Rupturas, no continuidad: los ulemas, deoband y los (muchos) talibán
En gran parte de la literatura académica y erudita se asume, generalmente de forma implícita, y sobre todo por parte de historiadores, todos ilustres y altamente respetados, que existe una línea de continuidad entre las tradiciones de los ulemas del sur de Asia del siglo XIX, a través del seminario de Deoband (actualmente en Uttar Pradesh, la India), que los vincula con los numerosos movimientos combativos, que responden todos al nombre de talibanes, de las regiones septentrionales de Pakistán y Afganistán. Muchos académicos, todos ellos autoridades en el islam del sur de Asia de los siglos XIX y XX (tales como Barbara Metcalf, Francis Robinson, Qasim Zaman), han tratado este tema en algunos de sus escritos. Su trabajo, por otro lado excelente, sobre seminarios, instituciones y el desarrollo del islam en el sur de Asia desde mediados del siglo XIX, se ha visto empañado por esta suposición.
Yo voy a defender que, por demasiadas razones, existe muy poca continuidad, si es que existe alguna, y hay mucha más ruptura entre dichos supuestos vínculos y formulaciones. Presentando una serie de argumentos diferentes, defenderé, igualmente, que dichas rupturas también sugieren que Pakistán se ha segregado finalmente de muchas de las tradiciones islámicas indias, y que los musulmanes en la India ya no son “una nación dividida”, si es que lo fueron alguna vez. Es más, los argumentos que expondré también cuestionan el uso de términos como “ulema”, procedente de un contexto y siglo determinados, en un conjunto de circunstancias muy diferentes. Asimismo, considero que las cuestiones y problemas relacionados con acontecimientos contemporáneos con respecto a un islam combativo y político-religioso a principios del siglo XXI en Pakistán y Afganistán, responden a análisis y soluciones muy diferentes a los presentados por la evaluación histórica y académica, que crea un vínculo entre tradición, aprendizaje y práctica religiosa desde el siglo XIX al XXI. Al defender que se trata de un islam político muy diferente en su naturaleza, los análisis y las soluciones para enfrentarse al tema contemporáneo de la “talibanización” o militancia también tendrán que ser muy diferentes.
Los dos aspectos principales en los que se funda esta suposición giran en torno al término “ulema” (eruditos religiosos) y al hecho de que muchos a los que se imputa el pertenecer a alguna de las muchas formas de los talibanes en Pakistán y Afganistán suscriban la “forma deobandí” de interpretar y practicar el islam. Algunos académicos han trazado incluso el linaje de las nuevas madrasas en Pakistán y Afganistán desde el fundador de la madrasa en Deoband en 1867, Maulana Qasim Naunatvi, argumentando que su “visión de una gran red de madrasas” destinada a “revitalizar la sociedad islámica” parece haberse hecho realidad en las cientos de madrasas del norte de Pakistán y Afganistán. Este argumento se ve aparentemente reforzado cuando los académicos enfatizan el hecho de que los talibanes que se apoderaron de Afganistán a finales de los 90 eran estudiantes (talib, sing., taliban, pl.) de madrasas de la Provincia de la Frontera del Noroeste de Pakistán.
CAMBIANDO LOS CONCEPTOS DE ULEMA
El uso del término “ulema” (sing., alim) tan alegremente y con tanta impunidad es, quizás, mucho más problemático de lo que parece, y creo que subyace en el origen del problema de esta corriente de análisis. Los historiadores del lenguaje y de la sociedad y la cultura saben que el significado de las palabras varía con el tiempo y en contextos diferentes. El término alim, o ulema, en las décadas de 1850 y 1860, necesariamente tendrá un significado y connotación diferentes, incluso en la misma localidad y contexto geográfico, un siglo y medio después. Los eruditos religiosos islámicos en la India británica, que tenían una gran cultura en literatura y tradiciones islámicas, representan una forma y un ser diferentes, comparados con los que en la actualidad imparten seminarios en el Pakistán y Afganistán modernos, o incluso en la India. Las antiguas tradiciones orales de aprendizaje, anteriores a la imprenta, así como las formas premodernas y las primeras formas modernas de pedagogía y conocimiento, han sido sustituidas por métodos más modernos de difusión del conocimiento y prácticas de enseñanza. Es más, la posición y el contexto social y cultural del alim, en una sociedad fundamentalmente rural premoderna, es muy diferente a la de los eruditos religiosos formados en seminarios en la actualidad. El término aglutinador “ulema” del siglo XIX no tiene el mismo significado que alim o ulema en el siglo XXI.
