El impacto de la UE en Turquía
Desde la constitución de la República Turca, los objetivos de occidentalización o modernización han definido y justificado reformas que pretendían transformar el sistema político, legal y sociocultural heredado del Imperio Otomano. El ideal establecido por el fundador de la República, Mustafa Kemal Atatürk, era alcanzar los estándares de una civilización superior logrados en otras partes del mundo. Quizá esta sea la razón por la que, cuando la necesidad de reforma es clara gracias a una sólida perspectiva de un cambio positivo en la relación entre Turquía y la Unión Europea (UE), los actores políticos o burocráticos contrarios a la reforma no consiguen tener éxito en su oposición. Podemos encontrar un buen ejemplo de esto en la abolición de la pena de muerte en 2002 a fin de cumplir los criterios políticos de la UE, llevada a cabo por un gobierno que tenía como socio de coalición a un partido político que se oponía a la abolición. Al ir evolucionando la relación entre Turquía y la UE, ésta se convirtió en un actor con el potencial de inducir el cambio en Turquía.
El proyecto de occidentalización o modernización se ha convertido en sinónimo de europeización en la definición del proceso de transformación. Europeización es un término ampliamente utilizado en el ámbito académico para referirse al impacto del nivel comunitario sobre el nivel nacional, que se aplica no solo a los países candidatos, sino también a los Estados miembros. No obstante, se puede argumentar fácilmente que el impacto de la UE en los países candidatos es comparativamente mayor que en los Estados miembros, ya que los primeros no tienen la posibilidad de la exclusión voluntaria dentro del proceso de adhesión. Dicho de otra manera, las negociaciones de adhesión tienen el objetivo de preparar a un país candidato a la UE en todas las áreas de la gobernanza y de estándares de políticas que se nos puedan ocurrir, y es ahí donde el poder transformador de la UE alcanza su pico máximo. Naturalmente, el éxito de la política de ampliación de la UE como uno de los instrumentos a través de los que ésta transforma su entorno se basa en el incentivo que se ofrece a los países candidatos. Puede comprobarse la importancia de la perspectiva de adhesión para el poder transformador de la Unión en el historial mixto de la Política de Vecindad de la UE, que deja esta posibilidad como algo ambiguo para los países objetivo de dicha política. No obstante, a pesar del hecho de que las relaciones entre Turquía y la UE no forman parte de esa Política de Vecindad, que pone en peligro el poder transformador de la Unión como se verá después, la historia de la europeización de Turquía también ha sido una historia muy empañada por factores internos y por factores relacionados con la UE.
DE ELEGIBLE A CANDIDATO
Las relaciones oficiales entre Turquía y la UE datan del Acuerdo de Asociación firmado en 1963, cuya importancia subyace en que preveía la perspectiva de la adhesión de Turquía a la entonces Comunidad Europea (CE), cuando Turquía fuera capaz de cumplir las obligaciones que implica pertenecer a la Unión. Desde entonces, aunque la UE ha experimentado varias oleadas de ampliación, Turquía solo consiguió entrar en la Unión Aduanera en 1996 (algo que ya estaba previsto en el Acuerdo de Asociación), a pesar de haber presentado su solicitud de adhesión en 1987, después de la consolidación de la transición del régimen militar de 1980. La opinión de la Comisión Europea sobre su solicitud no fue una negativa rotunda a la elegibilidad de Turquía argumentando que no se trataba de un país europeo, como fue el caso de la solicitud de Marruecos. En lugar de ello, la Comisión recalcó la elegibilidad de Turquía pero aplazó un análisis en profundidad hasta que se diera un contexto favorable, ya que la CE estaba ocupada con su propio proceso de reforma interna, es decir, la consecución del Mercado Único. Tal como propuso entonces la Comisión, Turquía y la UE se centraron en la Unión Aduanera y la llevaron a cabo, mientras que la perspectiva de la adhesión ha resultado más difícil de lograr con el paso de los años, principalmente basándose en el argumento de que Turquía no es culturalmente un país europeo.
