Número 13, otoño/invierno 2012: Arte y cultura en Israel y Palestina Jonatan Stanczak
Director Gerente del Teatro de la Libertad de Yenín, Palestina. [+ DEL AUTOR]

El Teatro de la Libertad

Hakam Hajajlah, de 10 años, es el primero que se dirige a la multitud. Según enfoca su mirada hacia el mar de rostros que se han acercado a la actuación de hoy, afirma tener un sentimiento de “pertenencia”. Después habla su padre, Omar: “¡En este momento me siento libre de la ocupación! Hoy he encontrado, a través del arte y la cultura, otra manera de resistir.”

Estas son palabras potentes sin duda, teniendo en cuenta que hay un escuadrón de soldados y policía israelí que vigila desde cerca, fuertemente armado con su habitual despliegue de fusiles M16, proyectiles de goma, munición real, bombas sónicas, bombas de gas, porras… A la media hora de que haya comenzado el evento, al parecer sintiéndose amenazados por los músicos, los actores y su público, los militares cierran la entrada al pueblo, prohibiendo la llegada de más espectadores.

Un soldado israelí vigila, desde un vehículo blindado, las afueras de la ciudad de Yenín, cercada por el ejército. Yenín, Palestina, 11 de septiembre de 2001. / Sven Nackstrand /EFE

El Teatro de la Libertad y el equipo de su Autobús de la Libertad han sido invitados a la población de al-Walaja, a las afueras de Belén, para ofrecer una actuación de Teatro-Playback, un tipo de teatro interactivo en el que los miembros del público comparten relatos autobiográficos para después ver cómo los actores transforman estas historias en piezas teatrales improvisadas. Dar Qandeel (un grupo de músicos de la población de Tulkarem) y el rapero Talha Alali, también conocido como Wise Wolf [Lobo Sabio], acompañan al equipo del Autobús de la Libertad.

Al-Walaja es un pueblo que se enfrenta al encarcelamiento inminente y a la posible extinción. La maquinaria Volvo y Caterpillar va excavando una ladera de la montaña día tras día, preparando el terreno para el muro de separación israelí. Cuando esté terminado, este muro rodeará al-Walaja, atrapando a sus habitantes detrás de una línea continua de bloques de hormigón de gran altura. Sin embargo, el precio de esta supuesta “barrera de seguridad” es impredecible. El pueblo de al-Walaja ya ha visto cómo -en una completa y flagrante omisión del derecho internacional- sus tierras eran confiscadas y sus casas demolidas para alimentar este muro que se va adentrando como una serpiente en el territorio palestino, anexionando tierra y recursos acuíferos a su paso.

Es evidente el poder que tienen la música, el teatro, la danza y la poesía para elevar y fortalecer el espíritu humano en su lucha contra la opresión y la injusticia

Tal y como sucede en varios pueblos de Cisjordania, al-Walaja celebra manifestaciones semanales en oposición a la construcción del Muro. Sin embargo, el 13 de abril el pueblo se reunió con un motivo diferente: una actuación única en la cima de una montaña que ha sido declarada de manera unilateral Parque Natural Israelí. En este trozo de tierra crecen olivos cuyo fruto ha sido recolectado durante generaciones por el pueblo de al-Walaja. También es el lugar donde se encuentra el hogar de Omar y Hakam Hajajlah.

Una multitud de más de doscientos palestinos y forasteros se reunió sobre esta montaña para solidarizarse con el pueblo de al-Walaja y escuchar sus historias. Asistieron miembros de la comunidad, artistas, académicos, profesores, activistas, periodistas, niños, jóvenes y familias. El ambiente era alegre y festivo. Las gentes de al-Walaja elevaron sus voces y contaron sus historias. Historias sobre la violencia del ejército, los derribos de viviendas, la confiscación de tierras, y quizás lo más importante: sobre su resolución a mantenerse firmes y continuar luchando para conseguir que se haga justicia. Cada relato fue escuchado, reflejado y puesto en escena sobre el “escenario” al aire libre: un trozo de tierra entre olivos. Los músicos tocaron y cantaron. La multitud se incorporó bailando.