Hay una amplia evidencia documental que muestra que los grupos religiosos en Pakistán están dirigidos y gestionados por líderes formados por el ejército paquistaní
Los trabajos de algunos académicos que vinculan las manifestaciones tempranas del islam y sus instituciones, tales como la madrasa y el alim, con el aprendizaje religioso y la representación actual del islam no están reconociendo suficientemente esta trasformación. Al tratar el término “ulema” como una categoría inalterable, o no apreciar el alcance del cambio, los académicos han continuado usando este término comparando el islam del siglo XIX y sus representaciones con el islam actual, sin marcar suficientemente las diferencias. Están usando una categoría del siglo XIX en un contexto totalmente diferente, tergiversando así el significado de dicha categoría. En un caso, esto ha llevado a un académico a insinuar que algunos de los muchos movimientos combativos de corte talibán de Pakistán, muchos de los cuales han sido tachados de organizaciones “terroristas” bajo una serie diferente de definiciones, tales como los Sipah-i-Sahaba, los Lashkar-e-Jhangvi y los Lashkar-e-Toiba, son dirigidos por los “ulemas”. Evidentemente, el ulema de los Lashkar-e-Toiba no es lo mismo que el ulema del siglo XIX, o incluso de principios del siglo XX. El ulema como erudito religioso es una categoría y entidad muy diferente al ulema como político o yihadista.
Por otro lado, en algunos casos, los académicos han intentado explicar el sectarismo en Pakistán utilizando un paradigma fundamentalmente religioso, en el cual el concepto de ulema juega un papel clave, presentando argumentos teóricos y literalistas que supuestamente explican por qué los chiíes y los sunníes han estado en guerra los unos contra los otros desde hace algunos años en ciertas zonas de Pakistán. Aunque nadie pone en duda que existen diferencias religiosas enormes entre los chiíes y los sunníes en el Pakistán moderno, esta manifestación y forma de sectarismo se basa menos en una disputa teológica que, en mucha más medida, en la política moderna, generalmente muy mezquina y localizada. Al menos en el contexto de Pakistán, y presumiblemente en Afganistán también, las diferencias entre chiíes y sunníes, o sectarismo, pueden ser fácilmente entendidas en sus contextos políticos locales, a menudo relacionados con el control del territorio, mejor que con debates sobre la sucesión del Profeta del islam. Esto es especialmente así en partes del Punyab paquistaní donde el sectarismo ha sido particularmente violento y brutal, disputándose a menudo en continuos tiroteos entre bandas armadas sunníes y chiíes “combativas”. Aunque generalmente se utiliza al ulema para espolear dicho odio, a menudo es un feudo político lo que realmente se está disputando con tales medios, en lugar de una batalla religiosa o teológica.
Además, hay una amplia evidencia documental que muestra de manera bastante concluyente que los grupos religiosos en Pakistán están dirigidos y gestionados, no por los ulemas, sino por líderes formados por el ejército paquistaní. Es bien conocido el papel jugado por el ISI (Inter-Services Intelligence, los Servicios de Inteligencia paquistaníes) y por otros actores estatales encubiertos en la proliferación del sectarismo y en la aportación de apoyo financiero y militar a numerosos grupos yihadistas. No son los ulemas los que lideran o inspiran estos movimientos, sino las armas, el dinero y el entrenamiento militar. Evidentemente, uno no puede negar el celo religioso y el fanatismo que atraen a los jóvenes a dichas organizaciones, pero es poco probable que sea sólo la formación impartida por los “eruditos religiosos” la que produzca tales resultados. Y, de hecho, si son los eruditos religiosos los que están exhortando a sus estudiantes a que se enrolen en la yihad, es seguro que no son los ulemas del perfil del siglo XIX.
