La escena del arte contemporáneo en Siria
En una reciente exposición en un espacio de arte contemporáneo, la galería Ayyam de Damasco, mujeres con abrigos de piel se pasean, alargando sus cuellos enjoyados para besar en la mejilla a amigos y conocidos. Hombres con trajes impecablemente planchados y pelo engominado pasean despacio, con determinación. Se van deteniendo delante de un lienzo tras otro, y hablan en voz baja y respetuosa sobre las obras que están contemplando, mientras sonrientes camareros sortean a la perfumada muchedumbre llevando bandejas con champán y elegantes aperitivos. Desde la llegada al poder del presidente Bashar al-Asad hace diez años, las importantes reformas económicas han visto cómo la clase media siria se ha ido extendiendo con rapidez y con ella, escenas como la anterior son cada vez más habituales, sobre todo en Damasco. “El resultado más llamativo de la liberalización económica ha sido la aparición de una clase de ciudadanos ricos, abiertos a Occidente y dispuestos a gastar dinero en arte”, explica Joshua Landis, experto en temas sirios y director del Centro de Estudios de Oriente Próximo de la Universidad de Oklahoma.
“Si creo que algo de lo que hay aquí es bueno, lo compraré”, afirma Waref Arabi-Katei, un abogado damasquino de 29 años, mientras admira algunas piezas de las que se exhiben en la inauguración. “Es la primera vez que vengo a la galería y estoy muy orgulloso de comprobar que algunos artistas sirios están haciendo un buen trabajo”. El talento nacional también está dejando huella en Ayham Abib, un médico de 41 años, de pie a algunos cuadros de distancia. “Adoro el expresionismo y la pintura abstracta”, explica. “Soy coleccionista desde hace siete años”. Abib no es tan neófito como Arabi-Katei. Además de ser médico tiene un negocio paralelo: un pequeño hotel en la parte vieja de Damasco, el hotel Hanania, que ha llenado con una variedad de obras de arte contemporáneo sirio que ha ido comprando en galerías como Ayyam.
El hotel Four Seasons, cumbre del exclusivo y recién descubierto progreso a la occidental e icono de la apertura gradual del país al capital extranjero, es también un hotel-escenario para el arte. Sus pasillos y vestíbulos están salpicados con algunas de las obras más caras que se han realizado en Siria, todas a la venta para sus adinerados clientes. “Ahora hay más turismo”, dice Jaled Samawi, fundador de la galería Ayyam. “Hay más empresas, más banqueros extranjeros y más hombres de negocios y esto se suma a las ventas nacionales de nuestra sede en Siria”. El arte sirio se está expandiendo a gran velocidad, alcanzando cifras sin precedentes en las subastas y llegando a clientes en mercados con los que los artistas nunca habían soñado. Este hecho está muy relacionado con la apertura de las casas de subastas más importantes como Christie’s y Sotheby’s en Dubai en 2005. Su intención expresa es explorar -y comprar y vender- el arte de Oriente Próximo, gran parte del cual ha estado y sigue estando infravalorado. Aunque su valor se ha cuadruplicado en los últimos cinco años, se siguen obteniendo grandes márgenes en las subastas de arte sirio. “Creo que el arte sirio sigue estando un 50% infravalorado”, dice Samawi, que tras inaugurar su galería en Damasco en 2005 ya ha abierto sucursales de Ayyam en Dubai y Beirut.
El resultado más llamativo de la liberalización económica ha sido la aparición de una clase de ciudadanos ricos, abiertos a Occidente y dispuestos a gastar dinero en arte
La combinación de una economía liberalizadora, la apertura a empresas extranjeras y un mercado artístico nacional infravalorado ha llevado a la rápida aparición de multitud de galerías privadas. Siria ha ido abandonando progresivamente el modelo socialista que era el principio fundamental desde que en 1963 el partido Baaz, que sigue dominando el panorama político, llegara al poder mediante un golpe de Estado. Pero en 2000, cuando Bashar al-Asad reemplazó a su padre Hafez tras el fallecimiento de éste, el modelo socialista ya se estaba volviendo cada vez más precario. “Siria se enfrenta a una época de dificultades económicas y debe llevar a cabo reformas o irá a la bancarrota. El socialismo y el control estatal han conducido a una caída del crecimiento económico y de los ingresos”, dice Landis. “La presión por las sanciones de EE UU (impuestas por el presidente George W. Bush en 2004) ha supuesto un acicate. Asad ha tenido que asegurarse de que Siria sea capaz de evitar que los países hostiles, que quieren que fracase en beneficio de sus intereses, la conduzcan a la pobreza”. La respuesta al dilema económico es un trabajo todavía en curso, una especie de suelta de amarras desde el socialismo para dirigirse a una economía de libre mercado. Aún falta camino por recorrer, pero ya ha llevado al país a prestar más atención a sus exportaciones, a iniciar la privatización parcial de entidades controladas por el Estado (que generalmente posee el 51% de las participaciones), a facilitar las inversiones extranjeras permitiendo que el sector privado crezca mientras se deja que las que una vez fueron gigantescas industrias estatales se queden estancadas. Estas grandes pinceladas a nivel macroeconómico se ven reflejadas en el arte contemporáneo sirio. Lo que está sucediendo es que se está privatizando el arte de una manera efectiva, y se ha pasado de una industria patrocinada en gran parte por el Estado hace diez años, a otra influenciada y dominada por los gustos extranjeros y las tendencias económicas. En los círculos artísticos, esto no solo está creando una nueva escena de galerías con orientación internacional y muy conocedoras de la materia, sino que está produciendo una nueva generación de artistas que miran a Occidente, conscientes de la dirección globalizadora que esta industria está tomando.