Los niños, los jóvenes y los adultos que participan en El Teatro de la Libertad generan obras de teatro, exposiciones de fotografía, películas y libros. Reflexionan, sueñan, debaten, cuestionan y desafían

Como dijo una vez el fallecido Juliano Mer Khamis, antiguo Director General del Teatro de la Libertad: “creemos que la Tercera Intifada, la siguiente Intifada, debería ser cultural…” Desde luego, en esta reunión se hacía evidente el poder que tienen la música, el teatro, la danza y la poesía para elevar y fortalecer el espíritu humano en su lucha contra la opresión y la injusticia.

El actor, director y activista Juliano Mer Khamis en el Teatro de la Libertad. Yenín, Palestina, 7 de abril de 2004. / Lu Yingxu /EFE

Existen muchísimas historias no contadas y no escuchadas en la Palestina Ocupada. El Teatro de la Libertad y su Autobús de la Libertad no pueden poner voz a todas, pero sí pueden abrir una ventana para que salgan volando, para que el viento se las lleve de viaje, para que vayan cogiendo velocidad según viajan de un oído a otro, volando por encima de las montañas, de los puestos de control, de los muros, en un crescendo que comienza con susurros y llega a testimonios altos y claros que todo el mundo pueda oír.

¿Por qué una Intifada cultural?

Uno de los objetivos de la ocupación israelí consiste en destruir la vida y la identidad cultural del pueblo palestino. Durante los últimos diez años, Israel ha avanzado mucho en esta dirección. No solo destruyó los locales culturales, las bibliotecas, etc., sino que cortó las conexiones entre los pueblos y la vida diaria quedó ensombrecida por la opresión y la separación. La lucha representaba la pugna entre las masas que querían sobrevivir y los pocos que ostentaban el poder. El interruptor de la luz que alumbraba a los palestinos quedó prácticamente desconectado. En tales circunstancias, el papel del teatro y otras artes escénicas se hace no solo necesario, sino absolutamente vital para la supervivencia moral; para conservar el respeto por uno mismo y un sentido de pertenencia colectivo. Las artes escénicas también tienen la capacidad de abrir nuevos mundos, de estimular la imaginación de mentes que se han cerrado a causa del trauma continuo y repetido.

El Teatro de la Libertad está decidido a utilizar las artes exactamente de esta manera. El teatro, o más bien el centro cultural, se encuentra en el Campo de Refugiados de Yenín, en la zona norte de Cisjordania. Desde hace mucho tiempo, esta ha sido una de las zonas más aisladas del territorio palestino y, antes de que El Teatro de la Libertad abriera sus puertas en 2006, Yenín llevaba muchos años sin instalaciones para las artes escénicas y se encontraba desconectado en la práctica del desarrollo cultural, tanto local como global. Desde entonces, la cultura y las artes han vuelto a tomar un papel protagonista dentro de la comunidad. Hasta la fecha, más de 100.000 artistas aspirantes, espectadores, visitantes y amigos se han reunido en el teatro para involucrarse, crear, mostrar su trabajo y brillar.

Escena de ‘Las sillas’, último montaje dirigido por Juliano Mer Khamis. Ramala, Palestina, 7 de abril de 2011. / Fadi Arouri /EFE

A pesar de que El Teatro de la Libertad se ocupe sobre todo de las artes escénicas y visuales, estas expresiones culturales no se consideran para nada un mero entretenimiento. Para el pueblo palestino, la expresión artística es parte integrante de su lucha por la justicia, la igualdad y la libertad. El Teatro de la Libertad se ha sumado al movimiento de resistencia de las gentes del Campo de Refugiados de Yenín, con el objetivo de utilizar las artes escénicas como instrumento para desafiar a la opresión, tanto externa como interna.

