refugiados serbios para los que el ejército croata había formado un estrecho corredor en dirección al este para facilitar y agilizar su salida de Croacia. El matrimonio vivió con su hijo en Novi Sad. La que fuera una vez una ciudad cosmopolita y multiétnica de 150.000 habitantes, famosa por su tolerancia y el gran número de matrimonios mixtos, dobló su población durante la guerra. Allí aparecieron grupos nacionalistas serbios de extrema derecha y se perpetraron numerosos incidentes. Tras el fin del régimen de Tudman en 1999, Petar Veselinovic no dudó en regresar inmediatamente a su pueblo natal. Su casa, junto con otras tantas y unas cuantas granjas, había sido reconstruida gracias a los programas gubernamentales para la repatriación de refugiados auspiciados por EEUU y la UE. Antes de la guerra Golubic contaba con 478 habitantes y alrededor de un centenar de casas. En 2008, el pueblo tenía un centenar de habitantes y 34 casas. En el cercano monasterio de Krupa, los visitantes aprenden que los archivos de la iglesia mencionan Golubic por primera vez en 1550 y que en ella vivían 12 familias de fe ortodoxa dedicadas a la agricultura en territorio bajo control otomano.
La mayoría de los que volvieron a Golubic en 2008 eran jubilados que, como Petar Veselinovic, querían pasar su vejez en su pueblo natal, donde vivían antes de la guerra. Pero algunos retornados eran más jóvenes. Durante la conferencia de 2009, un periodista entrevistó a una pareja que había comenzado un negocio de agricultura ecológica: Suzana de 26 años, que vivía en Zadar y escapó a Belgrado al principio de la guerra, donde encontró al que sería su marido, un oriundo de Golubic de 30 años. La pareja junto a sus tres hijos hizo de Golubic su hogar. La escuela de la localidad fue restaurada y a ella asistían ocho alumnos (que no es una cifra pequeña teniendo en cuenta la rápida despoblación que sufren las áreas rurales). En esta pequeña escuela, Veselinovic hijo, ya como presidente de la Fundación para la Ayuda de los Refugiados y Expulsados, y Subsecretario Provincial de Educación y Ciencia de Vojvodina, convocó en 2008 a un grupo de colegas suyos del mundo académico de Serbia y Croacia para atraer la atención pública sobre el problema de la repatriación de los refugiados, debatir sobre las controversias históricas que han dividido a las comunidades étnicas y sobre los problemas de la transición. Aunque las minas se fueron sacando del pueblo, de las carreteras y de los campos de cultivo, las casas quemadas todavía seguían entre las que habían sido reconstruidas. Las cámaras de televisión que llegaron para cubrir el encuentro captaron una comunidad que había renacido pero también captaron los rastros que había dejado la guerra. El gobierno moderado de la vecina ciudad de Obrovac (antes con mayoría Serbia y ahora con mayoría croata) se ocupó de las necesidades de Golubic y trabajó para cultivar las relaciones interétnicas. De este modo, esta pequeña ciudad “deserbianizada” y “recroatizada” por la guerra no solo coexistía en paz, sino que además cooperaba on el pueblo vecino, repoblado con refugiados serbios retornados.
Cuando el caso de Golubic apareció en la televisión nacional, algunas comunidades se animaron y se inspiraron para hacer lo mismo, pero en otras, las amenazas y las agresiones contra los refugiados aún continúan. En 2009, Veselinovic hijo, como miembro electo del Parlamento serbio y presidente del Comité para la Amistad y Cooperación con Croacia de la Asamblea Nacional, inició en Golubic, en una agenda paralela a la conferencia académica, unas sesiones de diálogo entre los partidos de las minorías étnicas de Serbia y Croacia. Los activistas de Golubic recibieron el inestimable apoyo y ayuda económica del alcalde de Obrovac, Ante Župan. Este próspero empresario de Zadar es miembro de la facción reformista de la Unión Democrática Croata, partido de centro-derecha que lleva mucho tiempo al frente del poder.
La primera conferencia de Golubic tuvo lugar del 18 al 20 de septiembre de 2008. El tema general era “las relaciones entre croatas y serbios en el siglo XX: Historia y perspectivas de futuro” (Hrvatsko-srpski odnosi u 20. veku – prošlost i perspektive). Veinte académicos pertenecientes a diferentes universidades y centros de investigación, sobre todo de Croacia y Serbia pero también de países occidentales, presentaron sus ponencias. Desde la primera conferencia hasta la más reciente, que es ya la tercera, más de 50 académicos de varias especialidades y varios defensores de los derechos humanos han participado en la parte académica de la conferencia. Cabe destacar que no son meros teorizadores y académicos, sino que muchos de ellos y sus familias sufrieron el trauma de la guerra, la expulsión, la pérdida de sus hogares, se convirtieron en refugiados y sufrieron el exilio. La organización que coordina la celebración de este seminario se ha convertido en una ONG macro-regional con base en Vojvodina. Se trata del Centro para la Historia, la Democracia y la Reconciliación (CHDR) que está subvencionado por la Fundación Balcánica para la Democracia, por el Consejo Nacional Serbio de Croacia (un foro cultural con miembros de la minoría serbia), el gobierno de la ciudad de Obrovac y otra ONG de Zagreb llamada Dijalog.