SUPOSICIONES VICIADAS
El tercer principal problema con esta línea de análisis es que hace referencia a los talibanes y a sus muchas ramificaciones como “islam deobandí”. Con el argumento de que el programa de estudios de estas madrasas se sigue basando en una forma del programa de estudios de Dars-i-Nizami del siglo XVIII y XIX, de lo que más tarde se convirtió en el “islam deobandí”, la sugerencia de que esta tradición continúa ha hecho que académicos e historiadores defiendan que los talibanes son “deobandíes”. En cierto sentido, muy básico y elemental, tienen razón: hay muchos rasgos de la forma deobandí del islam en las enseñanzas de las madrasas paquistaníes, a pesar del hecho de que la mayor parte de los paquistaníes siguen la forma menos austera del islam, el barelví. Sin embargo, uno debe reconocer que mientras que los diferentes grupos de talibanes han podido tener cierto acceso y formación pedagógica en las madrasas, el componente deobandí de la formación que quiera que hayan recibido habría sido mínimo. Por los pocos estudios que se han realizado sobre las madrasas y sus programas de estudios en Pakistán, las pruebas muestran un batiburrillo de enseñanzas que van desde elementos de formación teológica procedentes de Dars-i-Nizami, pero incluyendo también educación “moderna”, hasta lo que sólo puede llamarse como adoctrinamiento y difusión del odio hacia otras facciones religiosas. Calificar a esta pedagogía como “deobandí” es correcto sólo en un sentido muy amplio y general, y aunque muchos de los yihadistas se siguen refiriendo a sí mismos por este nombre, el supuesto de que este tipo de enseñanza está relacionada con la madrasa original de Deoband es exagerado.
ROMPIENDO CON SU PASADO DEL SUR DE ASIA
Además, un hecho reconocido por todos los académicos, aunque quizás no suficientemente, es el impacto del Golfo y del islam wahabí de Arabia Saudí en estos movimientos yihadistas. En términos de financiación y de adoctrinamiento, el islam wahabí parece dominar ahora a los elementos más combativos en el amplio espectro del islam paquistaní. Una vez más, quizás no sea tanto la parte teológica del islam wahabí lo que se trasmite, sino más bien sus características más combativas y yihadistas las que se transfieren como conocimiento y entrenamiento.
Yo mantengo que según se han ido inclinando la política y la economía de Pakistán hacia Oriente Medio, distanciándose de la historia y el pasado indio, distanciándose del sur de Asia, las diferentes corrientes del islam que alberga se han visto influenciadas por estas tendencias. La versión paquistaní del islam deobandí se ha visto afectada por el wahabismo saudí y, por lo tanto, es difícil argumentar que sus madrasas siguen siendo, en un sentido estricto, “deobandí”. Es más, aunque es cierto que muchas de las madrasas deobandíes paquistaníes fueron creadas después de la división de eruditos de los 30 y los 40 formados en la tradición deobandí, dada la relación diplomática y política de Pakistán y la India durante los últimos 60 años, es muy improbable que muchos eruditos deobandíes paquistaníes hayan visitado Deoband, y aún más improbable que hayan estudiado allí. El islam deobandí en el Pakistán actual es necesariamente muy diferente del islam deobandí en Deoband, o en cualquier otro lugar del norte de la India.
Otro asunto que necesita ser tratado en cualquier línea de razonamiento que se centre en la continuidad son las rupturas que han tenido lugar en la forma y el concepto del islam político-religioso, desde el principio del siglo XX de Maulana Maudoodi o Maulana Abul Kalam Azad, hasta el islam combativo y político del siglo XXI de Mulá Omar, Osama bin Laden o Maulana Masood Azhar de Lashkar-e-Toiba. El islam, incluso el paquistaní y el afgano, se ha globalizado, se ha wahabizado, y se ha visto afectado por influencias geopolíticas que tienen un gran impacto en el islam doméstico y local. En el mundo posterior al 11 de septiembre y en la región que nos ocupa, las formas y la política del islam, así como sus componentes religiosos y quizás incluso los teológicos, también han tenido que someterse a un enorme proceso de cambio y reinterpretación.
No son los ulemas los que lideran o inspiran estos movimientos, sino las armas, el dinero y el entrenamiento militar
Si en el presente se quiere aprender alguna lección del pasado es necesario reconsiderar las rupturas dentro de las corrientes de ideas relativas a las continuidades en la historia y contextualizar mejor el uso de los términos. Esta comprensión no es sólo importante para enfrentarse a los temas relacionados con los talibanes, sino que también destaca asuntos relacionados con las muchas formas de “talibanes” paquistaníes y nos ayuda a comprender por qué Pakistán está en guerra consigo mismo.