Lo que hace El Teatro de la Libertad es presentar realidades alternativas, desafiando las estructuras de poder actuales y alzando la voz contra la violación de derechos humanos. Nuestras actividades incluyen la actuación, el psicodrama, el teatro-playback, la realización de películas, la fotografía y la escritura creativa. Los niños, los jóvenes y los adultos que participan en El Teatro de la Libertad generan obras de teatro, exposiciones de fotografía, películas y libros sobre temas que no son asignados, sino que se desarrollan como resultado de sus experiencias personales y compartidas. Reflexionan, sueñan, debaten, cuestionan y desafían. Esta es la esencia del arte, de la cultura.

Cómo comenzó todo

El Teatro de la Libertad está inspirado en un proyecto único, Cuidado y Aprendizaje, que hizo uso del teatro y del arte para tratar el miedo crónico, la depresión y el trastorno de estrés postraumático que experimentaban los niños del Campo de Refugiados de Yenín. El proyecto se puso en pie durante la primera Intifada, dirigido por Arna Mer Khamis, una revolucionaria que dedicó su vida a hacer campaña a favor de la libertad y los derechos humanos, particularmente en la Palestina Ocupada.

La feroz y energética humanidad de esta mujer, nacida en una familia judía y que eligió vivir y trabajar entre los palestinos, le granjeó el premio de la Fundación para una Vida Armónica, también conocido como el ‘Premio Nobel Alternativo’, en 1993 por su “apasionado compromiso con la defensa y la educación de los niños de Palestina”. Con el dinero del premio construyó El Teatro de Piedra, un pequeño teatro donde enseñaba a los niños actuación a nivel elemental, ayudándoles a expresar sus frustraciones, ira y miedo cotidianos. Arna falleció en 1995 y el teatro fue destruido durante la invasión israelí del campo de refugiados en 2002.

El proyecto Cuidado y Aprendizaje está documentado en la película Los niños de Arna, dirigida por el hijo de Arna, Juliano Mer Khamis. Juliano, que en aquel momento era un actor consagrado en Israel, daba clase en el teatro de Arna de vez en cuando y con su cámara grababa a los niños mientras ensayaban. Son niños y niñas cautivadores, llenos de espíritu y de humor. Sueñan con un futuro como actores; uno dice que quiere ser un “Romeo palestino”.

“La Intifada, para nosotros y para nuestros niños, es una lucha por la libertad. Nuestro proyecto infantil se llama Aprendizaje y Libertad. Y esto no son solo palabras. Constituyen la base de nuestra lucha. No hay libertad sin conocimiento. No hay paz sin libertad. La paz y la libertad van de la mano. ¡Van de la mano!”. (Arna Mer Khamis, 1929-1995)

En 2002, cuando el ejercito israelí invade la ciudad y el Campo de Refugiados de Yenín como parte de la “Operación Escudo Defensivo” y derriba las zonas centrales del campo, Juliano regresa para ver qué les ha pasado a los niños. Descubre que uno de ellos se inmoló en un ataque suicida, otro murió en la batalla de Yenín y otro dirige un grupo de resistencia en el campamento. Los niños de Arna se desplaza hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, poniendo de manifiesto la tragedia y el horror de unas vidas -particularmente las de los niños- atrapadas por las circunstancias de la ocupación militar. Es entre toda esta destrucción donde Juliano capturó algunas de las imágenes más inquietantes, siguiendo las huellas de los antiguos alumnos de su madre, jóvenes palestinos encarcelados en guetos dentro de guetos.