La escritura cirílica –parte del legado de todos los pueblos eslavos– dejó de enseñarse en las escuelas, y las obras de muchos escritores serbios desaparecieron de las estanterías de los colegios
El segundo simposio de Golubic, llamado “Relaciones serbo-croatas: Cooperación política y minorías nacionales”, se celebró del 25 al 28 de agosto de 2009. Se introducía una novedad en el programa: paralelamente a la sesión académica, la conferencia reunió a representantes de los partidos de las minorías étnicas de Croacia y Serbia para que dialogasen e intercambiasen experiencias. Esta vez los medios de comunicación prestaron más atención y la conferencia incluyó un programa cultural que mostraba la herencia y el folclore de los habitantes de la zona. Además los participantes visitaron el monasterio de Krupa para hablar con los superiores sobre la renovación de las instalaciones del mismo, estimulando así la vida espiritual, sobre todo la importante peregrinación anual que tiene lugar precisamente en el mes de agosto, para de ese modo congregar, alentar y estimular el regreso de los refugiados para una mayor cohesión y solidaridad y para que se emprendan nuevos negocios agrícolas y de turismo rural y ecológico.
La tercera conferencia de Golubic: “Las relaciones serbo-croatas en el siglo XX: Cooperación cultural y política” (Hrvatsko – srpski odnosi u 20. veku; politicka i kulturna saradnja) se celebró del 26 al 29 de agosto de 2010. Esta vez también hubo dos programas paralelos: el simposio académico y el diálogo entre los partidos de las minorías étnicas. Hubo también un programa cultural aparte: un festival de documentales cuya temática examinaba las relaciones étnicas de la posguerra, los matrimonios mixtos y los problemas de integración entre los refugiados retornados y la población local en los territorios donde se había llevado a cabo la limpieza étnica. Una característica especial de este tercer encuentro fue la inesperada cobertura mediática. La razón puede haber sido la mejora de las relaciones entre Croacia y Serbia que siguió a la victoria de los candidatos liberales, que además apoyan la entrada en la UE. Los medios de comunicación descubrieron el “milagro de Golubic” y publicaron reportajes sobre la conferencia, sus participantes, los habitantes de la zona y sobre el accidentado pero fascinante escenario natural.
Quedará patente para los lectores que sepan croata que el optimismo se impone al escepticismo en la mayoría de los reportajes, incluso en las noticias sobre los últimos movimientos obstaculizadores de nacionalismo étnico como los que tienen lugar en la República Serbia de Bosnia-Herzegovina. En esta tercera conferencia se creó una nueva ONG llamada Asociación para la Historia, la Cooperación y la Reconciliación [Udruga za povijest, suradnju i pomirenje, Golubib (Obrovacki)], que sería el equivalente croata del CHDR de Vojvodina. Aunque ambas se consideran “ONG hermana” y su estrecha colaboración continuará, es más correcto políticamente que el asunto prioritario de la repatriación de los refugiados a Croacia esté coordinado por una ONG dirigida por croatas y situada en Croacia para de ese modo hacer llegar el mensaje a los serbios de Croacia de que Croacia sigue siendo su patria, que el grupo mayoritario es el que tiene la mayor responsabilidad de proteger los derechos de la minoría y que muchos croatas condenan la política que llevó al cambio de la estructura demográfica del país así como los ocasionales excesos de odio e intolerancia que se cometieron.
En la primera reunión de las dos “ONG hermanas”, se llegó a la conclusión de que el evidente éxito alcanzado también conlleva la obligación de mejorar y ampliar el activismo en general y el proyecto de Golubic en particular. Para el año próximo está previsto ampliar la conferencia de Golubic. Entre otras cosas, los organizadores han comenzado una escuela de verano para estudiantes interesados en el área de la resolución de conflictos internacionales y para activistas de derechos humanos. A la vez, algunos grupos de activistas por la paz de Vojvodina anunciaron que cruzarían la frontera del norte de Croacia y que formarían un “tren de la paz” conjunto con sus colegas croatas. Durante la conferencia de agosto vendrán a Golubic para seguir las reuniones y después hacer la peregrinación al monasterio de Krupa por el tradicional jubileo de la Asunción. Mientras tanto, los habitantes de Golubic se preparan para ofrecer a los numerosos invitados sus productos ecológicos caseros como el sabroso y saludable queso de cabra, el vino, la miel y los tés de hierbas con propiedades curativas usados durante siglos en la medicina tradicional y un brandy aromatizado con hierbas, que la gente local cree que fortalece el corazón.