Las relaciones oficiales entre Turquía y la UE datan del Acuerdo de Asociación firmado en 1963, que preveía la perspectiva de la adhesión de Turquía a la entonces Comunidad Europea
El Consejo Europeo de Helsinki de 1999, en línea con el enfoque oficial previamente establecido de la UE sobre la elegibilidad de Turquía como país europeo, concedió a Turquía el estatus de país candidato, a pesar del creciente debate público sobre si Turquía era o no un país europeo. La presión de la UE y la perspectiva de la candidatura dieron lugar a la motivación necesaria para llevar a cabo reformas legales y constitucionales en especial en los ámbitos de los derechos humanos y la democratización a lo largo de los años 90. Aún así, después de la concesión del estatus de candidato, las reformas cogieron velocidad para poder empezar las negociaciones para la adhesión. Además de la abolición de la pena de muerte mencionada anteriormente, los cambios incluyeron la autorización de la emisión de programas y la educación en lenguas distintas al turco, la aprobación de un nuevo Código Civil, que reforzaba la igualdad de género y la libertad de asociación, así como la revisión del Código Penal para incluir medidas contra la falta de libertad de expresión y los casos generalizados de tortura y maltrato. Durante este periodo la influencia indirecta de la UE afectó también a la política exterior turca, ya que dio lugar al contexto en el que los responsables de asuntos exteriores de Turquía y Grecia iniciaron el diálogo. El hecho de que la relación entre Turquía y Grecia esté libre del riesgo de una importante escalada de tensión hoy en día, a pesar de que no han alcanzado un estado de resolución absoluta de sus disputas, se debe en gran medida al impacto que tuvo la UE en ambas partes.
INFLUENCIA A NIVEL INTERNO
Internamente, el proceso de reformas inducido por la UE sirvió para reforzar el papel de las organizaciones de la sociedad civil y aumentó su legitimidad como uno de los actores a los que se debía escuchar y que podían convertirse en ruidosos partidarios de una mayor democratización en línea con los estándares comunitarios. Por lo tanto, el impacto de la UE contribuyó a cambiar el proceso tradicional de reformas impuesto desde arriba de Turquía, según le parecía adecuado a la élite estatal, para pasar a debates generalizados sobre las reformas, así como a la democratización de la gobernanza y a la diversificación de los actores implicados en el proceso, como las ONGs. Dejó de reinar la idea de que la élite estatal (burocracia militar y civil) sabía lo que era mejor para todos y de que el Estado va antes que los ciudadanos.
Durante este periodo se pudo observar una influencia más directa del proceso de la integración europea en las relaciones entre civiles y militares. A principios de la década de 2000 cambiaron las funciones y los miembros del Consejo de Seguridad Nacional (CSN). Se incrementó el número de civiles, así como su secretariado, y el CSN se convirtió en un órgano asesor con reuniones bimensuales en lugar de mensuales, y se aprobó la posibilidad de nombrar a un civil en el cargo de secretario general. Se abolieron igualmente algunos de los poderes del CSN, incluido el poder de supervisar la ejecución de sus decisiones por parte del gobierno, y de llevar a cabo inspecciones de seguridad nacional. Otro ejemplo de los principales cambios en esta área fue la eliminación de los escaños de los militares en las juntas civiles, como la Junta de Educación Superior y la Junta de Inspección de las Obras Musicales, de Vídeo y Cine.
La presión de la UE y la perspectiva de la candidatura dieron lugar a la motivación necesaria para llevar a cabo reformas legales, en especial en el ámbito de los derechos humanos y la democratización, a lo largo de los años 90
En general, el periodo entre 1999 y 2004 dio lugar a cambios sin precedentes en los sectores político, legal, social y educativo, acompañados por una creciente estabilidad económica, un nivel previamente desconocido de inversión extranjera y la creciente competitividad del sector privado en Turquía. Este periodo, cuando la influencia de la UE sobre la forma de pensar de los políticos, la burocracia y el público estaba quizá en su máximo nivel gracias a los claros incentivos, también contribuyó a aliviar el problema kurdo y, como veremos más adelante, aumentó el entusiasmo del gobierno turco por solucionar el conflicto con Chipre.
El impacto de la UE contribuyó a cambiar el proceso tradicional de reformas impuesto desde arriba, para pasar a debates generalizados sobre las reformas
La apertura de las negociaciones de adhesión a la Unión con una perspectiva “debatible” sobre la misma en octubre de 2005 como consecuencia de los citados cambios fue otro momento decisivo en las relaciones. La UE declaró que Turquía cumplía de forma suficiente los criterios de Copenhague para la adhesión, incluidos los criterios políticos, económicos y la capacidad para asumir las obligaciones de ser miembro de pleno derecho en cuanto a la incorporación de la legislación comunitaria en su sistema nacional. No debemos olvidar la importancia de los esfuerzos de los gobiernos previos para cumplir especialmente los criterios políticos de la UE, pero los esfuerzos del Partido de Justicia y Desarrollo (AKP), que llegó al poder en 2002, fueron particularmente significativos en este contexto, dado que supusieron la transformación del islam político turco no sólo como consecuencia de la secularidad históricamente consagrada dentro del país, sino también por el impacto de la UE. Comprender que una democratización inducida por la UE mejoraría los derechos y libertades religiosas contribuyó a un cambio de mentalidad en el partido político, los intelectuales y los grupos proislámicos.