CUESTIONANDO EL ISLAM DE LOS TALIBANES
Hace aproximadamente dos meses, un video de una chica de 17 años siendo azotada por hombres con turbantes y barbas pertenecientes a una banda “talibán” de las muchas que existen en la División Malakand, en la Provincia de la Frontera del Noroeste, fue emitido una y otra vez en la boyante red de canales privados de televisión por todo Pakistán. La chica había sido acusada de adulterio y había sido castigada por dicho crimen según la interpretación de la sharía de ese grupo en cuestión. Más tarde, uno de los portavoces de esta facción de los talibanes dijo por televisión que, según la práctica islamista de rajam, la chica debería haber sido lapidada hasta la muerte, pero que los talibanes habían mostrado su indulgencia dejándola marchar sin más castigo. Aunque se generó un cierto debate sobre la autenticidad del vídeo y se hicieron algunas preguntas acerca del paradero y el castigo del hombre con el que se suponía que había cometido semejante indiscreción, la imagen visual de una chica joven gritando provocó una enorme respuesta en amplios, variados y diversos sectores de la sociedad paquistaní. Aunque la respuesta de los grupos de mujeres y de los sectores “liberales” del país, así como de algunos partidos políticos, fue la prevista y esperada, y realmente se hicieron oír, lo que me interesa aquí fue cómo reaccionaron los partidos, grupos y organizaciones islámicas.
Las organizaciones y partidos políticos islámicos convocaron numerosas manifestaciones por todo el país condenando el trato dado a esta joven. En ellas, se corearon eslóganes que revindicaban no sólo que dicho castigo no era islámico, sino que tampoco lo eran los talibanes que habían llevado a cabo esta acción. Incluso las organizaciones islámicas que normalmente se consideran bastante combativas se distanciaron de los talibanes y afirmaron que éstos no estaban respetando ni los principios ni los métodos de la sharía. Los ulemas de diferentes maslaks (facciones o grupos del islam o escuelas de pensamiento, a menudo traducido erróneamente como sectas) aparecieron sin descanso en la televisión, afirmando que el islam no permitía dichas prácticas. Algunos dijeron que la chica no debía haber sido castigada de esa manera porque estaba siendo sujetada al suelo por dos hombres que no eran sus parientes cercanos (na mehran). Se presentaron muchas interpretaciones que explicaban por qué ésta no era la manera correcta según la justicia “islámica”, ni el castigo correcto para ese crimen.
Como resultado de haber tomado tales posiciones y haber defendido estos argumentos, los partidos y organizaciones islámicos combativos fueron clasificados como “liberales” o “moderados” según los estándares, muy limitados, que rigen el uso de estas palabras en los medios de comunicación paquistaníes. Del mismo modo, los partidos políticos que hasta hace bien poco, en 2007, habían sido acusados de limpieza étnica y matanzas, ahora eran definidos como “laicos”. Los analistas y columnistas empezaron a escribir artículos diciendo que esta división entre un Pakistán que se estaba convirtiendo en una nación musulmana moderada y otro que se dirigía a la talibanización era el único asunto político actual digno de ser discutido y tratado. Muchos de los que habían cuestionado la naturaleza de la débil transición de Pakistán hacia la democracia desde el gobierno militar del General Pervez Musharraf estaban siendo ahora tachados de ingenuos e intrépidos, por no haber dado la prioridad merecida a la confrontación talibán/anti-talibán o línea moderada/línea dura del islam, frente a las demás cuestiones políticas.
ndependientemente de la ideología, la creencia o las prácticas políticas o culturales, de repente, siempre y cuando uno estuviera en contra de los talibanes, era considerado laico, moderado y liberal. Éste se convirtió en el principal criterio, o incluso en el único criterio, que diferenciaba a los buenos musulmanes de los malos y a los buenos paquistaníes de los malos.