A través de un encuentro fortuito entre uno de los antiguos alumnos de Arna, Zakaria Zubeidi, y el enfermero de pediatría sueco Jonatan Stanczak en 2005, surgió la idea de reinstaurar un teatro en el Campo. Con Juliano Mer Khamis, esta idea se convirtió en realidad en 2006. Zakaria Zubeidi era en aquel momento el líder militar de la Brigada de los Mártires de al-Aqsa, uno de los grupos de resistencia armada más importantes del campo, pero subsecuentemente anunció que deponía las armas, prefiriendo apoyar un movimiento de resistencia cultural.

En los años siguientes, El Teatro de la Libertad creció, y lo que había sido un pequeño teatro comunitario pasó a convertirse en el mayor centro cultural de la zona norte de Cisjordania. Los jóvenes de Yenín plasmaron sobre el escenario, en libros, exposiciones, revistas y películas su propia historia. El teatro ha recibido gran cantidad de atención internacional, y actores, dramaturgos, fotógrafos, realizadores y otros artistas de todo el mundo han venido a trabajar como voluntarios en el teatro durante años.

Juliano dirigiendo un ensayo con un grupo de alumnas de El Teatro de la Libertad. Yenín, Palestina, 4 de abril de 2007. / Lu Yingxu /EFE

Uno de los principales éxitos artísticos, que cosechó una importante atención internacional, fue el montaje de Rebelión en la Granja, de George Orwell, texto que El Teatro de la Libertad adaptó buscando relacionarlo con las circunstancias locales, y que fue dirigido por Nabeel Rahee y Micaela Miranda. Este montaje fue particularmente importante porque ilustraba el triángulo político que existe entre la resistencia palestina, la ocupación israelí y la complicidad y la colaboración de la Autoridad Palestina para la implementación de la violencia y la represión propias de la Ocupación. Muchos de los objetivos artísticos y políticos de esta producción se centraron en el tema de “los revolucionarios que imitan a sus opresores”.

De hecho, dentro del montaje propiamente dicho, al principio de la historia los personajes de los cerdos son los que lideran la revolución que se hace con el poder en la granja con el propósito de liberar a los animales de la tiranía del Granjero. Sin embargo, según se hace más complicado dirigir la granja, los cerdos comienzan a abusar del resto de los animales y terminan por introducir asociados externos con los que hablan en hebreo. La implicación en términos palestinos era tan clara como controvertida, ya que la asimilación del hebreo era el modo en el que los cerdos se equiparaban a la Autoridad Palestina y su colaboración con la ocupación israelí. Tal y como informaba la BBC en 2009, la producción “escoció en Cisjordania” y desafió las tradiciones y opiniones palestinas sobre la ocupación, centrándose también en la corrupción política interna. Tal y como se cita en el artículo de la BBC, Juliano Mer Khamis decía que el enemigo más presente y más inmediato no es ni Israel ni sus tropas, sino las restricciones no explícitas que las autoridades palestinas imponen en aquellos que quieren desafiar el liderazgo político de los Territorios Ocupados.

Uno de los principales éxitos artísticos fue el montaje de Rebelión en la Granja,  texto que El Teatro de la Libertad adaptó buscando relacionarlo con las circunstancias locales

De manera similar, el montaje de Alicia en el País de las Maravillas de 2011, dirigido por Mer Khamis, también pretendía tratar la naturaleza represiva de algunos aspectos de la sociedad palestina, particularmente al haberse radicalizado dentro de los confines de la cultura de los campos de refugiados. La violencia y la opresión que se imponen en ellos están bien documentadas, y las consecuencias sociales negativas de ambas son el resultado directo de un trauma no resuelto que se transmite de generación en generación a través de las familias que han sido víctimas primero de la expulsión de sus casas a manos de los israelíes en 1948 y, subsecuentemente, de la violencia de la ocupación y el sistema de apartheid. La escena que abre Alicia en el País de las Maravillas es un matrimonio concertado del que escapa una joven Alicia palestina hacia un país de las maravillas que no solo es extraño, sino también peligroso. A través de una serie de aventuras, vemos cómo Alicia se enfrenta a diversas elecciones que van dando forma a su identidad, como mujer joven y como agente político dentro de su comunidad y en el mundo.