En su espacioso estudio en una ladera desde la que se divisa Damasco, Kais Salman, de 33 años, está trabajando en un tríptico, una serie de retratos de mujeres. Va salpicando el lienzo con grandes brochazos de color beis a los que siguen precisas y enérgicas pinceladas en negro, y de vez en cuando se aparta hacia atrás para evaluar su trabajo. “Me gusta pintar retratos de mujeres para mostrar los efectos distorsionadores que la comercialización y el capitalismo tienen sobre ellas”, explica. Sin embargo, esos crecientes efectos de la economía han sido en su mayor parte positivos sobre la vida de Kais. A diferencia de lo que sucedía antes, cuando los artistas casi siempre tenían que tener un trabajo estable para poder salir adelante, él enseña en la Universidad de Damasco por propia elección, puesto que gana más que suficiente para dedicarse a tiempo completo a su arte. “Hace cinco años el precio de uno de mis trabajos de tamaño medio era de 2.000 dólares”, explica. “Hoy los vendo en torno a los 18.000. El dinero me ha ayudado a ser más profesional porque me proporciona espacio y confort para poder concentrarme realmente en mi trabajo”. A través de galerías locales como Ayyam y de las grandes Sotheby’s y Christie’s en Dubai, artistas como Kais están llegando a mercados y coleccionistas a los que hace cinco años no podían. Y viceversa, un número cada vez mayor de coleccionistas internacionales, muchos de ellos de origen árabe, están pendientes del mercado de Oriente Próximo y Siria esperando que se convierta en el próximo boom en el que valga la pena invertir.
“Al vivir en Europa, no he tenido mucho acceso ni he prestado mucha atención al arte contemporáneo árabe”, explica el coleccionista anglo-libanés Jean-Paul Raad, de 50 años, en una reciente subasta de arte sirio en la galería Ayyam de Beirut. “Pero en este viaje a Beirut, ver la fuerza y la calidad internacional de lo que se está produciendo me ha animado a investigar más sobre el arte árabe”. En esta ocasión, la investigación le ha llevado a sacar su cartera y pagar 8.000 dólares por un lienzo llamado “Muro”, del artista sirio Abdul Karim Machdal al-Beik. “Hay una gran cantidad de artistas árabes jóvenes y dinámicos que están realizando obras fantásticas, todavía con precios asequibles, y yo como coleccionista encuentro esto muy alentador”, explica.
Cada vez más coleccionistas internacionales, muchos de ellos árabes, están pendientes del mercado de Siria esperando que se convierta en el próximo boom en el que valga la pena invertir
Además de los bajos precios del arte contemporáneo sirio, las obras que se están produciendo están rodeadas por un dinamismo que también está atrayendo a los coleccionistas. Igual que Siria rompe con la lógica de la economía que había operado durante las últimas cuatro décadas, los jóvenes artistas están rompiendo con las técnicas y las convenciones que formaban el pilar principal. “Se están esforzando y experimentando con lo que es el arte actual”, dice Samawi. “Ya no es un producto del mundo panárabe, influenciado culturalmente por la Unión Soviética, como sucedía antes”. Las tipologías artísticas revolucionarias soviéticas y socialistas como el expresionismo, el cubismo y las derivadas del movimiento muralista mexicano han sido abandonadas por los artistas más jóvenes y sustituidas por representaciones más figurativas. “Me interesa mucho el arte sirio”, dice Samia Halaby, artista de 73 años de origen palestino basada en Nueva York, que dio clases en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Yale durante más de una década. “Tiene una calidad diferente a la del resto de los países árabes y lo que veo repetidamente es un interés por las figuras humanas, pero no se trata de dibujar las figuras como lo hacen los italianos, franceses u otros europeos, sino prestando atención al estado de ánimo, y un interés en cómo se agrupa la gente, caminan juntos e interaccionan”.