A pesar de estos importantes cambios, el inicio de las negociaciones para la adhesión también fue el periodo en el que el énfasis oficial de la UE sobre la naturaleza de carácter abierto del proceso creó significativas dificultades en cuanto a la propiedad interna del proceso de reformas de Turquía. Además del apoyo oficial de la UE a la idea de que la finalización de las negociaciones de adhesión no garantizaría la entrada de Turquía, el tema empezó a formar parte de la política interna de los Estados miembros con la llegada al poder de partidos políticos y líderes que se oponen a la adhesión turca a la UE, como en Francia y Alemania. La oposición a la incorporación de Turquía llegó incluso a formar parte de las campañas políticas contra los fallidos referendos de 2005 sobre el Tratado Constitucional de la Unión Europea en Francia y los Países Bajos. Como consecuencia de estos mensajes ambivalentes e incluso negativos de Europa, la credibilidad de la UE sufrió un duro golpe, ya que condujeron a una creciente falta de confianza tanto a nivel de la élite como de la opinión pública en Turquía. Lo que es más, es cada vez más difícil para la coalición pro-UE en Turquía pedir cambios conforme a los estándares de la Unión y, por tanto, ha empezado a reducirse la influencia de ésta sobre Turquía.
CHIPRE: DOBLE RASERO EUROPEO Y VETO
Entre 1999 y 2004 se dieron cambios sin precedentes en los sectores político, legal, social y educativo, acompañados por una creciente estabilidad económica, un nivel desconocido de inversión extranjera y competitividad del sector privado en Turquía
El proceso de europeización se complicó aún más como consecuencia de la adhesión de Chipre a la UE sin la resolución del conflicto en la isla. En este sentido, ha sido muy inoportuno que la UE tuviera que incumplir su principio de exigir la resolución de los conflictos antes de que un país candidato pueda convertirse en Estado miembro, lo que en este caso supuso que la UE importara un conflicto internacional y dejara de ser un actor neutral capaz de ejercer influencia sobre ambas partes en la isla. Posteriormente, la UE insistió en la apertura de los puertos y aeropuertos turcos a los barcos y aviones de la República de Chipre, con objeto de ampliar la Unión Aduanera para incluir los nuevos Estados miembros de la UE (la aplicación del Protocolo Adicional ampliado). El gobierno turco, por otra parte, insistió en que se podía aplicar el protocolo si se permitía también el comercio directo entre la UE y el Norte de Chipre (la República Turca del Norte de Chipre), conforme a la decisión del Consejo de Ministros de la UE para poner fin al aislamiento de los chipriotas del norte. Esta decisión del Consejo fue considerada una salvaguarda contra el fracaso del referéndum de 2004 sobre el Plan Annan de las Naciones Unidas para resolver el problema chipriota, en caso de que una de las comunidades de la isla lo rechazara. Al final, mientras los chipriotas griegos –que rechazaron el plan– fueron recompensados con su adhesión a la Unión, los chipriotas turcos –que votaron a favor– ni siquiera consiguieron una salida para su aislamiento. Esto, evidentemente, exacerbó la desconfianza hacia la UE, y esta vez no solo en Turquía, sino también en el Norte de Chipre, y complicó aún más que alguno de ellos diera algún paso adicional, ya que desde su perspectiva, “hicieran lo que hicieran, a Europa no le importaba nada y seguía con su injusticia sistemática”.
Como consecuencia de que la UE no entablara relaciones comerciales directas con el Norte de Chipre (turco) debido al veto del sur chipriota (griego), no se llevó a cabo la aplicación ampliada de la Unión Aduanera a los países de la reciente ampliación de la UE, y solo un año después del inicio de las negociaciones de adhesión el Consejo Europeo decidió suspender ocho capítulos de las negociaciones de la adhesión turca que tenían una relevancia directa con la cuestión. Además, Chipre decidió bloquear unilateralmente otros capítulos adicionales, lo que causó aún más desconfianza hacia la UE en Turquía.