El Teatro de la Libertad ha tratado una y otra vez los derechos políticos de los palestinos dentro del marco del conflicto israelí-palestino, pero además, también ha tratado cuestiones relacionadas con los derechos de las mujeres y de otras minorías o grupos oprimidos dentro de la propia sociedad palestina Los jóvenes realizadores del programa multimedia de El Teatro de la Libertad también han centrado su atención en estos derechos. A pesar de que esto pueda resultar controvertido en el contexto de la cultura local del Campo, pone de manifiesto que El Teatro de la Libertad es una institución social comprometida con el concepto de la libertad como algo esencial para la experiencia humana, tanto dentro de la esfera personal como de la política. En esencia, la libertad personal puede ser un prerrequisito para la acción política y El Teatro de la Libertad libera en particular a los jóvenes de Yenín, primero trabajando con ellos a través de los diversos programas de teatro terapéutico con los que cuenta y, de manera más amplia, dentro del constructo del activismo político a través del arte y la cultura.

Juliano Mer Khamis decía que el enemigo más presente y más inmediato no es ni Israel ni sus tropas, sino las restricciones no explícitas que las autoridades palestinas imponen en aquellos que quieren desafiar el liderazgo político de los Territorios Ocupados

El ataúd con los restos de Juliano Mer Khamis en el escenario de un teatro de Haifa, durante su funeral. Haifa, Israel, 6 de abril de 2011. / Sliman Khader /EFE

Dónde nos encontramos a día de hoy

Juliano Mer Khamis dirigió El Teatro de la Libertad hasta Abril de 2011. El día 4 de ese mes, el Teatro fue golpeado con una tragedia que nadie podía haber imaginado, ni en sus peores pesadillas. Según salía con su coche del teatro, Juliano fue asesinado por un enemigo de la cultura y la libertad de expresión que todavía no ha sido identificado. Este suceso sumió al personal y a la organización en una profunda crisis y, como resultado, las actividades quedaron prácticamente paralizadas durante varios meses. Para colmo, el edificio del teatro también fue atacado varias veces por el ejército israelí y cuatro de sus miembros fueron arrestados sin cargos, siendo puestos en libertad semanas más tarde. El futuro del Teatro se presentaba sombrío pero, a pesar de todas las dificultades, el personal consiguió mantenerlo en funcionamiento. Hoy, un año después, las actividades están de nuevo en marcha y se han añadido varios cursos nuevos, incluyendo el de teatro-playback.

Juliano dirigió El Teatro de la Libertad hasta Abril de 2011. Fue asesinado por un enemigo de la cultura y la libertad de expresión que todavía no ha sido identificado

El Teatro está decidido a continuar honrando y desarrollando el legado de Arna y Juliano. El personal y los miembros de El Teatro de la Libertad no olvidarán ni dejarán de demandar, incondicionalmente, que los responsables de la muerte de Juliano respondan ante la justicia. En palabras de la primera promoción que se graduó en la Escuela de Arte Dramático:

“Juliano, los niños de tu madre han fallecido, tu madre Arna ha fallecido y tú también, pero tus niños permanecerán aquí, siguiendo tu camino para luchar por la libertad, y llevaremos adelante tu promesa de revolución, la revolución de jazmín.

El mensaje revolucionario no perecerá. Se abrirá camino sobre las arenas amarillas y las montañas cubiertas de almendros, y llevará volando la revolución de jazmín desde las manos de los guerrilleros, desde aquí, desde el escenario de El Teatro de la Libertad, donde se hacía y se hace libres a los hombres, donde se les involucra en la batalla revolucionaria cultural por la Libertad.

En miles de silencios solo se escucha un violín tocar, y en miles de silencios solo una voz se alza, es la voz de los guerrilleros, a los que enseñaste a llevar el fusil cultural sobre sus hombros.”

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