Las nuevas fronteras artísticas del país pueden ser atractivas para los coleccionistas extranjeros, pero las nuevas técnicas y el gran incremento de los precios están abriendo una brecha entre los artistas locales. Siria está cambiando rápidamente y, en general, son solo los artistas más jóvenes y provocadores los que quieren y pueden hacer la transición artística. Otros, como la artista Etab Hreib, de 44 años, se sientan en sus estudios rodeados de cuadros sin vender. Hreib es un claro ejemplo de la generación de artistas que se ha vuelto obsoleta a causa de los rápidos cambios que están teniendo lugar en la escena artística. Se formó como artista en la estricta Siria socialista, sin apenas influencias del mundo exterior, y al convertirse en artista profesional contaba con una clientela fiel y habitual: el gobierno. Las acuarelas de Hreib ya no gustan en la ciudad, aunque muchas de ellas adornan las paredes de los vestíbulos y oficinas de la extensa burocracia siria. Pero ahora, con el mecenazgo de las artes dirigiéndose al sector privado y a sus gustos influenciados por las tendencias internacionales, a través de Dubai, se encuentra fuera de lugar. “Para mí no ha cambiado nada”, dice en su estudio. “Desde el principio vendía mis obras entre 1.000 y 3.000 dólares. Mis precios siguen siendo los mismos, pero sí que vendo menos”. Muchos como Hreib han visto aterrados, durante los últimos años, los cambios radicales que han tenido lugar en la escena artística que ellos dominaban hasta hace poco. El cambio ha sido radical, han segado la hierba bajo los pies de estos artistas. Muchos de ellos se quejan y acusan al gobierno de abandonar el frágil mercado del arte a merced de la fuerza agresiva del libre mercado al que nadie pone restricciones. Acusan a los dueños de galerías privadas de aprovecharse de la falta de control estatal sobre los precios y de vender el arte que se produce en Siria a cualquiera que pueda comprarlo. “Lo que le está pasando a Siria no es necesariamente algo bueno”, dice Halaby. Como artista, a ella también le representa la galería Ayyam y se ha beneficiado del tirón del arte sirio. Aunque cree que en general se trata de algo positivo, ve peligro en la apertura forzosa del país. “Están obligando a Siria a abrirse y en este proceso puede resultar expoliada”.
El fundador de Ayyam, Samawi, no se arrepiente de la revolución que pequeñas galerías como la suya han desatado en el mercado artístico nacional. “En conjunto, el arte sirio se está integrando en un mercado global más amplio y aquellos a los que no les guste se quedarán atrás”, explica. Alaba el hecho de que el gobierno no interfiera en la escena artística y a este factor le atribuye gran parte de lo que se podría llamar historia de éxito en la que recientemente se ha convertido el arte local. “El gobierno está haciendo que nos sea extremadamente fácil operar”, dice. “No se pagan impuestos ni por comprar ni por vender obras de arte sirias. Es casi como operar en una zona franca”. Parece que el gobierno no tiene intención de cambiar de táctica en lo que se refiere a las obras de arte ni a su destino a nivel macroeconómico. Sin embargo, sí que ha comenzado programas que pretenden salvar la brecha que ha aparecido entre los artistas a causa de la liberalización económica del país.
Hace poco, las orillas del río Barada en Damasco se vieron envueltas en una nube de esquirlas que provenían de una docena de bloques de piedra sobre los que trabajaban frenéticamente escultores de la vieja y de la nueva generación. El proyecto ha sido subvencionado por el gobierno como parte de una iniciativa para fomentar la comunicación y el intercambio de ideas entre las diferentes generaciones de artistas y para proporcionar esculturas para los parques públicos y carreteras de todo el país. La presencia de la escultora Kamer Amer, de 22 años, es un indicio de otra marcada diferencia entre generaciones. “Ahora hay más mujeres artistas que hombres”, dice Kamer durante uno de sus descansos. “En la vieja generación casi no hay mujeres”. Sin embargo, dice, tiene mucho que aprender de los escultores veteranos. “Este diálogo entre generaciones me parece maravilloso. La generación joven tiene una mentalidad más abierta y está mejor informada que la vieja generación, pero ellos tienen mucha técnica y experiencia que transmitirnos”. Algunos artistas veteranos, como el escultor Mustafa Ali, de 54 años, se las han arreglado para hacer la transición que el arte sirio ha experimentado y se siente menos resentido con los cambios. “Ahora estamos trabajando en la dirección apropiada”, explica Ali, a unos metros de Amer. Durante los últimos años, Ali ha ido aumentando con éxito su cartera de clientes privados y dice que el valor de una pieza suya de tamaño medio ha pasado en tres años de 5.000 a 20.000 dólares. “El país está avanzando y el arte que produce está ganando importancia. El arte sirio está entrando en su edad de oro”.