INFLUENCIA EN LAS NUEVAS RELACIONES EXTERIORES
En 2005, la UE declaró que Turquía cumplía los criterios de Copenhague para la adhesión, incluidos los criterios políticos, económicos y la capacidad para incorporar la legislación comunitaria en su sistema nacional
Sin embargo, a pesar del estancamiento en las negociaciones para la adhesión como consecuencia del problema chipriota, la influencia de la UE puede observarse incluso en el enfoque turco a este problema. El apoyo abierto del gobierno del AKP al fracasado Plan Annan de las Naciones Unidas constituía un cambio evidente y significativo del enfoque turco tradicional, que decía que “la falta de solución es la solución en Chipre”, hacia un apoyo abierto a la resolución del problema y al ofrecimiento de varias opciones abiertas al diálogo y la cooperación. Este cambio fue posible como consecuencia del impacto de la UE y de un cambio de gobierno en Turquía. No obstante, debe también tenerse en cuenta que, para los turcos, el hecho de que los chipriotas griegos fueran recompensados con la adhesión a la Unión (a pesar de haber rechazado el Plan Annan para la resolución del conflicto) y el que la promesa de la UE de entablar relaciones comerciales directas con el Norte de Chipre nunca se materializara, justifica la decisión de Turquía de no ampliar la Unión Aduanera a Chipre, incluso al precio de que Nicosia bloqueara las negociaciones de la adhesión.
Además del apoyo oficial de la UE a la idea de que la finalización de las negociaciones de adhesión no garantizaría la entrada de Turquía , el tema empezó a formar parte de la política interna de los Estados miembros con la llegada al poder de partidos políticos opuestos a la adhesión turca
El cambio en la aproximación turca al problema chipriota no es el único ejemplo de la política exterior turca que ha cambiado bajo la influencia de la UE. Incluso el reciente activismo de la política exterior turca hacia otras regiones debe mucho al cambio en los equilibrios de pensamiento e institucionales en términos de política exterior y de seguridad, que fueron posibles como consecuencia de la influencia de la UE a principios de la década de los años 2000. Lo mismo ocurre con las crecientes iniciativas de Turquía en Oriente Próximo, el Cáucaso y los Balcanes, así como en África, con el objetivo de construir interdependencias en estas regiones y reducir así el potencial de conflicto, sin duda, en línea con el enfoque de la UE a la política exterior y con el criterio de la adhesión sobre las buenas relaciones con los vecinos. La creciente dependencia del poder blando por parte de los responsables turcos de la política exterior es un claro resultado de la transformación del país en relación con la UE, no solo producida por el condicionamiento, sino también por su influencia sobre el modo de pensar con respecto a las instituciones, actores e instrumentos legítimos en la definición y persecución de los objetivos de la política exterior.
Como consecuencia de estos mensajes ambivalentes e incluso negativos de Europa, la credibilidad de la UE sufrió un duro golpe, ya que condujeron a una creciente falta de confianza tanto a nivel de la élite como de la opinión pública en Turquía
AMBIGÜEDAD EUROPEA: FRANCIA Y ALEMANIA
Sin embargo, hay otros problemas quizá mayores para la adhesión turca que ponen en peligro la influencia de la UE sobre Turquía. Además del impacto negativo de la cuestión chipriota sobre las negociaciones de adhesión, el veto unilateral de Francia sobre los capítulos que cree que colocarán a Turquía en situación de lograr la adhesión también perjudica la credibilidad de la UE y, por lo tanto, la propiedad interna del proceso de reformas. Desde la perspectiva de Turquía, esta decisión de Francia de bloquear las negociaciones de adhesión no es realmente comprensible, puesto que Francia está obligada por ley a someter la cuestión de la adhesión de Turquía a referéndum una vez que hayan finalizado las negociaciones. Dada la probabilidad de que el público francés diga “no” a la adhesión de Turquía, la reticencia de los políticos franceses a mostrar buena voluntad y a apoyar los esfuerzos de reforma de Turquía solo pueden explicarse por su indiferencia hacia el objetivo estratégico de la UE de transformar su entorno de forma pacífica y en línea con sus valores y principios. Además, la actual posición francesa contra la adhesión de Turquía, como anunció el presidente Sarkozy, se basa en la idea de que Turquía no es ni cultural ni geográficamente europea. Si esta definición de europeidad en términos de identificación cultural/religiosa en lugar de en términos políticos/económicos consigue un mayor respaldo del que tiene actualmente dentro de la UE, podría eventualmente perpetuarse la tensión social, religiosa y cultural incluso dentro de las actuales fronteras de la UE y podría resultar perjudicial para una Europa multicultural, que demostraría ser más fuerte en el terreno internacional.