Por supuesto que el caso de Golubic –descrito como una historia de éxito– no debería alimentar expectativas poco realistas, como esperar el retorno de un gran número de serbios. Las menos de 10.000 personas que han regresado hasta el momento representan muy probablemente el fin del proceso de retorno. La mayoría de los que han regresado son personas mayores y jubilados, mientras que los refugiados más jóvenes comenzaron una nueva vida en Serbia, en la República Serbia de Bosnia o en el extranjero. Sin embargo, el caso de Golubic sigue siendo un ejemplo de reversión de la “limpieza étnica” que ya ha estimulado los esfuerzos de otras sociedades civiles similares. El caso de Golubic demuestra que Croacia se está democratizando y que su sociedad civil es activa. También pone de manifiesto la eficacia del activismo político autónomo “desde abajo”, del poder a nivel de la comunidad local y de las fructíferas iniciativas regionales.
UN PAÍS HOMOGÉNEO
Croacia (igual que la cercana Bosnia o Vojvodina) ha sido durante su larga historia una sociedad pluralista, multiétnica y multiconfesional. Desafortunadamente, la Croacia de hoy día no es tan diversa como solía ser. Según el censo de 2001, Croacia se ha vuelto un país étnicamente homogéneo con un 89,6% de croatas y un 90% de católicos. El nacionalismo oficial da por sentado que los croatas patrióticos deben ser católicos practicantes, a diferencia de los serbios que son “por naturaleza” ortodoxos y a diferencia del tercer grupo con la misma lengua, a saber, los bosníacos (es decir, los bosnios musulmanes) a quienes no les queda más remedio que ser musulmanes porque la religión es la marca fundamental de su identidad nacional. Sin embargo, este predominio de población croata no obedece a unas tendencias demográficas positivas –en realidad drásticamente negativas–, sino a otros factores.
Según el censo de 1981, en Croacia vivían un 75,1% de croatas (64% se declaraban católicos). Croacia ha sido también la patria de otros muchos grupos durante muchos siglos. Antes de la guerra, según el censo de 1991, había un 12,2% de serbios, incluyendo un 8,2% en 1981 y un 2,2% en 1991 de “yugoslavos por nacionalización”, en su mayoría personas de matrimonios mixtos serbo-croatas. Según el censo de 2001, el número de serbios descendió hasta un 4,5% y los “yugoslavos por nacionalización” han “desaparecido”. Otras minorías étnicas que recoge el censo de 2001 son: bosníacos o musulmanes bosnios (0,47%), italianos (0,4%), albaneses (0,3%), eslovenos (0,3%), húngaros (0,37%), checos (0,24%), romaníes o gitanos (0,21%), eslovacos (0,11%), alemanes (0,07%), macedonios (0,1%), montenegrinos (0,1%), rutenos (0,05%), ucranianos (0,04%), personas que rehúsan manifestar su afiliación (2,61%), personas que declaran su afiliación regional como su origen étnico (0,2%), personas en la categoría “otros” (4,49%), así como porcentajes menores de austríacos, rusos, polacos, judíos, rumanos, griegos y búlgaros. El grupo minoritario que presentó el mayor crecimiento en Croacia es el mismo grupo con el mayor crecimiento demográfico de Europa, los albaneses. Expresado en cifras absolutas su número ha pasado de los 6.006 en 1981, a los 12.032 en 1991 y a los 15.082 en 2001.
Cabe destacar especialmente que, desde 1941, Croacia ha llegado a perder casi completamente a tres grupos étnicos minoritarios históricos cuyos miembros contribuyeron notablemente a la cultura y al desarrollo de la nación: los judíos, los italianos y los serbios. En la 2ª Guerra Mundial, la Italia fascista y la Alemania nazi crearon un régimen pro-Eje en Zagreb llamado Estado Independiente de Croacia. Con la ayuda de sus aliados, este régimen perpetró un genocidio contra judíos, serbios y gitanos con el fin de “limpiar” completamente de estos grupos lo que en la actualidad corresponde a territorios de Croacia y Bosnia-Herzegovina. Gracias a la resistencia antifascista partisana dirigida por serbios, croatas y otros comunistas yugoslavos de las demás nacionalidades, este genocidio no llegó más lejos, pero sí que causó espantosos crímenes en masa. De los 40.000 judíos que había antes de la guerra, unos 30.000 fueron asesinados en este “holocausto croata”. Menos de 10.000 consiguieron sobrevivir y 3.500 se unieron a la resistencia partisana. Muchos judíos croatas figuras destacadas de la esfera pública, cultural, científica y académica murieron, incluida la actriz infantil Lea Deutsch conocida en toda Europa y el erudito de fama mundial Kalmi Baruch, entre otros muchos. Actualmente, unos 600 judíos viven en Croacia y todavía tienen que enfrentarse al explícito antisemitismo y a la negación del Holocausto de los círculos de derecha croatas. Los judíos croatas conmemoran el Holocausto cada año. Este acontecimiento se televisa y en él participan los más altos representantes del gobierno desde la visita del presidente Mesic a Israel en 2006 y desde que pidiera disculpas por el Holocausto croata de la 2ª Guerra Mundial. A pesar de esto, una sinagoga de Zagreb que fue destrozada en 1941 aún no ha sido reconstruida.