El principal grupo que se hace llamar talibán en la Provincia de la Frontera del Noroeste, y que ha sido causa de una gran preocupación para muchos actores locales, nacionales e internacionales, el Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), fue responsable de, literalmente, descuartizar y decapitar a hombres pertenecientes al ejército paquistaní y a otros acusados de no ser suficientemente islámicos. Y el grupo grabó y difundió a todo Pakistán a través de internet vídeos de estas acciones. Sacaron cadáveres de sus tumbas y los colgaron en plazas públicas en algunas ciudades de la región del Swat de la Provincia de la Frontera del Noroeste para dar una lección a los demás musulmanes. Han revindicado muchos atentados suicida con bomba por todo el territorio paquistaní, en mezquitas e incluso en procesiones fúnebres, contra chiíes y contra otras maslaks sunníes del islam, e incluso se dice que asesinaron a Benazir Bhutto. Han demostrado los comportamientos más brutales y bárbaros contra musulmanes de otras creencias. Su última víctima de alto nivel ha sido un conocido y respetado académico perteneciente a la Jamaat Ahle Sunnat, en Lahore, que fue asesinado en su seminario por un suicida adolescente. Este académico, que se hacía oír, había apoyado la acción militar en marcha contra los talibanes en la División Malakand, había publicado una fetua en la que decía que los ataques suicidas no eran islámicos y había organizado un curso anti-talibán en su seminario, justo unos días antes de ser asesinado.
LAS GUERRAS DE PAKISTÁN DENTRO DEL ISLAM
El asesinato de este clérigo de la Jamaat Ahle Sunnat en Lahore a principios de mes, una vez más y al igual que el vídeo de la flagelación, produjo una amplia condena de una gran parte de la sociedad, pero especialmente de los grupos y partidos islámicos. Una vez más, se organizaron múltiples protestas en todo Pakistán y se esgrimieron eslóganes anti-talibanes, y tanto los académicos como los estudiantes insistieron en que los talibanes tenían que pagar por este crimen. Los talibanes fueron declarados “enemigos del islam” por parte de algunos partidos religiosos, mientras que otros los tachaban de “terroristas” y los políticos de las corrientes dominantes exhortaban a los líderes y eruditos religiosos de todas las escuelas islámicas de pensamiento a que “se unieran contra el terrorismo”. Estos “terroristas” talibanes fueron tildados de “fuerzas anti-Estado”, que se decía que utilizaban el nombre del islam a la vez que mataban a otros musulmanes. Una vez más, los credenciales para ser moderado, laico, liberal o patriota se medían por la fuerza con la que uno condenara las atrocidades de los talibanes. Otros criterios, en ese momento, debían dejarse en suspenso. ¿Son los talibanes “terroristas”, “anti-Estado”, “enemigos del islam” o son representantes musulmanes dentro del islam, con su particular manera de interpretar la sharía? ¿No es el dominio de los talibanes un simple reflejo del hecho de que las diferentes corrientes del islam de Pakistán están en guerra consigo mismas?
No sólo el grupo llamado “talibán” ha encontrado apoyo en el ejército paquistaní, sino que muchos otros grupos yihadistas han sido creados con la finalidad de jugar un papel en los “Grandes Planes Militares” de la región
Son preguntas difíciles de analizar, ya que hay muchas cuestiones y hechos nublados por la ambigüedad. Sin embargo, hay una cosa que está probablemente clara. Esta rama específica de los talibanes que ha estado activa en Pakistán en los últimos años no tiene sus raíces simplemente en interpretaciones del islam “deobandí”, como afirman algunos académicos, y como yo he refutado en este artículo. No se trata simplemente de una guerra ideológica deobandí/barelví, que se esté disputando con la ayuda de terroristas suicidas y armamento sofisticado, especialmente porque son principalmente los talibanes los que matan, mientras que otras maslaks sólo son víctimas. Aunque algunos combatientes talibanes pueden revindicar algún tipo de tradición y lealtad deobandí, como defiendo más arriba, la creencia en una continuación de la tradición deobandí del siglo XIX está totalmente viciada. Las rupturas y discontinuidades que marcan muchos movimientos religiosos en Pakistán y Afganistán son mucho más profundas y dan lugar a un método de análisis totalmente diferente. Aunque durante el último cuarto del siglo XIX la India era un lugar en el que los entonces Ahle Sunnat va Jamaat y los clérigos deobandíes discutían, debatían, se peleaban y luchaban sobre diferentes interpretaciones teológicas, los asesinatos de académicos de la Jamaat Ahle Sunnat a manos de los talibanes sugieren que hay mucho más en juego que una simple disputa teológica.