El proceso de europeización se complicó aún más como consecuencia de la adhesión de Chipre a la UE sin la resolución del conflicto en la isla
También debemos observar que, aunque el actual gobierno alemán bajo el liderazgo de Angela Merkel era contrario a la adhesión completa de Turquía a la UE, Alemania no adoptó una posición similar para bloquear las negociaciones de adhesión, ya que esto infringiría la promesa de la UE de que las negociaciones de adhesión turcas seguirían el mismo camino que las de otros países candidatos que han estado sujetos al principio de pacta sunt servanda en las relaciones internacionales. En comparación con la posición francesa de bloqueo de las negociaciones, la posición alemana parece más constructiva, puesto que apoya la influencia de la UE sobre Turquía en cuanto a fomentar y apoyar el proceso de reformas.
Se puede comprobar especialmente la influencia negativa de los mensajes ambiguos de la UE y de los problemas en las negociaciones de adhesión en el fracasado proceso de reforma administrativa en Turquía, que preveía la disminución de los poderes de la estructura administrativa central sobre el nivel local. Las medidas concretas a favor de este objetivo, como la clasificación de las regiones conforme a los estándares de la UE y la creación de agencias de desarrollo regional, no continuaron después de 2006, ya que la negociación de la política regional dejó de ser posible. Por lo tanto, al disminuir la perspectiva de adhesión, los responsables turcos de la toma de decisiones se volvieron cada vez más selectivos a la hora de iniciar reformas que pudieran poner en peligro sus poderes. De este modo, como consecuencia de las preocupaciones internas y de la falta de apoyo de la UE en este ámbito de las políticas, la descentralización de las responsabilidades administrativas, e incluso su valor como una forma más efectiva y democrática de gobernanza local, no prevalecieron en el país.
DESCONFIANZA Y DESILUSIÓN POPULAR
El impacto de la falta de apoyo de la UE al proceso de reformas en Turquía puede verse también en la creciente polarización de la política dentro del país durante el segundo y el tercer mandatos del AKP en el gobierno. Las declaraciones realizadas por el gobierno sobre su constante compromiso con la adhesión a la UE ya no parecen despejar las preocupaciones de algunos segmentos de la sociedad con respecto a los aprendizajes islámicos de los miembros del AKP o sus tendencias autoritarias, como ocurrió durante el primer mandato de este partido en el poder. La ralentización del proceso de reformas inducidas por la UE puede considerarse una consecuencia de la decreciente confianza del público en que Turquía será un día miembro de la UE, lo que a su vez hace que el gobierno sea más o menos inmune a la influencia de la Unión.
Según la Encuesta de Tendencias Transatlánticas de 2010 realizada por el German Marshall Fund, aunque el 74% del público turco pensaba en 2004 que la adhesión a la UE sería un cambio positivo, este porcentaje se había reducido al 38% en 2010. Es curioso que, aunque el 51% de los encuestados en la UE pensaba que Turquía llegaría a ser miembro antes o después, el 63% del público turco no creía que el país fuera a serlo, con un 34% que creía que Turquía “nunca” sería miembro de la UE. Debido a este actual alto grado de desconfianza, todos los partidos políticos parecen estar haciendo cada vez menos referencias instrumentales a la UE, como puede observarse en sus campañas para el reciente referéndum de cambios constitucionales en septiembre de 2011. Además, los debates sobre los intentos de democratización, como la “apertura kurda” y el proyecto de que una nueva constitución sustituya el apoyo de la UE, incrementan la polarización tanto a nivel político como social.
Por otra parte, la desconfianza popular con respecto a la UE hace que sea impensable para cualquier equipo de gobierno cambiar la posición turca sobre la no ampliación de la Unión Aduanera a Chipre en la ausencia de acciones simultáneas por parte de la UE para poner fin al aislamiento del Norte de Chipre. Incluso si la UE finalmente decidiera aplicar su Reglamento de Comercio Directo con los chipriotas turcos, es posible que ciertos segmentos de la sociedad siguieran oponiéndose a la ampliación de la Unión Aduanera a Chipre. Es probable que se opongan a un movimiento positivo por parte de Turquía señalando que el hecho de que la Unión Aduanera exija que Turquía permita acceder a sus puertos y aeropuertos a los barcos y aviones chipriotas, a la vez que deja al transporte turco fuera del marco del acuerdo, es una prueba de la hipocresía y constante injusticia de la UE. Teniendo en cuenta el estancamiento en esta cuestión, el ministro turco de Asuntos Exteriores, Ahmet Davutoglu, a fin de dar impulso y animar a los chipriotas griegos y turcos, sugirió recientemente que una ronda de conversaciones, no concluyentes pero sí constantes, entre las partes y bajo la supervisión de la UE podría beneficiarse de una fecha límite de un referéndum en 2012, antes de que Chipre asuma la Presidencia de la UE, lo que es probable que transforme el punto muerto de facto en las relaciones entre Turquía y la UE en una congelación oficial.