Croacia también ha perdido a la mayoría de los cientos de miles de italianos que vivían a lo largo de la costa adriática desde Istria a Dalmacia, pero en este caso la historia es más compleja. El gobierno fascista de Istria (1920-1943) y Dalmacia (1941-1943) persiguió a la población mayoritaria croata con tanta dureza que dio lugar a la aparición de un poderoso movimiento de resistencia que culminó con la ofensiva antifascista de los partisanos durante la 2ª Guerra Mundial. Después de la guerra, el régimen comunista yugoslavo contraatacó brutalmente a los italianos, incluyendo a los criminales de guerra y colaboradores, pero también a un gran número de víctimas inocentes. Finalmente, entre 1947 y 1953, más de 300.000 italianos abandonaron Yugoslavia bien por la fuerza o para no vivir bajo un opresivo régimen comunista que los odiaba.
Los italianos exiliados formaron asociaciones culturales y políticas, conservaron sus recuerdos y continuaron con el activismo político. Muchos de estos exiliados italianos nacidos al este del adriático se convirtieron en figuras importantes de la cultura, los deportes y el mundo del espectáculo como los escritores y periodistas Enzo Betizza, Guido Miglia, Fulvio Tomizza, Leo Valiani y Valentino Zeichen, el pintor Mario Gasperini, el compositor Luigi Donora, las actrices Laura Antonelli y Alida Valli, el cantante y compositor Sergio Endrigo, los atletas de talla mundial y campeones deportivos Nino Benvenuti, Mario Andretti, Orlando Sirola, etc. Actualmente, unos 20.000 italianos viven en Croacia, sobre todo en Istria, donde gobierna un partido regional que ha introducido el bilingüismo y el multiculturalismo. Las relaciones italo-croatas están mejorando y varios italianos han conseguido recuperar sus propiedades o han sido compensados por la pérdida de las mismas, y algunos de los exiliados han vuelto a pesar de que aún quedan por resolver varios asuntos impuestos por la historia.
Desde 1941 Croacia ha llegado a perder casi completamente a tres grupos minoritarios históricos que contribuyeron notablemente a la cultura y al desarrollo de la nación: los judíos, los italianos y los serbios
Los regímenes nacionalistas que surgieron después de 1991 presentaron estas pérdidas de la población y el éxodo masivo de antiguos vecinos y ciudadanos croatas como un triunfo histórico y una completa emancipación nacional de los croatas. Como hemos mencionado antes, el principal objetivo bélico y el antiguo sueño del nacionalismo extremista croata era librarse del “Otro”. Al mismo tiempo, los nacionalistas croatas lloran la gran “diáspora de croatas” en el extranjero que necesitan ser repatriados pero que no están regresando; además, muchos jóvenes croatas se están marchando en masa a países extranjeros. Para empeorar las cosas, las tendencias demográficas de despoblación en Croacia son alarmantes. La Iglesia católica croata, por lo demás partidaria del gobierno nacionalista, ya ha sucumbido al pánico. El Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (CCEE) se reunió en Zagreb (del 30 de septiembre al 10 de octubre) para tratar el tema “Demografía y Familia en la Europa Contemporánea”. En dicho encuentro, el Arzobispo de Zagreb, Cardenal Josip Bozanic, como vicepresidente del CCEE, manifestó que la situación demográfica de Croacia es preocupante y exige medidas urgentes. De hecho, solo nacen 14 niños por cada 10 mujeres croatas, cifra preocupantemente por debajo del mínimo de 21 niños necesario para que haya crecimiento demográfico. Según los datos sobre el número de nacimientos, Croacia se encuentra en la base de los índices demográficos mundiales. “Croacia se está extinguiendo”, así agoniza el suplemento semanal conservador Dom i Svijet (Patria y Mundo). Según esta misma fuente, solo cuatro países en el mundo registraron tendencias demográficas negativas: Italia, Bélgica, Bulgaria y Croacia. El “triunfo” que el nacionalismo oficial celebra ha sido anulado por la realidad de un vacío y una derrota evidentes.