EL EJÉRCITO, EL ESTADO Y LOS TALIBANES PAQUISTANÍES
Hay simplemente demasiadas evidencias académicas, periodísticas, diplomáticas, especulativas, que apuntan claramente a un papel fundamental de las capas dirigentes del ejército paquistaní en el fortalecimiento y apoyo de individuos y grupos que responden a la denominación de talibanes en Pakistán. Y no sólo este grupo llamado “talibán” ha encontrado apoyo en el ejército paquistaní, sino que muchos otros grupos yihadistas han sido creados también con la finalidad de jugar un papel en los “Grandes Planes Militares” de la región en general. Sin dicho apoyo y protección, los líderes de estas organizaciones no podrían moverse, ni siquiera existir, con la impunidad con la que lo hacen ahora. Informes periodísticos sobre la “estrategia” armada del ejército en las regiones del Swat y Malakand apuntan a esta conclusión, al igual que muchas otras evidencias. El ejército ha creado y protegido a tantos de estos líderes islámicos combativos que seguramente ha perdido la cuenta. El último caso del líder del TTP, Baitullah Mehsud, tras el asesinato del académico de Lahore, es un perfecto ejemplo de ello.
Los militares paquistaníes decidieron finalmente atacar a Baitullah Mehsud, uno de los muchos líderes talibanes que los militares ayudaron a crear. Parece ser que la decisión de retirar su apoyo a Baitullah se basaba en la premisa de que había empezado a interferir demasiado, y demasiado aleatoria e independientemente, en las guerras islámicas de Pakistán, y se había convertido en una amenaza para el propio Pakistán. Aún así, exactamente del mismo modo en que Baitullah fue impulsado años atrás, algunos nuevos líderes anti-Baitullah, pertenecientes igualmente a la tribu Mehsud, aparecieron en canales de televisión privados dando entrevistas en exclusiva y condenando a éste. Baitullah Mehsud fue entonces presentado no tanto como un militante anti-islámico, sino como un agente de la RAW (Reasearch and Analysis Wing, la agencia de inteligencia externa india) y de la India. La nueva ofensiva antitalibán parece más bien ser una ofensiva anti-India, en la que se ha distribuido una cantidad enorme de información y especulaciones sobre las operaciones de la India en Afganistán. El número de embajadas y consulados, el entrenamiento de la policía afgana, una carretera que se está construyendo a través de Irán hasta el Golfo Pérsico, y otro sin fin de hechos, han sido citados como pruebas de las aspiraciones indias de debilitar a Pakistán. La acusación de que Baitullah Mehsud estaba siendo financiado por la India abrió otro frente de confrontación, esta vez en la frontera occidental de Pakistán.
Se dice que el “sectarismo” de los 90, cuando los chiíes y los sunníes se estaban exterminando combativamente los unos a los otros, fue planeado y dirigido por las agencias de inteligencia paquistaníes. Asimismo, las diferencias entre los Jamaat Ahle Sunnat, los chiíes, y otras maslaks, principalmente la deobandí y la wahabí patrocinada por Arabia Saudí, han sido manipuladas para conducir al terrorismo y a asesinatos generalizados en Pakistán en los últimos meses. Aunque siempre han existido diferencias y divisiones dentro del islam entre sus supuestas 73 facciones/maslaks, el elemento, la extensión y el grado de militancia, asesinato y caos que definen ahora el islam de Pakistán no podrían haber llegado nunca a semejante escala sin el apoyo y la financiación de agencias estatales. Debería estar muy claro que no se trata de sutilezas teológicas que se discuten en las escuelas.
Las guerras paquistaníes, tanto en la frontera occidental como en la oriental, así como la guerra de Pakistán consigo mismo, han sido creadas por la misma institución. Y es dicha institución la que necesita ser neutralizada si se quiere acabar con estas guerras. Por lo tanto, la elección no está entre una u otra interpretación del islam, sino entre una posición democrática y otra militarista. Se necesitan criterios más restringidos para calificar a un partido político u organización como “liberal”, “moderado” o “laico”, que una simple posición anti-talibán. Una posición anti-talibán debe necesariamente pasar por ser una posición anti-militar y pro-democrática, no una que hace una distinción simplista entre el islam moderado y el islam de línea dura.