EN PUNTO MUERTO
Como consecuencia de estos bloqueos en las negociaciones de adhesión, solo quedan 3 capítulos (contratación pública; competencia; política social y empleo) que puedan abrirse. No obstante, las reformas en estas áreas tienen grandes costes asociados, como puede comprobarse por el hecho de que los países que han negociado antes su adhesión esperaron hasta que la perspectiva del ingreso estuviera más cerca antes de hacer las reformas necesarias. Por ejemplo, con respecto al capítulo de política de la competencia, Turquía no cumplía el punto de referencia inicial sobre la transparencia de su sistema de ayudas estatales, mientras que el capítulo de política social y empleo exige una transformación completa del régimen turco de personal público. Los requisitos de estos capítulos son obviamente más difíciles de cumplir, especialmente en un momento de crisis financiera mundial.
La actual posición francesa contra la adhesión de Turquía, como anunció el presidente Sarkozy, se basa en la idea de que Turquía no es ni cultural ni geográficamente europea
Aunque el 74% del público turco pensaba en 2004 que la adhesión a la UE sería un cambio positivo, este porcentaje se había reducido al 38% en 2010
Además, como se ha indicado anteriormente, la perspectiva de adhesión del país nunca ha estado más lejana. Por lo tanto, Turquía no tiene actualmente ningún capítulo en el que trabajar. Dado este punto muerto, los observadores bien informados de las relaciones entre Turquía y la UE, preocupados por la falta de mecanismos efectivos para apoyar una cooperación y comunicación bilaterales, piden la creación de mecanismos de diálogo estratégico informales entre las partes sobre la política exterior y de seguridad. No obstante, es poco probable que los mecanismos informales produzcan el efecto deseado de facilitar la cooperación en el área de la política exterior y de seguridad, principalmente porque no ofrecen a Turquía las garantías que necesita. Por el contrario, hacer que un mecanismo mejorado y estructurado de cooperación permanente sea posible entre Turquía y la UE parece ser una alternativa más prometedora a fin de revitalizar la relación y el compromiso de reforma, a la vez que reduciría la desconfianza mutua. Este proceso, al no descartar la posibilidad de la adhesión, no sólo haría que Turquía estuviera más dispuesta a recibir la influencia de la UE de nuevo en cuanto a la consolidación democrática y la continuación de las muy necesarias reformas internas, sino que también impulsaría la convergencia entre las partes en política exterior y de seguridad de un modo beneficioso para ambos, y que podría incluso satisfacer a los Estados miembros de la UE que se oponen oficialmente a la adhesión de Turquía. No obstante, no solo este tipo de plan, sino incluso un mecanismo informal para revitalizar la relación, precisan que se encuentre una forma de vencer el veto chipriota o la resolución del problema en la isla, lo que parece más fácil que luchar por vencer el veto francés.
CONCLUSIÓN
La perspectiva de adhesión nunca ha estado más lejana. Por lo tanto, Turquía no tiene actualmente ningún capítulo en el que trabajar
Como se puede ver, es esencial un mayor compromiso por parte de los Estados de la UE que están a favor de la adhesión de Turquía, al menos para apoyar una relación beneficiosa para ambos. No se debe olvidar que, extrañamente, tras la apertura de las negociaciones para la adhesión, el proceso de reformas en Turquía inducidas por la UE se ralentizó, a la vez que disminuía el papel tradicional de las referencias a la UE a fin de justificar los cambios en los sistemas político, legal y económico. Como consecuencia de ello se puede decir con bastante seguridad que el proceso global de reformas en Turquía, incluida una mayor democratización y la solución de problemas como la cuestión kurda, se está separando cada vez más del proceso de integración europea. Y esto sin duda no es bueno, al menos si la UE desea transformar su entorno en línea con sus valores y principios y convertirse en un actor internacional más fuerte y con mayor credibilidad.